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"En vida, hermano, en vida..."

Este día visitamos panteones, cementerios, criptas, a veces compramos arreglos florales y quizá sea una catarsis que nuestra vida necesita, pero debemos preguntarnos ¿qué hicimos cuando esta persona estaba viva? ¿Fuimos atentos, esmerados, finos al trato, ayudamos en sus necesidades? O ¿solo es un rito externo más?

Por Ricardo Lara
Médico

"No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis…”
(Jn 14, 1)


El Día de los Fieles Difuntos es una celebración religiosa para conmemorar a los que ya partieron. Sus familiares rezan y realizan misas en su memoria y visitan sus sepulcros para rendirles homenaje. Esta tradición se originó en el siglo X por el monje benedictino San Odilón de Francia y se extendió por el mundo occidental con las colonias españolas.


Este día visitamos panteones, cementerios, criptas, a veces compramos arreglos florales y quizá sea una catarsis que nuestra vida necesita, pero debemos preguntarnos ¿qué hicimos cuando esta persona estaba viva? ¿Fuimos atentos, esmerados, finos al trato, ayudamos en sus necesidades? O ¿solo es un rito externo más?


Debe responderse cada uno.


No podemos vivir en un mundo de espíritus. Tenemos una vida y sabemos diferenciar lo bueno y lo malo; lo amado y lo rechazado. Y no podemos esperar a que el ser querido fallezca para tratar de hacer lo que en vida no hicimos; si tal fecha será apenas un día donde recordamos al difunto, se vale; sin embargo, si en vida no fuimos capaces de sentir el dolor, el hambre, la pobreza y más del difunto, no podemos darnos golpes de pecho, sobre todo no hemos hecho el esfuerzo de visitar a sus familiares y preguntar qué necesidades tienen.


Vale la pena reflexionar profundamente nuestra vida misma para entender que en poco tiempo seremos los ausentes, los visitados, a los que se deben enflorar y, por ende, no ser de ritos externos sino buscar en lo más profundo de nuestro ser el cariño, respeto y amor que nuestros difuntos merecen.


Entendemos qué es el Día de los Difuntos, el día designado en la Iglesia de Occidente para la conmemoración de los difuntos fieles, es una celebración, sí, porque decimos que ellos están muertos, pero sabemos que viven una vida plena, auténtica, porque Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Decimos muertos, porque sus cuerpos murieron, pero sus almas goza de la presencia de Su Creador.


Ciertas creencias populares relacionadas con el Día de los Difuntos son de origen pagano y de antigüedad inmemorial. Así sucede que los campesinos de muchos países católicos creen que en la noche de los difuntos éstos vuelven a las casas donde antes habían vivido y participan de la comida de los vivientes.


Podemos ver la existencia de tantísimos ritos externos, y debe esta práctica llevarnos a nadar en lo profundo de los “ritos internos”, donde sea cada día una oportunidad para valorar, para amar, para cuidar, para servir a nuestros seres queridos, de a poco nos vamos quedando solos y, como dice el gran escritor Carlos Fuentes, ya la quinta generación no tiene la mínima idea de nuestra existencia. Es así que cobra vida la maravillosa frase “en vida, hermano, en vida” para que, sabedores de nuestra fragilidad humana, entendamos la importancia que no debemos esperar a que nuestros seres amados partan al vielo sino hacer de cada día una celebración a la vida y no una celebración a la muerte.


En este día que recordamos a los difuntos, tenemos una enorme responsabilidad en que no es fácil hacer de lado las tradiciones. También es importante que, durante los 364 días restantes, convirtamos “el Día de los Fieles Difuntos” en “El Día de los Fieles seres amados en vida”.


Que la memoria de los nuestros, sirva de luz en un mundo que, poco a poco ha dejado de ser un remanso de amor, donde la muerte impera y vemos el dolor con profunda indiferencia.


En lo personal me gusta cómo piensan los egipcios: “Nadie muere mientras viva en nuestros corazones y memorias” y como me dice frecuentemente un primo hermano “me gusta recordarlos como cuando estaban sanos y felices “ y mi primo si que da el corazón en vida por sus seres queridos y ayuda a extraños y amigos también cabe resaltar como en tan pocos años estamos viendo la evolución de cómo el rito de recuerdo y respeto a los difuntos desde el punto de vista sociológico y antropológico va cambiando o evolucionando pero eso es para otros artículos futuros.


Que en el 2 de noviembre no quede en el olvido ningún difunto y que para todos tengamos una oración y como escuche miles de veces decir a mi madre “Que la luz perpetua ilumine sus rostros… Que Dios ilumine el mundo con amor”.

“Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21,2).

Médico.

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