odavía se niega a reconocer su derrota de hace cuatro años, por lo que no sorprendería que Donald Trump esté preparando el terreno para cuestionar otras elecciones si vuelve a perder.
El grupo de republicanos ambiciosos que se le unen y declinan comprometerse a respetar los resultados genera preocupaciones de que se repita una situación caótica similar a la de 2020, cuando Estados Unidos se prepara para una revancha entre Trump y el actual presidente, el demócrata Joe Biden, en noviembre.
Muchos tienen planes para el puesto de vicepresidente, incluido el senador por el estado de Florida (sureste) Marco Rubio, quien dijo a la cadena NBC el domingo que no aceptaría una elección “injusta” y acusó a los demócratas de haberse “opuesto a todas las victorias republicanas desde 2000”.
Rubio se refería a las reacciones de disgusto tras su derrota de los demócratas John Kerry y Hillary Clinton, en 2004 y en 2016, si bien ambos candidatos acabaron cediendo oportunamente y permitieron un traspaso pacífico del poder.
Pero Trump afirmó que las elecciones de 2020 estuvieron “amañadas” y encabezó una campaña para sembrar dudas sobre su derrota ante Biden a través de múltiples teorías sin pruebas que inspiraron la violenta invasión del Capitolio por parte de sus partidarios.
Años de investigación y más de 60 demandas no hallaron evidencia de fraude, sin embargo, el pasado viernes, Trump afirmó sin pruebas que había ganado de manera “aplastante” en Minnesota, un estado en el cual perdió por más de 200.000 votos.
‘Si todo es honesto’
El presunto plan criminal para anular el resultado del 2020 paralelo a la avalancha de desinformación lanzada por Trump le ha valido al exmandatario (2017-2021) acusaciones federales y de los estados por delitos graves que incluyen conspiración, obstrucción y extorsión.
Adoptando la misma postura para 2024, Trump se ha negado a comprometerse a reconocer de manera incondicional el resultado en una serie de entrevistas.
Trump declaró al diario The Milwaukee Journal-Sentinel a principios de mayo que aceptaría los resultados de las elecciones “si todo es honesto” y agregó que “lucharía por los derechos del país” si llega a sospechar de la existencia de fraude.
Las preguntas de los medios sobre la aceptación de los resultados electorales son algo nuevo, ya que antes de la era Trump era un hecho que los candidatos que expresaran un apoyo incondicional a la democracia reforzarían, en lugar de perjudicar, sus ambiciones políticas.
Pero ahora varios aspirantes republicanos a la vicepresidencia han preferido expresar dudas sobre si aceptarán el resultado de noviembre.
La presidenta de la conferencia republicana del Congreso, Elise Stefanik, una apuesta externa por la fórmula de Trump, fue la primera de sus posibles compañeros de fórmula en negarse a decir si certificaría los resultados finales de las elecciones de 2024.
En enero pasado aseguró que sólo aceptaría una “elección legal y válida”, aunque, al igual que Rubio, no definió qué entiende por ello.
‘Seguridad e integridad’
Tampoco lo hizo el senador por Ohio J.D. Vance, otro conservador de línea dura en la lista para vicepresidente, quien señaló a la cadena CNN que aceptaría los resultados sólo si la votación es “libre y justa”.
El compañero y senador de Vance, Tim Scott, fue presionado repetidamente en una entrevista de NBC para que dijera si aceptaría los resultados de noviembre y se negó a ser explícito.
También el gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum (quien, junto con Scott, fue derrotado por Trump en las primarias presidenciales republicanas pero desde entonces se puso a favor) ha sido evasivo sobre el tema.
Charlie Kolean, estratega jefe de la consultora política conservadora RED PAC, dijo que los republicanos en la era Trump continuarían -y deberían- continuar posicionándose como el partido de la “seguridad e integridad electoral”.
“Es crucial que estos candidatos se conviertan en autoridades reconocidas en áreas que tienen eco en los votantes, ya que esto fortalecerá la candidatura del Partido Republicano de cara a noviembre”, dijo a la AFP.
Pero el politólogo Nicholas Creel, del Georgia College and State University, opinó que la ofuscación refleja que los aspirantes republicanos simplemente no pueden reconocer la derrota de Trump en 2020 sin poner en peligro su posición dentro del partido.
“El partido ya no está ligado a la ideología sino a la idolatría, lo que lo hace más parecido a una secta que a un partido político moderno”, sostuvo.
Corresponsal de política de los Estados Unidos en Wshington DC/Análisis internacional AFP