Estamos celebrando una fiesta enorme en el corazón de los católicos como es el Miércoles de Ceniza;sin embargo, parece que será una fiesta triste, dolorosa como fue los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. Debemos preguntar nos cuál es nuestro desierto personal… Es el país un desierto… Es mi fe un desierto…
Pues parece que vivimos lejos de la mano de Dios y en una misa queremos olvidar nuestro olvido, creer que una cruz en la frente nos exime de una vida vacía lejos de nuestro Padre. Llama la atención ver a tantos católicos deambular por diferentes lugares exhibiendo una cruz que no merecemos. ¿Cómo podemos llamarnos hijos de Dios si no elevamos una oración por tantos presos que en el mayor abandono viven su cuaresma personal; hombres , mujeres, niños y ancianos inocentes que vuelven a ser polvo, verdaderos Cristos que sufren lo indecible, mientras por el otro lado hacemos lista a de víveres, de productos gourmet, se preparan las motos, las lanchas, las tiendas de campaña, se compran los pasajes que nos llevarán a lindos destino. ¿Será eso lo que es bueno ante los ojos de Dios?… No lo creo.
Todos deberíamos recibir a Dios todos los días de nuestra vida y que esa cruz no se lleve en la frente sino en el corazón. No podemos tener penitencia más dura que ver el dolor y la muerte como algo normal, pues solo dice que estamos muertos en vida, que somos más de ritos externos que de una verdadera conversión.
El país va en picada y no es difícil entender que somos los insolentes los únicos responsables de esta tragedia. ¿Cómo puede estar la cuaresma de una familia que recién enterró a su hijo después de una detención injusta…? ¿Qué decimos sobre tal tragedia? Silencio total. Hemos de volver al polvo; sin embargo, la sociedad salvadoreña vive no en el polvo sino en un fango que nos hunde más, celebrando fechas y olvidamos la solidaridad, teniendo empatía con nuestro prójimo y quizás una tan solo oración nos redimiera ante Dios.
Jesús pasó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. El país lleva más de treinta tres años de sufrir una lucha entre nosotros mismos, un país lejano de Dios no puede recibir buenas cosechas si lo sembrado es odio, intriga, mentira, muerte. ¿De qué sirve visitar una iglesia si la iglesia moderna son las trivialidades de la vida?
Triste realidad que mientras miles huyen del país y otros sufren una persecución sin nombre, sea mi mayor preocupación el disfrute de la Semana Santa. Será un consejo a la Iglesia Católica que se instituya lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo de cenizas para que tal vez estando más cerca de Dios el país se salve y que el amor de Dios venza al sufrimiento del hermano, pues si queremos tener a un Jesús entre nosotros, no tenemos uno sino más de cincuenta mil personas.
Tristemente no hay empatía y sentimos orgullo de creernos los buenos de la película y los otros son los malos; sin embargo, sino somos capaces de sentir el dolor de una familia no merecemos llamarnos católicos, pues ¿dónde queda el amor a tu prójimo como a ti mismo?… Ojalá este Miércoles de Ceniza sea un día para reflexionar y entender que ese sufrimiento de Jesús fue por nosotros y así pensemos que hay otros que sufren y sea suficiente motivo para estar cerca de Dios y evitar espectáculos baratos como es vernos pintura por fuera mientras nuestro corazón es polvo, es cenizas.
Ojalá las homilías del ciento por ciento de las iglesias lleven a la reflexión la valentía del obispo de Matagalpa (Nicaragua), monseñor Álvarez, quien tomó su cruz y dio ejemplo de lo que es ser un Cristo del siglo XXI. Sin duda alguna yo seré el menos indicado en escribir esta columna.
Médico.