Si El Salvador estuviera jugando un campeonato “económico” en una liga a la que pertenecieran los demás países de América Latina, en lo que corresponde al porcentaje de crecimiento del Producto Interno Bruto durante el año 2023, estaríamos en el puesto once de veinte participantes.
La tabla estaría liderada por Panamá, que, según un reporte publicado por la CEPAL y titulado “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2023”, habría tenido un crecimiento del 6.1%, seguida no tan de cerca por Costa Rica, quien reporta un 4.9%. En el sótano, como se dice en el argot futbolero, estaría Argentina, con un decrecimiento del 2.5%, justo debajo de Haití cuyo PIB se contrajo en un 1.8%.
Estar a media tabla no es tan deshonroso que se diga… a menos que nos fijemos y reparemos que con respecto a los demás países de Centroamérica, estamos en la última posición.
De hecho, también hay otro dato interesante en la tabla, y es que justo antes de El Salvador, cuyo PIB creció un 2.3%, se encuentra Venezuela, quien con un 3% es el último de los países que está en números de 3. Con lo que, viendo las condiciones de producción, educación, oportunidades, etc., de los demás países centroamericanos, uno no se libra de la sensación de que quizá podríamos haber hecho mejor las cosas.
En otro reporte, esta vez publicado por el Banco Mundial, al analizar las condiciones económicas que los países latinoamericanos navegaron durante 2023, y como modo de explicación del crecimiento bajo de muchos de ellos, apunta que esas tasas de crecimiento que tienden a ser más bien discretas se deben “no solo a un reflejo de las condiciones mundiales o una consecuencia de la pandemia, sino que también reflejan temas estructurales”, concretamente, una coyuntura que debe superar un bajo nivel de acumulación de capital y de aumento de la productividad.
En cuanto al capítulo de las perspectivas de crecimiento —condicionado según el Banco Mundial a que los países de la región encuentren formas de impulsar la inclusión de todos los agentes en la economía, mejorar la gobernanza, generar consenso social e incluir soluciones digitales que permitan la conectividad y las redes de sinergia—, las cifras nos colocan también “a media tabla”, y, asimismo, por debajo de los otros países centroamericanos.
Concretamente, para El Salvador se proyecta un crecimiento del 2.3% en el 2024 y del 2.3% en el 2025, mientras que para los demás países de la región, las proyecciones serían: Guatemala 3.5%, 3.5%; Honduras 3.0%, 3.4%; Nicaragua 3.2%, 3.5%; y Costa Rica 3.3%, 3.5%, cifras que -a la vista está- arrojan que seguimos a la cola del crecimiento, al menos en lo que a la región centroamericana se refiere.
Panamá, de acuerdo con las proyecciones del Banco Mundial, seguiría como líder latinoamericano, con un crecimiento proyectado del 6.4% en el 2024, y 6.5% en el 2025. Y Argentina, quien ocupa el último lugar en el 2023, tiene proyectado crecer más que El Salvador… pues se estima un incremento del PIB del 2.8% y del 3.3% en el 2024 y 2025, respectivamente.
Con esto de las previsiones ya se sabe: aunque el contexto en el que se mueven los países pueda ser parecido, son las particularidades de cada uno las que marcan las diferencias. Además, como es de esperar, el desempeño económico mundial afecta necesariamente a todos los actores, y los centroamericanos no somos una excepción. Así, por ejemplo, en todos aquellos países que tengan como socio importante, sino principal, a China, sus economías decrecerán junto con la del gigante asiático.
En fin… como es sabido, las previsiones económicas son útiles pero pocas veces definitivas. Sin embargo, sí que pueden proporcionar una idea de cómo cada país está haciendo sus deberes con respecto a su crecimiento o decrecimiento económico.
Ingeniero/@carlosmayorare