Una fecha histórica que cada año que pasa, la fuerza, la motivación y la razón de ser y de conmemorar, poco a poco se ha convertido en un remedo de marcha; cada vez pierde fuerza y estamos por celebrar algo que luce desteñido, incoloro, inodoro e insípido; pero ¿de quién es la culpa? Ni más ni menos de la clase trabajadora que apenas una vez al año da rienda suelta exigiendo lo que durante 364 días se le ha negado, un trabajador que agacha la cabeza no tiene el temple ni la dignidad para exigir y gritar al cielo lo que por derecho le pertenece.
Más parece que el trabajador tiene una relación sadomasoquista y en este caso puntual como en el libro de Santiago Posteguillo “Roma Soy Yo”, la verdadera historia de Julio César. Pocas veces se han visto a sindicatos vendidos, sumisos. ¿Dónde están los líderes que por unos dólares más, vendieron su alma y el rebelde por antonomasia como es el joven? El estudiante prefiere quedarse en casa entre videos y juegos y no mostrar esa garra donde exigían sus derechos y se conserve la autonomía de la UES que está por perderse y hoy son un grupo de espectadores de la nada.
Es la misma clase trabajadora la culpable de lo que se vive, del ninguneo a que han sido sometidos, es el miedo el abono que cae en tierra fértil; empleados públicos obligados a retirarse al cumplir los sesenta años, jueces llamados corruptos por ser mayores de edad, personal de salud víctimas de las malas políticas al inicio de la pandemia no se dio el equipo necesario para protegerse. ¿Quién dice algo por la familia del trabajador de la salud que no recibió el seguro de vida? ¡Nadie!
Entonces no merecemos desfilar porque tenemos claro el desprecio con que se nos ha tratado y desde nuestras trincheras, aceptamos el sometimiento que de nuestras voces no se disparen ni gritos de protesta ni pensar que se nos reivindiquen.
No hay un rumbo, no tenemos una luz y aún preferimos seguir la oscuridad.
Sin lugar a equivocarme, este 1 de mayo serán el mar, la Ruta de las Flores, la Ruta Panorámica, el fin de semana con puente y cualquier lugar donde el trabajador gritará no sus derechos sino que cantará mientras se disfruta del asueto. No se asume la verdad como algo inherente al trabajador que lucha, anhela un país donde sus derechos sean respetados.
Debo aclarar que los problemas del país urgen que se aborden de tal forma donde sea el trabajador el único ganador de una pelea tan desigual, pues nadie nos representa como trabajadores. ¿Quién lo hará? ¡Nadie!
Acá estamos llegando a un nivel donde “sálvese quien pueda” es lo único que importa. Son historia las luchas de los trabajadores que anegaban las calles de la capital; ahora no, apenas unas cuantas personas que, quizá convencidas fervorosamente luchan por dignificar al trabajador.
¿Cómo pudimos llegar a esto? Trabajadores ninguneados, miles de despedidos, jueces humillados y desprestigiados y a pesar de lo mal que lo están pasando no tienen la hidalguía y el valor para alzar la voz y es el país donde se grita más fuerte un gol que la muerte de un colega, donde se canta a todo pulmón “El pájaro picón picón” que nuestro Himno Nacional, donde la muerte es el pan de cada día y, mientras, a nadie parece importarle.
No hay nada que celebrar este 1 de mayo. Todo lo que se ganó a plomo se perdió por líderes sindicales vendidos, nada raro en estos tiempos. Y dar el tiro de gracia a una clase trabajadora sin rumbo, sin identidad, sin carácter que, por su silencio sepulcral, no tiene el derecho a salir a las calles a exigir lo que solo en su imaginario colectivo existe.
Nuestro trabajador no sabe que no sabe y cree que lo que se vive en este momento es a lo máximo que se puede llegar cuando falta, aún, ver que el país se despedace más y no habrá un tan solo trabajador para unirlo. Triste consuelo a una clase que un día dio la vida por los suyos y gracias a esos 1 de mayo se lograron muchas de las condiciones que hoy en día solo quedan en papel en el Código de Trabajo.
Médico.