Tal vez pocos recordarán aquella vieja canción italiana Peccato che sia peccato (Pecado que sea pecado). O dicho en lenguaje más común: Lástima que sea pecado. La popular cantante expresaba una idea muy común, sobre todo entre los jóvenes: El pecado es apropiación de un placer prohibido. Como quien dice: Si no estuviera de por medio esa desafortunada ley moral, podríamos darnos la gran vida.
Eso mismo pensó Eva fascinada por la apetitosa manzana que la maliciosa serpiente le ofrecía.
Pero esa simbólica manzana entrañaba veneno. Ya lo había advertido Yavé Dios a nuestros primeros padres: Si comes esa fruta, morirás. Y así entró el mal en el mundo, dañando seriamente a toda la humanidad.
El Tentador busca nuestra muerte. Es el enemigo del Dador de la vida. En su inteligencia diabólica ofrece el fruto prohibido como algo atractivo, placentero, fascinante. Nuestros antepasados cayeron en la trampa y su existencia se volvió miserable. Quedaron desnudos, humillados, desvalidos, mortales. Por suerte Yavé Dios no los abandonó y les abrió una puerta a la esperanza.
Ese relato del Génesis, con todo su valor simbólico, sigue vivo, y nosotros somos los protagonistas. Nos dejamos deslumbrar por el atractivo del mal en todas sus formas. Y mordemos la fruta prohibida que provoca el derrumbe de nuestra dignidad humana.
Pero no estamos condenados a dejarnos deslumbrar por la tentación. Yavé Dios entregó a Moisés las célebres Tablas de la Ley que contenían los indicadores para crecer en el bien y defendernos del mal. Un código moral básico y válido para toda la humanidad. Los cuatro primeros enunciados son de carácter positivo: Haz esto y vivirás. Los siguientes seis son prohibiciones: Evita estos comportamientos y tendrás una vida saludable.
En ese Decálogo de valor universal está condensado el arte del buen vivir. En contraposición al daño mortífero que acarrea el pecado, allí se diseña una propuesta de vida moral saludable.
El Decálogo refleja el amor del Padre hacia sus hijos a quienes amonesta sobre el riesgo de una vida enfermiza y las ventajas de vivir en positivo.
Corresponde a nosotros la tarea de asumir con inteligencia la ruta para un crecimiento en calidad humana, evitando cuidadosamente la senda dañina que rebajaría nuestra dignidad de hijos de Dios.
Jesús ampliará aún más el proyecto de vida para un discípulo suyo. Tal proyecto está perfilado en las conocidas Bienaventuranzas. Todas ellas expuestas en clave positiva. Como quien dice, el marco ideal de una vida feliz. O, mejor dicho, el retrato de la persona de Jesús, quien se propone a sí mismo como camino, verdad y vida.
Por supuesto que no se trata de poesía. Tampoco de un estilo de vida inalcanzable. Jesús nos dice: Síganme. Él va adelante marcando el paso. Nosotros somos sus seguidores e imitadores, lo cual exige disciplina y voluntad, como los deportistas profesionales que se someten a una exigente disciplina para lograr la meta soñada. Disciplina que contempla tanto privaciones difíciles como entrenamiento duro.
Renunciar al mal es duro, pero saludable. Practicar el bien redunda en enriquecimiento personal.
Sacerdote salesiano y periodista.