No me propongo preguntarme si existe o no existe una verdad objetiva. Sino más bien llamar la atenciónacerca de la imposibilidad que conlleva que todas las personas conozcan del mismo modo un hecho concreto, una realidad dada.
Es decir: precisamente porque existe una realidadque se presenta a muchos como algo, resulta que todo, siempre, es conocido de muchos modos, desde distintos ángulos, con variadas sensibilidades… tantos como personas la tengan en su presencia. Pero esa forma diversa de conocer no hace que el hecho que fundamenta las distintas versiones desaparezca. Del mismo que la ignorancia de algo no hace que lo desconocido no exista para el necio.
Lo sensato es que quienes entran en contacto conuna realidad poli semántica pongan en común sus perspectivas, sus sensaciones, sus conceptos y así, entre todos, se llegue a un conocimiento más completo de lo que -en principio- era causa de división; para que, al final, termine siendo causa de unidad, aunque no de concordia.
Pues bien, vivimos en una época en que se afirma lo contrario. Tenemos un ambiente cultural que asegura que es imposible conocer lo que las cosas son. Porque todo conocimiento estaría mediado por interés, manipulación y/o engaño (la sombra de Nietzsche es alargada).
Una de las principales consecuencias es que en una sociedad en la que la única “verdad” vigente es que la verdad es incognoscible, es imposible ponerse de acuerdo; y por eso quienes tienen poder deben recurrir a la violencia para imponer a los demás una manera de pensar que descerraja el simple sentido común.
Algo de esto dijo Chesterton a principios del siglo XX cuando en su libro “Herejes” escribió que de seguir por el camino intelectual que se había emprendido en Europa, llegaría un momento en que “se encenderíanfuegos para testificar que dos y dos son cuatro; y se desenvainarían espadas para demostrar que las hojasde las plantas son verdes”.
Sin embargo, aún con toda su agudeza, Chesterton no llegó a prever que las espadas se desenvainarían, y los fuegos se encenderían no paradefender verdades… sino todo lo contrario: para imponer una forma de ver las cosas, y para atacar por todos los medios a los que afirman que es posible conocer la verdad.
Hoy día se aceptan “verdades” en tanto son el resultado de una construcción mental llevada a cabo en sociedad, o -para abreviar- “construccionessociales”; de modo que según esos constructos “así como se hacen, se deshacen” y, por lo mismo, si uno no está de acuerdo le quedan dos caminos: o se pliega al mainstream cultural y renuncia a pensar; o abandona una sociedad en la que es imposible resistirse a responder, por ejemplo, a la capciosa pregunta con que a veces se recibe a las personas en ambientes pseudointelectuales: ¿podría indicarnos cuáles son sus pronombres y con qué se identifica?.
Quienes se apuntan al posmodernismo creen enun solo dogma: la verdad no es cognoscible ni por la razón, ni por el método científico, ni por la observación, ni por ninguna otra forma de acceder al mundo. Todo es subjetivo, construido, y por lo mismoemana de argollas de poder.
A finales del siglo pasado era popular la creencia de que el mundo, tal como se percibía, estaba forjado por las clases económicamente dominantes, que hacían un montaje social-legal-cultural-económico-mental por el que los oprimidos ni siquiera se dabancuenta de que lo estaban. Hoy día no. Ahora las élites ya no se les señala de burgueses-capitalistas, sino deheteropatriarcales, homofóbicas, misóginas, etc.
Para el intelectual posmoderno, la misión del pensador, del intelectual, es la deconstrucción de esas verdades-constructos-sociales-medios-de-dominación.Sin poner atención a un hecho que vemos todos los días: cuando a una verdad se le echa a la calle, más temprano que tarde, entra nuevamente por la ventana.
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Echar la verdad a la calle
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