JUELA…ya decía Hannah Arendt -una de las filósofas más influyentes en el último siglo- que los líderes totalitarios inician su propaganda -vacía y mendaz- “jactándose de sus delitos pasados y perfilando sus delitos futuros”. Pues tal aseveración se confirma con la declaración que el dictador Bukele hizo el 1 de junio desde el Palacio Nacional.
En efecto, el dictador declaró: “Hablan de transparencia, ¿de qué transparencia hablan? Salgan de sus casas en la noche sabiendo que nada les pasará, esa es la verdadera transparencia, esa es la transparencia que ofrece este gobierno y la que seguiremos dando".
Así que, vaya, el dictador nos informó -aunque ya lo sabíamos - que la administración presidencial del período 2019-2024 fue totalmente opaca y, además, nos hace saber que seguirá en la misma línea de acción, ocultando información pública, que no existirá ninguna transparencia ni rendición de cuentas. En resumen, el dictador nos dijo: “agradézcanme que están vivos y no me pidan ninguna información sobre el país ni como gasto su dinero”.
¿Por qué la dictadura necesita ocultar la información pública? Básicamente es por dos razones, íntimamente relacionadas, pues ambas son expresiones de CORRUPCIÓN:
- primera, insistir en la desinformación, en la construcción de ese mundo alternativo que no coincide con la realidad; y,
- segunda, para continuar con el expolio o apoderamiento de ingentes montos de recursos públicos o de los ciudadanos.
La dictadura oculta prácticamente toda la información pública relevante, como son el supuesto plan de salud, el supuesto plan de seguridad, los datos sobre desaparecidos, los datos sobre hechos delictivos, la información sobre el comportamiento de las enfermedades, sobre los supuestos planes de desarrollo de la agricultura, sobre los planes para la construcción de infraestructuras, sobre los supuestos planes medioambientales: así que, en la realidad, se oculta o se miente sobre todo el quehacer estatal.
Para la dictadura es necesario ocultar o mentir porque ello les permite evitar la revisión de la propaganda, monopolizar la narrativa nacional, impide examinar si lo que se publicita por el Estado y sus funcionarios coincide o no con la realidad o, recurriendo de nuevo a Arendt, a la “verdad factual”: al esconder la información pública se pretende que los ciudadanos desconozcan la realidad, que no logren distinguir entre los hechos y la ficción, que fijen su atención en mentiras, falseamientos, renders, videos editados y fotografías falseadas.
Así, por ejemplo, hay personas que piensan que Amazon ha instalado en El Salvador un centro de logística y distribución, aunque ello no exista; hay gente que cree que Lufthansa es la compañía aérea que construirá y administrará un aeropuerto internacional en La Unión, aunque la compañía misma desmintió a Bukele; hay amigos que creen que Google invertirá miles de millones de dólares en El Salvador y que para ello construyó o compró un edificio en San Salvador (“edificio Google” le llaman…ja,ja,ja), a pesar que la realidad es que simplemente el Estado contrató a la empresa y que ésta cobrará por sus servicios (contrato que, por supuesto, está oculto, es secreto).
Todavía más, hay personas que han creído en esa farsa que El Salvador es el país más seguro del Hemisferio Occidental, a pesar de que las casas están llenas de alambres razor, que las calles y pasajes están cerrados por portones, que hay más guardias privados que policías, que en la mayoría de las entradas de los comercios está apostado un guardia armado con una escopeta…bueno, incluso hay ilusos que se han tragado el mito ese que el dictador y sus hermanos eran desde antes de llegar al poder empresarios multimillonarios que han fundado exitosas compañías…ja,ja,ja.
Por eso es que el dictador MIENTE en su sermón del 1 de junio y MIENTE en la entrevista a Tucker, del 3 de junio…bueno, él miente siempre.
Pero la opacidad en la actividad estatal tiene también un propósito de codicia material: la corrupción en el manejo de las finanzas públicas.
Así, por ejemplo, no sabemos cómo se gastaron miles de millones de dólares durante la pandemia, no sabemos cuánto se ha gastado en el sonoro fracaso de la implementación del bitcoin, no sabemos cuántos millones de dólares se desperdician en la propaganda de la dictadura, no sabemos quiénes son los asesores del gobierno ni cuánto les pagan, no sabemos cuánto costó el espectáculo bufo del 1 de junio…y la lista de la información oculta es inabarcable.
Y es que, como acertadamente se indicó en un editorial universitario, la falta de transparencia es un abono para la corrupción: si la información se mantiene oculta, se declara bajo reserva o simplemente se niega, ello facilita que las estructuras corruptas operen sin ningún control ciudadano.
He ahí la gravedad de lo afirmado por el dictador, porque la anunciada ausencia de transparencia constituye, de modo evidente, tanto violación al derecho de acceso a la información -manifestación del derecho a la libertad de expresión-, como negación de la rendición de cuentas de los gobernantes, elemento esencial del sistema republicano.
Es más, el dictador nos amenaza sin ningún rubor, diciendo que la “transparencia” que ofrece es que nada nos pasará en la noche, es decir, nos está diciendo: “manténganse callados, no me pidan cuentas y, entonces, no los mataremos, ni los torturaremos, ni los encarcelaremos…no le pasará nada si se quedan calladitos”. Esa es la promesa de Bukele.
Abogado constitucionalista.