Como se había advertido, las contradicciones -jurídicas, institucionales, políticas, internacionales- que le facilitaron aDonald Trump la candidatura republicana y el triunfo en las urnas, se prolongaron en la etapa postelectoral y se agravaron tras la Inauguración el 20 de enero.
Su sentencia de criminal convicto fue reafirmada por el fiscal especial sobre la subversión orquestada el 6 de enero de 2021 para no reconocer la victoria de Joe Biden, conspiración por la que Trump no será por ahora juzgado. Entonces la democracia de EE. UU. estuvo en peligro y 4 años después aún más. Sin dilación, Trump indultó a los vándalos que irrumpieron en el Capitolio algunos de perfil neonazi que no se distancian del golpe en el pecho que públicamente se dio Elon Musk antes de extender el brazo derecho hacia delante con la palma hacia abajo, golpe que repitió en ese evento. Los historiadores europeos aseguran que el gesto viene de la Roma imperial hace 2 milenios y fue ajustado hace un siglo por el fascista Mussolini. Hitler y sus propagandistas habrían copiado a Mussolini.
La pretensión de “recuperar” el Canal de Panamá constituye una amenaza a la integridad territorial consagrada en la Carta de la ONU y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), a la vez que socava la seguridad colectiva vigente en el Tratado Marco de Seguridad Democrática pues Panamá es miembro de pleno derecho del SICA desde finales del siglo pasado. Me cuesta imaginarme a Marco Rubio quien como Secretario de Estado visite pronto a Panamá. Descendiente de emigrantes cubanos, Rubio ya recibió la disolución por su jefe del “Permiso Humanitario” decretado el 2022 por Biden para favorecer la inmigración legal desde Cuba, así como la de perseguidos por el dictador Daniel Ortega.
Tampoco puedo imaginarme a Rubio cargando en una mano el proceso judicial en New York contra los líderes de la MS-13 (la “ranfla”) lidereado ahora por el fiscal de Trump -John Durham-quien comandó el equipo “Vulcano” que descubrió el pacto del gobierno de Nayib Bukele con esos delincuentes para no extraditarlos; y, con la otra mano, negociar la reclusión en El Salvador para criminales no salvadoreños, en particular para los elementos del “Tren de Aragua”. Ambas- la “ranfla” y la mafia asociada con Nicolás Maduro-fueron declaradas entes terroristas por Trump el mismo 20 de enero. Para Trump, un “CECOT 2” significaría un golpe extraterritorial contra el cártel suramericano y a la vez un híbrido de aquel acuerdo de “tercer país seguro” que Bukele le firmó el 2019.
La versión 2025 de ese arreglo no traerá beneficio alguno a nuestros paisanos en EE. UU. ni dentro de las fronteras patrias. Trump y su gabinete no distinguirán a salvadoreños del universo de migrantes que buscan expulsar masivamente sin importar derechos humanos y tratados internacionales. El episodio conflictivo entre su gobierno y el de Colombia que reaccionó ante los primeros expulsados con grilletes transportados en aviones militares, ilustra la deshumanización en curso. Tampoco diferenciarán a nuestros TPS y “Soñadores”. Sólo se salvan la descendencia de nuestros connacionales y los naturalizados pues los blinda el Ius Soli establecido en 1868 bajo la Enmienda 14 de la Carta Magna: “Toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos y sujeta a su jurisdicción, será ciudadana de los Estados Unidos y del Estado en que resida”. Un juez federal en Seattle ya bloqueó el interés de Trump por anular la Enmienda. Paradójicamente, la vigencia de la Constitución, la independencia de fiscales y jueces, anulados por Bukele en El Salvador, resulta efectivo para nuestros compatriotas que habrían votado por Trump.
En un país sin Estado de Derecho como El Salvador, profundizar el régimen carcelario no trae beneficio democrático ni financiero pues un pabellón especial en el CECOT o una colosal prisión más no es una inversión extranjera que incentive el crecimiento económico; sólo será un hospedaje, un comedero y estercolero sin control ambiental, devastador de la Cuenca del Río Lempa, que impunemente desplaza a familias campesinas de sus hogares y cultivos. Claro, Trump necesita hacer sostenible su propaganda sobre migración y delincuencia que evite que el electorado lo castigue en 22 meses cuando vote para renovar toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
En realidad, en todas las latitudes, tras la caída del tiranoBashar Al Assad en Siria, buscan ganar tiempo. La ansiedad de Bukele es la misma: diferir sanciones bajo Ley Magnitskyy Lista Engel, ganar tiempo ante el juicio en New York y sobre todo ante el gobernante unipersonal e impredecible que es Trump, sin amigos, sólo con obedientes. Quizás en un instante no lejano-cuando hasta añoren al blandengue Joe Biden-la ley impere para todos los efectos correspondientes en EE. UU. y El Salvador.