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Lo no contado

Cambiamos libertad por seguridad sin dificultad alguna. A partir del siglo 19 se hizo recurrente cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder y se prolonga hasta este día, pero pocas veces, por no decir nunca, el pueblo salvadoreño y su democracia ha ganado algo de ello; es al revés, nos nutrimos de autocracias, populismos, intolerancia política y corrupción. 

Por Mauricio Ernesto Vargas

Hace más de 25 años los venezolanos. Carlos Andrés Pérez, Lusinchi, Caldera, dirigencias políticas, sindicales, gremiales, y empresariales hicieron caso omiso a lo que se les planteaban; el precio que hoy tienen que pagar es altísimo. En las conversaciones dábamos por sentado el desconcierto que había: en ese momento había rabia, frustración, cólera, por la situación que se vivía; querían un cambio profundo y radical, pero no debían comentan el error de creer que un vengador les resolverá las cosas. Debían tomar en cuenta que eso los hundiría en peores circunstancias que las que estaban viviendo. No aceptaban en su ceguera, que Chávez era un daño a todo el proceso institucional, que lo liquidaría.

 Así comienza a desdibujarse la democracia en Venezuela: Chávez, un héroe popular después el fallido golpe de 1992, fue elegido para ser presidente en 1998 e inicia su esfuerzo por crear un nuevo modelo económico y político creando el socialismo del siglo 21; tiene en sus manos a las FFAA, al tribunal supremo de justicia, la legislatura es apenas una caricatura de parlamento democrático, sin independencia entre los poderes del Estado, un sumiso tribunal supremo electoral, una institucionalidad cooptada, es un sistema aplastante. “Lo que define a un dictador no es como llega al poder, sino como usa el poder”. El círculo local se cierra con fuerzas a nivel internacional (México, Colombia, Brasil, Cuba, para mencionar unos) sin los de ultramar, Rusia, China. 

Ortega está en las mismas, aferrado al poder político, que camina de la mano del poder económico, ya que nadie puede cuestionar la forma en que se enriquecen. Hoy sus costos son altísimos y lo sufren los nicaragüenses.

Presento este mini-escenario para mostrar la situación, y la negación de enfrentar la historia. El Salvador va exactamente por el mismo camino a pesar de que los que estamos por los 40 años hayamos vivido, autoritarismos, la violencia armada y la violencia de las pandillas. La diferencia con Venezuela es que en nuestro caso el paso es más acelerado, lo de Venezuela tardo 10 años, lo nuestro 5.

Lastimosamente la historia republicana nuestra da varios ejemplos de cómo en el pasado las prácticas políticas autoritarias de ejercicios fuertes del poder son en un primer momento aceptadas, bien vistas, por la población, para hacer efectivo el gobierno, pue necesita manos libres, un ejercicio discrecional del poder y ver resultados inmediatos. Muchas veces se dice con gran facilidad, los salvadoreños necesitamos personas autoritarias, que controlen la historia; se habla del General Martínez, un ideal de presidente, un gobernante que pone orden, que puede ejecutar un criminal, que le puede cortar las manos a un ladrón, y escuchamos las voces que dicen, “es que el salvadoreño solo así quiere”.

Cambiamos libertad por seguridad sin dificultad alguna. A partir del siglo 19 se hizo recurrente cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder y se prolonga hasta este día, pero pocas veces, por no decir nunca, el pueblo salvadoreño y su democracia ha ganado algo de ello; es al revés, nos nutrimos de autocracias, populismos, intolerancia política y corrupción. No se hacen proyectos de largo alcance con horizonte altos (salvo honrosas excepciones) ya que se gobierna con la lógica de los cinco años, con el problema adicional de negar y borrar lo que haya hecho el gobierno anterior, aunque sea del mismo partido. El poder se ejerce de forma autoritaria, asumiendo que el poder le pertenece, sin controles, conduciendo al Estado como si su única voluntad bastara y entramos en un recomenzar.

Pregunto ¿por qué? ¿Cuál es la respuesta? Creer la narrativa alejada de la realidad es apoyar una realidad antidemocrática. Hay una corriente antidemocrática, esos fenómenos que desquicia el país, lo sacan del sendero, y hasta que nos damos cuenta de la trampa en que hemos caído no reaccionamos; debemos darnos cuenta de que el país se va a hundir en una tragedia que nos es necesario que vivamos jamás, nunca; sin embargo, veo que tenemos que llegar abajo, tocar fondo para volver a levantarnos. No aprendemos nada de nuestras experiencias y hacemos el olvido a la historia

Me preguntaran ¿cuál es la tragedia? No habrá ley que valga, derecho de expresión, las cárceles se abrirán para quienes no estén de acuerdo con el gobierno, no habrá disenso, y los problemas que hoy vemos se harán más grandes.

No es nada complicado leer nuestra situación actual, hay un ejercicio absolutista indiscutible: se utiliza instituciones para atacar sus adversarios, se dan ordene en cadena nacional, se dan edictos por tuit hoy X, se ordena a los legisladores dejar discusiones y aprobar lo que les indica, se manejan recursos como si fueran propios.

No existe transparencia ni rendición de cuentas y lo más grave se violenta los límites constitucionales. Hay una serie de cambios que son dirigidos a remover los obstáculos en el ejercicio del poder, si son obstáculo hay que hacerlos a la medida, como traje de sastre.

General (r) de la Fuerza Armada y firmante de los Acuerdos de Paz de 1992.

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