Iniciaré diciendo que los seres humanos subestimamos el poder de nuestras palabras y muchas veces cuán buenos podemos ser cuando nos proponemos algo. A veces nos parece que no pasó nada. Pero llegar a los 200 artículos publicados desde el primero un 21 de noviembre de 2018 me llena de satisfacción.
No solo como país, sino como humanidad han pasado tantos sucesos que siempre hay de qué hablar, de qué analizar y de qué escribir.
En lo personal, cuando fui invitado a escribir una columna por primera vez no tenía ni la mínima noción de si podría hacerlo y fue así como inicié este nuevo reto en mi vida, el cual para este momento es terapéutico para mí.
Un primo muy querido me dijo “¿cómo harás para tener de qué escribir?” y lo que pensé fue sin duda temas hay, lo que no tengo es la capacidad de lograrlo.
Pero así llego a la columna número 200.
Entre mi columna 199 y esta han pasado varios días, más allá del promedio entre una publicación y otra pero realmente mi reflexión sobre esta columna en particular me llevó a dejar temas tan relevantes de país como la triste posición del arzobispo sobre la reelección presidencial, la elección por segunda vez de una procuradora de derechos humanos que dejó mucho qué desear en su anterior gestión, que de una u otra forma vuelven los mismos de siempre.
Temas que por fechas importantes dan de qué escribir, como el Día del Niño, el Día de la Niña, recordar el flagelo del cáncer de mama, el nuevo impuesto a los seguros, la sanción por botar basura (lo cual no es malo pero inequitativo comparado con otras sanciones), el caso del médico que por accidente atropelló un gato y fue expuesto cual delincuente cuando que no lo es; el cerrar el CENAR, que siete hospitales de la red pública tendrán menos presupuesto asignado en relación con el hospital de animales… realmente sería de no terminar de enumerar.
Cómo podía llegar la columna número 200 y desperdiciar este valioso espacio y, ¿por qué no?, significativa publicación para mí pues me permite conocerme más, saber controlar la prudencia y buscar la mejor palabra, la mejor frase tener que no escribir algo que puede ser desagradable para algunos y agradable para otros. Sin duda alguna cada día tiene su propósito, pero la lectura es clave al momento de escribir.
Sin duda alguna, “¡la batalla que ganó el hombre a la muerte cuando descubrió la escritura!”. Y así el conocimiento se comenzó a transferir de mejor manera de generación en generación.
Lo escrito no se destruye, lo transferido por la escritura no se quita y lo impreso en un periódico queda en la historia del momento que se publica y para siempre.
Nada es eterno y nada es para siempre, dirán algunos. Se construyen casas y se destruyen bosques; el mar cambia sus dimensiones y su geografía; ríos desaparecen, calles y ciudades cambian; una tía muy querida me decía: el dinero mueve montañas. En tal sentido, desde noviembre del 2018 a esta fecha mis 200 columnas publicadas espero sean una forma de transmitir mi poco o mucho conocimiento, contribuir no a cambiar un punto de vista pero sí generar discusión en torno a lo publicado, generar pensamiento critico y, sobre todo, lo más importante, como alguna vez me lo dijo mi madre: se nos puede quitar todo y perder las libertades, pero lo leído nos permite tener la mente libre.
En todo este tiempo nos llegó la pandemia, muchos enfermaron, muchos murieron, muchos atendimos y perdimos el miedo y, ¿por qué no decirlo?, “ese maldito virus “ nos cambió la vida, pero sobre todo la forma de verla y vivirla.
Gran porcentaje de mis artículos son sobre salud pública, derechos de la niñez, medio ambiente, derechos humanos y temas que puedo defender desde mi óptica. Desde el primer artículo tenía un consejero cercano y silencioso que siempre me orientó no solo a escribir pero sí a defender lo que se debe defender: mi querido primo Marcelo Brito Lara. Cada columna lleva un significado y algunas muy pocas dedicadas a personas trascendentales, grandiosas por sí mismas como fueron mi gran amigo Dr. Rolando Marquen, Arq. Alfredo Cristiani y al padre Flavian Mucci y también en gran manera este espacio me permitió abrir mi corazón con el duelo de la muerte de mi madre.
Gracias a EDH; gracias a los que insultan por que ello demuestra que llego al punto medular; gracias a mi núcleo familiar, a mis amigos y familiares cercanos que siempre están allí; gracias a los que me saludan y felicitan por esta labor, pero sobre todo saber que de una plática de sobremesa, de una homilía en misa, de una consulta medica, de un casual encuentro en un súper o en una farmacia pueden salir mis columnas y en ellas dejar plasmado mi ser y mi sentir.
Gracias a Dios por estos 200 artículos que espero un día mis nietos y demás generaciones tengan de primera mano que se puede trascender después de la muerte y aun ya no estando en esta vida sepan cómo era Ricardo Lara, un médico que en la mitad de la vida empezó a escribir, alimentar el libre intercambio de ideas y limpio debate por un mejor El Salvador.
Médico.