Desconozco cómo funcionan los centros penales y lo relacionado a brindar atención médica tanto a personas detenidas en las recientes capturas bajo el régimen de excepción como de los que han sido condenados a largas penas.
Sin embargo, llama profundamente la atención el riesgo que conlleva el hacinamiento carcelario, ya que, para el caso de enfermedades como la tuberculosis, una cárcel salvadoreña es el lugar perfecto para el contagio y su propagación.
Deben los servicios epidemiológicos y de salud pública del MINSAL poner gran atención al eventual aumento de casos de enfermedades transmisibles y, como tal, se deben tomar las medidas preventivas para reducir hasta donde sea posible que la población carcelaria contraiga alguna enfermedad que trae consigo el contagio de tantísimas personas y que redundará en los altísimos costos para el tratamiento del paciente y la cadena de contagios que poco a poco irá en aumento.
Ni qué decir de la salud mental. Una persona inocente que fue detenida vivirá un infierno y como en el país parece que la salud mental nunca ha importado, tendremos un altísimo aumento en el número de casos de depresiones, intentos suicidas y trastorno por estrés postraumático que, de una u otra forma, afectará a la familia salvadoreña. Parece un tema a la ligera, que no tiene mayor importancia, cuando los que estamos en las emergencias y centros de atención sabemos que enfermedades como la tuberculosis, la lepra y otras que dábamos por eliminadas del mapa de enfermedades transmisibles siguen dando batalla y si los pacientes no reciben el tratamiento oportuno, el número de contagios y de defunciones se irá al alza, golpeando nuevamente al salvadoreño.
El hacinamiento que se ha generado al encarcelar a más de 34,500 personas traerá consigo un desastre si no se toman las medidas correspondientes pues será el nuevo contagiado y que en semanas obtendrá su libertad, pero llevará el bacilo u otro agente transmisor a su hogar. Tienen los responsables de velar por la salud del ciudadano una ardua tarea, pues ya no solo se deberá vigilar y atender al recluso contagiado sino a su grupo familiar.
El sistema penitenciario no tiene la capacidad de albergar a tantas personas y, por ende, el hacinamiento es evidente. Quizá el talón de Aquiles del sistema judicial sean los centros penales que, siempre han adolecido de lo más básico y en un momento tan difícil por el que atraviesa el país, se debe poner particular vigilancia y atención a cada recluso, pues si no es así, tendremos a un país que aparte del #COVID_19 deberá cuidarse de propagar aún más, las enfermedades transmisibles que azotan en cada celda.
Es responsabilidad del Estado estar pendiente y garantizar la detección de casos nuevos de tuberculosis, VIH y otras más e inmediatamente dar inicio y seguimiento a cada caso pues si no, estamos ante una posible epidemia de tuberculosis, algo nunca visto. El hacinamiento y el mantener aislados a los pacientes que adolecen de enfermedades transmisibles debe ser prioridad para el MINSAL, destinar recursos en todo sentido ya que el covid dio oportunidad de poder voltear la mirada hacia los centros penales que más parece un polvorín a punto de estallar.
El Salvador se encuentra sumergido entre el régimen de excepción, la migración, el drama de los desaparecidos, la caída del bitcoin y es un derecho que toda persona detenida sea por la causa que fuese, debe recibir el tratamiento oportuno. No estamos para dejar a la población reclusa a la deriva, pues las repercusiones tanto a corto como a largo plazo las sufriremos todos los salvadoreños.
Médico.