Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros”, sentenció George Orwell. Esto se aplica a la diplomacia en que todos los países son iguales, pero los hay que son más iguales que otros. Los representantes diplomáticos de países poderosos tienen los espacios dados, los de las superpotencias tienen espacios especiales, pero los de los países pequeños tienen que ganárselos a pulso.
Parte de las diferencias en la igualdad de países a la que hacen frente los representantes de los países pequeños se encuentra en que inicialmente sus colegas de otros países no le hablan a la persona, sino al estereotipo que tienen de su país. Este es un obstáculo que el jurisconsulto salvadoreño Dr. José Gustavo Guerrero superó rápidamente en Europa. Se ganó un espacio de respeto a él y a su país en el mundo diplomático por su cultura general, su conocimiento del derecho, el dominio de idiomas y su don de gentes. Los diplomáticos de países pequeños sin estos dones no logran ganar esos espacios. Se les trata bien y con todo el decoro del protocolo diplomático, pero no ganan espacios de respeto para su país, no logran hacer avanzar los intereses de su país, no se escucha la opinión y la voz de su país y no influye en la toma de decisiones.
El Dr. Guerrero llegó a Europa, en un primer momento como cónsul en Burdeos, poco después del término de la primera gran conflagración mundial del siglo XX, acompañado de su hijo Gustavo, “Gustavito”, que tiempo después también sería Embajador de El Salvador en República Dominicana y en Ginebra. El Dr. Guerrero se destacó en los debates de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones (SDN), precursora de las Naciones Unidas, uno de los 14 puntos del Plan de Paz del presidente estadounidense Woodrow Wilson en la Conferencia de Paz de París que culminó con el Tratado de Versalles.
En la Asamblea abordó de manera distinguida temas como el desarme, la prevención de conflictos a través de la seguridad colectiva, la resolución de disputas por medio de la negociación y la diplomacia, la protección de refugiados, entre otros. Así, fue presidente de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones en 1929 y 1930.
Entre 1927 y 1928 fue ministro de Relaciones Exteriores y en 1928, participó en la Sexta Conferencia Panamericana en La Habana. Su lucha jurídica fue por hacer efectiva la igualdad de países a través de la impresionante defensa que hizo del principio de no intervención. Esto no fue del gusto de todos, pero él sabía que la única defensa internacional que tienen los países pequeños se encuentra precisamente en la legalidad internacional.
En 1931 se trasladó a la Corte Permanente de Justicia Internacional en La Haya y fue su presidente de 1936 a 1945. Allá sucedió un importante incidente que habla mucho de la personalidad del Dr. Guerrero: cuando los ejércitos alemanes invadieron los Países Bajos, pretendieron ocupar la sede de la Corte Permanente de Justicia Internacional, pero el Dr. Guerrero se opuso de manera tajante; desafió solo y sin más respaldo que la fuerza de sus principios, al comandante del ejército más poderoso en aquel momento. La solución vino cuando los alemanes le permitieron trasladar todos los archivos de la Corte a Ginebra, Suiza. Se instaló en el Hotel Richmond.
Durante la Segunda Guerra Mundial, El Salvador tuvo un papel destacado en defensa de poblaciones judías perseguidas por el racista y antisemita régimen nazi. El Dr. Guerrero apoyó la iniciativa del cónsul en Ginebra, Arturo Castellanos Contreras, y del empresario rumano George Mandel-Mantello, de proporcionar documentos de identidad salvadoreños a judíos de Europa Central para salvarlos de los campos de concentración y de exterminio nazis. Los documentos se prepararon en el consulado de El Salvador en Ginebra y se enviaron a través del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). De esta forma, se logró salvar la vida de 40 mil seres humanos. Y contrario a lo que dicen rumores infundados, pero muy extendidos, esos documentos salvadoreños se proporcionaron de manera gratis.
Terminada la guerra, la actual Corte Internacional de Justicia remplazó a la Corte Permanente de Justicia Internacional y fue electo el Doctor Guerrero su primer presidente; posteriormente vicepresidente. El pensamiento jurídico del Dr. Guerrero se encuentra claramente plasmado en las sentencias de ambas cortes y en sus opiniones disidentes.
La actual sede de la Embajada de El Salvador en Francia fue un apartamento del Dr. Guerrero y en la Costa Azul tuvo una bonita casa en las alturas de la ciudad de Niza, la llamó “La Chispa”, desde donde hay una vista espléndida de la ciudad y del azul cobalto del Mar Mediterráneo.
Fue uno de los grandes diplomáticos salvadoreños de la primera mitad del siglo XX. Un gran humanista de vasta cultura universal, que conocía la historia de su país y del mundo, que entendía los grandes temas de su época y supo hacer valiosas aportaciones a cada uno de ellos. Si bien su distinguida labor le ganó muchas glorias, nunca cambió su manera de ser, y nunca olvidó de dónde venía…