Las adversidades de la infancia afectan drásticamente la salud toda la vida. Esa es la conclusión a la que llegaron los doctores Vince Felitti y Bob Anda después de completar una investigación reciente en 17,500 adultos y sus historiales de exposición a experiencias adversas en sus infancias. Se entiende por experiencia adversa el abuso sexual, físico o emocional; abandono; enfermedad mental o dependencia de drogas de los padres; encarcelamiento de uno o ambos padres; separación o divorcio y violencia doméstica. Al relacionar la cantidad de experiencias adversas vividas por una persona con su historial de salud, obtuvieron resultados contundentes y sorprendentes.
Lo primero que descubrieron fue la enorme cantidad de menores que habían enfrentado experiencias adversas: 67% de todos los entrevistados. Algunos de ellos habían afrontado cuatro o más experiencias desagradables. El estudio muestra que, a mayor cantidad de experiencias adversas, mayor riesgo de enfermedad. Por ejemplo, una persona que en su infancia se vio expuesta a cuatro experiencias adversas presenta 2.5 mayor riesgo de padecer enfermedad pulmonar obstructiva que una persona con ninguna vivencia desagradable. Para la depresión era 4.5 veces mayor. Para el suicidio 12 veces mayor. Una persona expuesta a siete o más experiencias adversas tenía tres veces más probabilidades de morir de cáncer de pulmón y 3.5 mayor riesgo de isquemia cardíaca.
Cuando un niño vive su infancia bajo estrés grave y prolongado, como el crecer con un padre que se encuentra detenido en prisión, sufre un cambio en su fisiología. La razón tiene que ver con el eje hipotalámico hipofisario adrenal, que es el sistema de respuesta al estrés que gobierna nuestra respuesta de lucha o huida. Los niños son especialmente sensibles a la activación repetitiva por estrés, porque su cerebro y su cuerpo todavía están en desarrollo. Las dosis altas de adversidad no solo afectan la estructura y las funciones del cerebro, sino también el sistema inmunológico y hormonal. Incluso la forma en que se lee y transcribe el ADN.
La importancia del estudio de los doctores Felitti y Anda reside en que demuestra que la tendencia de las personas con infancias difíciles a fumar, beber y cometer delitos no es una cuestión de solo mal comportamiento o falta de instrucción sino una propensión que se desarrolla a partir de las afectaciones cerebrales y orgánicas de los niños. Las experiencias adversas en la infancia inhiben la corteza cerebral prefrontal, que es un área crucial para el aprendizaje. En resonancias magnéticas se pueden observar cambios significativos en la amígdala, que es el centro de respuesta al miedo del cerebro. Hay razones neurológicas suficientes que muestran por qué la gente expuesta a altas dosis de adversidad es más propensa a involucrarse en comportamientos de alto riesgo.
En los Estados Unidos ya existen centros de atención multidisciplinarios que trabajan para reducir las dosis de adversidad que enfrentaron las personas en sus infancias y para tratar los síntomas con las mejores técnicas, incluyendo visitas domiciliares, coordinación de la atención, ayuda psiquiátrica, nutrición y medicación de ser necesario. Pero también van un paso adelante al instruir a los padres sobre el impacto del estrés tóxico de la misma forma que lo hacen para advertirles del peligro que, para los niños, representan los enchufes eléctricos. A los pacientes asmáticos y diabéticos se les aplican tratamientos más agresivos dados los cambios desfavorables en sus sistemas endocrinos e inmunológicos. La prevención juega un papel esencial en la mitigación de las enfermedades y en la reducción de costos en el sistema de salud público.
Al pensar en las condiciones que la niñez enfrenta en nuestro país plagado de abusos, violencia intrafamiliar, negligencia, uso de drogas y alcohol, separación familiar y padres encarcelados, resulta abrumador cualquier intento de abordaje. Pero, esa no es razón para perder la esperanza. Se puede y se debe emprender un esfuerzo sostenido por cambiar las cosas, comenzando desde lo íntimo, en el hogar, y yendo a lo nacional con políticas públicas integrales de protección a la niñez. Al fin y al cabo, se trata de un problema que repercutirá tanto en la salud pública como en la seguridad y al que se le debería prestar la atención y los recursos justos para prevenir una nueva generación violenta.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.