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¿Y dónde están sus hijos?

Un país que glorifica a Bad Bunny, a personalidades que mienten, que insultan a la mujer y que busca aprovecharse del que tiene menos  difícilmente va a tener una cultura de paz.Y ojo que ni he mencionado al gobierno.

Por Carmen Maron
Educadora

He leído, durante los últimos días, un sin fin de comentarios acerca de “si supieran dónde están sus hijos”...”eso pasa porque no están pendientes de sus hijos”, etc. No sé si quienes escriben esto simplemente están repitiendo lo que otros dicen, o son personas que tienen las facilidades económicas para poder estar pendientes de sus hijos 24/7. Si es la segunda, los felicito. Si es la primera, permítanme decirles, como alguien que fue maestra de aula por veinticinco años, que es virtualmente imposible que los padres sepan dónde están sus hijos todo el tiempo.

Vamos a imaginarnos a una familia salvadoreña promedio que “está pendiente de sus hijos” y vive en una de esas zonas relativamente seguras. El joven va a un pequeño colegio privado. En el microbús, agarran de pato a un pobre bicho que nada que ver, casi siempre el que menos capacidad económica o social tiene. La señora del micro les grita que paren, a ellos “les vale”. Vieja *****

Entran al colegio con todo incluyendo el imperdible celular, empujándose. Aunque debe  entregar el aparato, dice que no lo ha traído. El maestro, que ya se sabe el chiste, se lo exige y finalmente, nuestro alumno estrella lo entrega e inmediatamente después dice una palabrota y una amenaza que lo va a señalar con la falange cuando llegue a su casa. Y dice otra cuando resulta que tenían laboratorio de mate y él no estudió por estar viendo una serie de narcos en Netflix con el papá, que le ha robado la clave de internet al vecino, aunque puede pagar la propia. Esto después que el papá y la mamá se han pegado una gritada monumental por “la otra” ( y, el papá, le ha dicho que, de paso, sea macho), y la mamá se ha ido hecha un mar de lágrimas al dormitorio, mientras el papá abre dos regias cholas y le “enseña al hijo a chupar”.

Pero volviendo al examen, menos mal que allí está el pato a quien le obliga a darle copia, y le da las gracias con una patada. Salen a receso a jugar fútbol y cuentearse a las bichas. El bicho tiene a la de la colonia y la del colegio, así que le toca explicar que el chambre que le llegó, no es cierto, no tiene otra. El profe de educación física  llega a separarlos, a lo que el bicho escupe que ese viejo tal por cual se la va a pagar, y se va jugar fut dónde gana el equipo que más zancadillas mete.

La “seño” de la siguiente hora es la maestra que todos friegan como deporte nacional. Vuelan borradores, avioncitos, chicles mascados en lo que intenta dar clase. Nadie la deja hablar. La “seño” se harta y le da una nota para sus papás que tiene que traerla firmada al día siguiente. Otra *****

Suena la campana, y después de cuatro horas de clases, se dispone a regresar a su casa. Quiere irse a comer unos chorys con sus cheros, pero a la salida lo espera la mamá en el carro,mal parqueada y haciendo trabazón, porque tiene que ir donde el dentista. Los carros le pitan, pero ella se limita a sacarles la mano con la señal de todos conocida, todavía ardida por el pleito de ayer.

Llegan donde el dentista. Mientras esperan, el juega con su celular mientras la mamá habla con su mejor amiga, su mamá, su prima, la cuñada, y etc. del pleito de ayer a grito pelado. Finalmente pasa, y salen. Ella lo deja en su casa, con instrucciones de calentar los frijoles y pelar los plátanos para la cena. Medio se come el almuerzo de comida chatarra que le compró su mamá y después se va a la tienda. Allí, si tenemos suerte, se echa una gaseosa con sus amigos (si no, otras cosas). De allí regresa a la casa a jugar con el celular. Tres horas después regresa la mamá y le dice que qué pasó con la cena. El le dice que ha estado estudiando y sale pleito. La mamá cocina, el papá no llega y, finalmente, el alumno estrella le da la nota de la maestra a la mamá, quien se la firma, justo en el momento que llega el papá con su par adentro. Pleito  número dos de la noche y ,cuando el hijo le cuenta lo mal que da clases la maestra para zafarse del castigo por la nota , el padre la insulta y le dice que va a ir a hablar que quiten a esas mujeres tan ***** que no hicieron nada en la pandemia.

Tras dos años de proceso educativo en estas, el producto final casi no sabe leer ni escribir pero sabe ser violento, mentir, humillar al débil, robar claves de internet, y todo lo que hacen los narcos en Netflix. De moral y cívica, respeto, y consideración, cero.

Es que no es cuestión de “saber dónde están sus hijos”, es cuestión de “EDUCAR”. Yo he puesto el caso hipotético de una familia que, para El Salvador, vive relativamente bien. Ahora díganme, ¿qué se hace en el caso de una mujer trabajadora del hogar que va a la casa cada quince días o al mes? ¿De una trabajadora de maquila? ¿De alguien que vende en un carretón y de eso saca su día a día? ¿Ven lo difícil de saber “dónde están los hijos”? Pero como sociedad insistimos con que existan mujeres que críen a los hijos de otros, no los propios, o que las madres solteras reciban nula ayuda y tengan que trabajar largas horas; o como leí hoy, ¡que los vendedores ambulantes no tienen un “trabajo honesto”. (¡Por favor! Un trabajo fijo es un lujo.) y por eso hay violencia! Sería bueno preguntarse si nuestra comodidad y falta de empatía ha sido también lo que ha causado esta debacle. Un país que glorifica a Bad Bunny, a personalidades que mienten, que insultan a la mujer y que busca aprovecharse del que tiene menos  difícilmente va a tener una cultura de paz.Y ojo que ni he mencionado al gobierno. Porque si bien deberían haber políticas públicas que protegieran a estos ciudadanos, pero ¿puedo dejar que la señora que trabaja en mi hogar se vaya cada viernes y regrese cada lunes y pagar un sueldo justo, no? Por lo menos para que sepa dónde están sus hijos.

La violencia engendra violencia. Si no vemos hacia adelante y educamos para la paz, este espiral no va a terminar jamás. Así que, en lugar de decirle a quienes están buscando a sus familiares lo que no hicieron bien, siéntese con sus hijos. Comparta con ellos, no los insulte. Vea películas que eleven el espíritu. Respete las leyes de la nación y las normas del colegio. Regule el uso del celular. Limite las salidas. Llévelos a la iglesia y aprenda a decir NO. Esa palabra tan común el siglo pasado, parece ya no existir.

Un operativo y un estado de excepción no van a resolver los problemas del país a menos que cada quien se haga responsable de su metro cuadrado-su casa, algo que, tristemente, hemos descuidado en El Salvador. Nuestro futuro depende de si educamos a nuestros hijos-y permitimos que otros eduquen a los suyos- para la paz. Es decisión nuestra como sociedad. Recapacitemos.

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.

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Abandono Familiar Delitos Contra Las Relaciones Familiares Opinión

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