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Las mentiras de la reelección presidencial inmediata (V)

En realidad, la propaganda gubernamental y las huestes que la reproducen, insistiendo que la reelección presidencial es viable a pesar de la prohibición constitucional, pues lo pide la mayoría, es -simple y llanamente- ropaje del más vulgar populismo, disfraz de un proyecto fascista.

Por Enrique Anaya
Abogado constitucionalista

PUESIESQUE…con esta publicación terminamos -por ahora- la serie de textos sobre LAS MENTIRAS DE LA REELECCIÓN PRESIDENCIAL INMEDIATA, así que hoy nos referiremos a la farsa divulgada por el régimen autocrático, que asegura que el pueblo desea la reelección presidencial inmediata.


Esa MENTIRA de la propaganda gubernamental, que acólitos y bufones del régimen repiten sin cesar, se intenta justificar en dos falacias:


• Que la Constitución es intrascendente, que lo que importa es el “deseo” de la mayoría de la población, pues en una democracia “manda” la mayoría.
• Que la mayoría de la población ha expresado apoyo a la reelección presidencial del actual inquilino de Casa Presidencial.


Sobre el primer aspecto, es necesario señalar que la segunda frase del artículo 83 de la Constitución (Cn.) dispone que “La soberanía reside en el pueblo, que la ejerce en la forma prescrita y dentro de los límites de esta Constitución”.
Eso significa, entonces, que en un Estado constitucional de Derecho, el pueblo también tiene límites en el ejercicio de su soberanía: esta regla no constituye una falacia normativista, que se emitió por el mero capricho de los constituyentes, sino que es una premisa esencial para la organización racional del poder, es una necesidad para la convivencia pacífica en una comunidad.


Y es que, en esencia, la Constitución es una herramienta jurídica para la forma y el control del poder político y, en consecuencia, una vez emitido un texto constitucional que responde a los elementos básicos de una república democrática, la voluntad soberana queda reflejada en el texto constitucional: por ello, cuando el pueblo se autoregula, el soberano mismo ya no puede actuar a capricho, sino que debe ajustarse a las reglas que él mismo se impuso.
Al respecto, es esencial tener presente -recurriendo a un clásico, Mill- que democracia no significa ni equivale a TIRANÍA DE LA MAYORÍA, pues ello significaría que aquella se convierta en lo que ya en Antigüedad se denominaba oclocracia, y que -citando a otro clásico, Rousseau- supone la DEGENERACIÓN DE LA DEMOCRACIA.


Por ello, la observancia de las reglas y límites constitucionales es indispensable para el desarrollo ordenado de los pueblos, por lo que las actuaciones y decisiones del pueblo mismo están sujetas al texto constitucional, pues -parafraseando a otro clásico, Tocqueville-, en la democracia se procura que se gobierne sobre la base de la rectitud o la excelencia, no con fundamento en números ocasionales.


Así, en un Estado que se precie de democrático, el pueblo también tiene límites en el ejercicio de su soberanía, entre ellos y de modo más vital, la separación de los poderes y los derechos fundamentales, pues el núcleo esencial de los derechos humanos no está -y aquí cito a Rand- sujeto a votaciones, así sea de una inmensa mayoría.


Otro límite que tiene el pueblo en un sistema constitucional es la existencia de cláusulas pétreas, aquellas que permiten la subsistencia misma del orden político y jurídico: y, en El Salvador, resulta que el artículo 248 Cn. dispone que no podrán reformarse en ningún caso los artículos que se refieren, entre otros aspectos, a la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República.


Y, como lo hemos visto en publicación previa en esta serie, en El Salvador, la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República se manifiesta en la prohibición de reelección presidencial inmediata.


Por ello, aunque no guste a los apologistas de regímenes plebiscitarios (que son aquellos en los que haciendo caso omiso de la Constitución, de la ley y de la institucionalidad, se actúa invocando al pueblo o a mayorías ocasionales en búsqueda de respaldo y aplauso), en un Estado constitucional de Derecho, la causalidad que un líder o una decisión coyuntural cuente con apoyo mayoritario no significa, en ninguna forma, que sea legítimo, pues en una república democrática, la Constitución también rige a la mayorías, inclusive para proteger a las minorías.


Sobre el tema que vemos hoy, la otra gran mentira que la propaganda gubernamental ha instalado en el imaginario público es que una inmensa mayoría de la población desea la reelección presidencial inmediata: esto también es rotundamente FALSO, simple y sencillamente porque no se han dispuesto ni ejecutado vías democráticas para conocer cuál es la opinión, deseo o percepción del pueblo.


Así que ese discurso que el 97% o 98% de la población apoya al bukelato y la reelección presidencial inmediata es únicamente propaganda: ¿acaso se le ha preguntado al pueblo, por instrumentos democráticos, si desea una “nueva” Constitución y que en esta se incluya la reelección presidencial inmediata?


Por favor, no me digan que esa “querencia” de la mayoría de la población con un líder “enlineado” con Dios (según él mismo lo dice) se demuestra con encuestas: ya conocemos la fragilidad y el fracaso de encuestas en procesos electorales, sobre todo cuando existe un régimen autocrático (para no ir lejos, ni en tiempo ni en lugar, recordemos la sorpresas de las elecciones presidenciales en Nicaragua, en 1990; o el reciente caso de las elecciones presidenciales en Guatemala).


Por ello, en realidad, la propaganda gubernamental y las huestes que la reproducen, insistiendo que la reelección presidencial es viable a pesar de la prohibición constitucional, pues lo pide la mayoría, es -simple y llanamente- ropaje del más vulgar populismo, disfraz de un proyecto fascista.


Recordemos que democracia no es igual a mayoría coyuntural, como tampoco es sinónimo de voto: si tu voto sirve para instalar o perpetuar en el poder a un líder mesiánico que vulnera la separación de los poderes y ordena la violación masiva de los derechos humanos de miles de inocentes, tu voto no es democrático, sino que únicamente estás siendo cómplice -así votes con la nariz tapada- por el suicidio social y político de un pueblo.


Abogado constitucionalista.

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