Evidenciadas profundas fracturas entre Estados Unidos para con un buen número de las naciones al sur de su línea fronteriza con México, la Cumbre de las Américas tardíamente relevo a primer tema el de las migraciones en el continente, lo que no estaba contemplado como prioridad en las primeras versiones de su agenda. En el intento por salvar el encuentro, la Declaración de Los Ángeles se centró en aspectos nada nuevos, limitándose a reforzar decisiones ya anteriormente tomadas con énfasis en gestión de la migración regular, pero que nuevamente deja atrás la oportunidad de abordar integralmente desde sus causas raíz la complejidad del fenómeno migratorio.
La migración es síntoma de problemas mucho mayores originados en la profunda inequidad social en nuestros países. Desigualdad, injusticia y violencias son los principales impulsores de migración forzada, principalmente en el caso de Centroamérica, hacia Estados Unidos. En su discurso, el conclave en Los Ángeles no evadió señalarlo, pero las decisiones anunciadas se quedaron cortas en ese sentido.
La novena Cumbre de las Américas se realizó al mismo tiempo que un aproximado de 17 mil personas migrantes originarias principalmente de Venezuela, Haití y Cuba, así como también en menor número de Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador, se movilizaban desde Tapachula en una de las más grandes caravanas organizadas en México. Contrario a otras caravanas anteriores, ésta no fue disuelta por efectivos de la Guardia Nacional mexicana y las autoridades migratorias proporcionaron permisos para transitar en su territorio, sin obstaculizar durante el trayecto la clara intencionalidad de las personas de llegar hasta la frontera estadounidense. De esta acción, puede entenderse un mensaje de cara a la reunión pendiente de Manuel López Obrador con Joe Biden en julio próximo después de que el presidente mexicano tomara mayor fuerza como interlocutor desde su ausencia en la cumbre en Los Ángeles.
El uso del poder de contener flujos migratorios o dejarles vía libre es una moneda de cambio común para países que marcan frontera con naciones destino de las esperanzas de miles de personas que las mueve la desesperación por vivir con la dignidad y seguridad que le ha sido negada en sus lugares de origen. Países como Turquía lo ha hecho con la Unión Europea y Marruecos lo ha hecho con España, así como parece evidente nuevamente lo utilizará como parte de su estrategia México.
La inasistencia de los presidentes de México, Guatemala, Honduras y El Salvador, así como las exclusiones desde los anfitriones de la Cumbre de Cuba, Nicaragua y Venezuela, dejó sin interlocución real para hablar de migración desde el necesario enfoque de los principales países de origen de la migración irregular hacia Estados Unidos. No obstante, esto no impidió que el gobierno estadounidense anunciase invertir aproximadamente US$2.000 millones para atender el problema de la migración desde el Triángulo Norte de Centroamérica, donde se concentra también migración extracontinental en tránsito hacia Estados Unidos.
En los últimos meses del 2022, más de 7 mil 800 personas migrantes son detenidas diariamente intentando cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. En el 2021, las detenciones de migrantes salvadoreños fueron 107 mil 451, de migrantes guatemaltecos 290 mil 563 y de migrantes hondureños 334 mil 755. En el caso de El Salvador, han sido retornadas al país provenientes de México y Estados Unidos principalmente, 5 mil 041 personas de enero a abril del 2022, un aumento del 265% con respecto al mismo periodo del 2021. De estas personas, 1 mil 152 afirmaron haber migrado por razones de inseguridad.
Entre los enunciados más relevantes en Los Ángeles, Canadá ofreció recibir a 50 mil trabajadores agrícolas de Guatemala y el Caribe de forma temporal y Estados Unidos sumó 11 mil 500 visas H2B para trabajadores no agrícolas. España, país invitado como observador a la Cumbre, anunció que duplicará visas laborales para hondureños en programas de migración circular. Sin embargo, ha sido sensible la ausencia de un reconocimiento a los impactos positivos de la migración en los países de destino, así como también debe lamentarse el bajo perfil a la ineludible urgencia de fortalecimiento de sistemas de protección internacional para personas migrantes que en territorio estadounidense han solicitado refugio.
Miles de personas migrantes permanecen en la frontera sur de los Estados Unidos. Para esas personas no hubo noticias alentadoras desde la Cumbre de las Américas y para los que están por llegar el mensaje nuevamente fue claro: “no vengan”. El énfasis de las decisiones tomadas ha estado en la externalización de controles fronterizos y en que países como Costa Rica, Panamá y Belice ayuden en la contención de flujos migratorios y en la administración de la creciente ola de solicitantes de refugio.
La instrumentalización del tema de migraciones como arma política y la exaltación de sentimientos xenofóbicos y racistas con fines proselitistas impide a gobiernos generar políticas y relaciones multilaterales centradas en las personas migrantes y sus derechos, así como la implementación de abordajes capaces de vincular la migración con objetivos de desarrollo. Esto pasa por entender a la migración como un fenómeno positivo y no como un problema cuya solución solo es frenar o contener. Sin embargo, difícil que hubiera una posición distinta ante elecciones de medio término en Estados Unidos en noviembre próximo.
El avance y consolidación de regímenes autocráticos y autoritarios en la continente marca también la profundización de las causas estructurales de la migración a partir de la huida de personas ante el retorno de escenarios de violencia política donde la amenaza ya no es generada desde actores no estatales, sino desde los mismos Estados. Esto, sumado a efectos del cambio climático, implica más migración. La Cumbre de las Américas se quedó muy corta para salirle al paso a esta dimensión real de la situación actual.
Mucho se habla de la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos a nivel mundial y de la poca importancia que ha tenido América Latina en su estrategia global. Esto puede ser reversible si se reconoce como una principal fortaleza estadounidense la riqueza de su diversidad originada de la migración. Esto exige cambio de enfoques. Podría empezarse con garantías de protección internacional, integración, refuerzo al respeto de derechos laborales y portabilidad de prestaciones laborales. No es necesario esperar a una nueva cumbre de los liderazgos políticos del Continente para tomar acciones concretas en esta dirección.
Periodista especialista en Derechos Humanos @celiamedrano15.