En Medicina, que es un arte pero principalmente una ciencia, la tendencia es que las decisiones se tomen de acuerdo con hechos científicos comprobados. La “Medicina Basada en la Evidencia”, forma de proceder en el ejercicio moderno de la profesión, intenta eso: que los procedimientos diagnósticos y las decisiones terapéuticas se hagan sustentadas en evidencia proveniente de investigaciones epidemiológicas o clínicas. Si un médico prescribe, por ejemplo, un antibiótico por una infección, es que está claro que estudios científicos han demostrado que ese antibiótico es eficaz para ese tipo específico de infección. La subjetividad y la presunción van perdiendo cada vez más espacio, lo que ha sido muy bueno.
Lo mismo debería ocurrir en otras áreas del quehacer humano, especialmente en las que impactan directamente a la población. También debería ser norma, con las limitantes de cada caso, que cuando se asevera algo se haga con datos objetivos, con estadísticas en la mano. Esto es especialmente válido cuando las aseveraciones provienen de funcionarios, pues éstas alcanzan a un gran número de personas y generan expectativas. Sin datos objetivos lo que se dice no pasa de ser una creencia, una ilusión, un deseo, o en el más extremo de los casos, una mentira. En los países desarrollados, con poblaciones educadas, ningún funcionario o líder de opinión se atrevería a decir algo sin tener evidencia que le respalde, so pena de ser duramente criticado y quedar en ridículo. Las poblaciones menos informadas son susceptibles de ser engañadas, a creer todo lo que se les dice, a dejarse llevar por la emoción y no por la razón.
Pero ¿de dónde se sacan los datos y las estadísticas que respaldan las propuestas y las opiniones? Cada país construye sus propios datos mediante diversos tipos de estudios. Los censos, las estadísticas poblacionales, los índices de salud, los estados financieros y mucha otra información es creada por instituciones de investigación que, haciendo uso de la alegoría, serían como estructuras cerebrales que reciben y organizan la información corporal y reaccionan en consecuencia.
La disolución de la Dirección General de Estadísticas y Censos será un duro golpe para los que necesitan información importante, que al final somos todos. Es, siguiendo con la alegoría, como haber recibido un proyectil en el hipotálamo y lóbulo frontal cerebrales. La información que este tipo de instituciones genera es esencial para un sinfín de cosas, desde investigación científica médica hasta planificación de carreteras y puentes. Muchos no comprenden la dimensión de los problemas que se originan cuando una institución de estas desaparece. Pues imagínense a una persona caminando en medio de un oscuro bosque a medianoche con sólo una vela en la mano. Se dice que la disolución de la entidad mencionada en El Salvador no dará consecuencias pues su funcionamiento será absorbido por el BCR, lo que en lugar de tranquilizar genera más preocupación.
El decir cosas sin base no es ya aceptable y sólo produce extrañeza. Lo que ocurrió con un diputado, quien aseveró que los anestesistas son un peligro para los pacientes, es un ejemplo de ello. O lo que dijo la embajadora de El Salvador en Estado Unidos, quien expresó que hace menos de treinta meses el sistema de salud de El Salvador estaba a nivel del de Haití y que ahora es el más eficiente del continente. ¿Es en serio?
Médico Psiquiatra.