Al hacer un recuento del período de vacaciones —que en realidad no es de vacaciones pero cada quién decidió hacer lo que le pareciera— llama la atención ver ese fervor religioso en la ciudad de Sonsonate, de donde soy originario y donde todo un pueblo se reúne para celebrar con todas sus fuerzas, ánimos y deseos la Semana Santa.
¡Qué bonito es que durante esa semana se dejan a un lado las profesiones, edades, sueños, diferencias ideológicas y todos se convierten en ese Jesús que fue crucificado!
Vale la pena comparar con lo que vivimos en la actualidad: justos por pecadores están siendo crucificados y siguiendo el ejemplo de Cristo, callan, sufren, oran y eso es lo que se vivió en las calles de Sonsonate. Jóvenes que, alejándose de los vicios y buscando los mejores derroteros ensayan por horas para hacer de esa música una serenata divina, una serenata que agrade a Dios; se pueden ver esas calles donde familias enteras pasan horas y horas haciendo alfombras para el gusto del feligrés, del visitante y de Dios; nadie se aleja, todos se convierten en un pequeño ejército, todos tienen una misión, todos trabajan, todos dan lo mejor para que, a través de esta fiesta, sea Dios el fiel testigo de la devoción de todo un país que pide que dejemos el odio a un lado y sea el amor de Dios quien tome las riendas del país.
El Salvador ha sufrido demasiado y cada ciudadano debe reflexionar profundamente que las soluciones a los problemas que vivimos no dependen de hombres comunes, solo Dios tiene las respuestas y eso se logra viviendo una profunda conversión donde seamos apenas barro para que Dios nos moldee y nos convierta no en montañas sino en servidores dispuestos a vivir para servir. Si no, todo se queda en un maquillaje y por dentro seguimos vacíos y egoístas.
No debe ser la Semana Santa la que nos mueva a la conversión sino que día a día debemos ser artífices de pequeños cambios positivos donde nuestra mirada vaya dirigida a los preferidos de Dios como son los niños, los pobres, los enfermos y los ancianos y vale la pena agregar: los presos que están muriendo en las cárceles.
A pesar de algunos inconvenientes suscitados en los preparativos de la Semana Santa, por dos sacerdotes que cerraron las puertas, no a la asociación Hermandad de Jesús Nazareno sino al pueblo católico y devoto de esa ciudad. Para el caso específico el sacerdote de la iglesia Santo Domingo, donde hace más de 100 años nació esta tradición, y por otro lado la iglesia del Pilar, una de las más antiguas y de mayor tradición que de un plumazo borró 100 años de tradición en que la imagen de Jesús Nazareno llega el Jueves Santo en primeras horas de la madrugada y sale el Viernes Santo en viacrucis.
Pero bien, al final de la jornada todos quedamos satisfechos de lo hermoso que fue vivir en toda su intensidad y casi en normalidad con armonía con el #COVID_19 . Ahora, debemos salir de la iglesia e ir en busca del Jesús con nombre y apellido, ese Jesús que acaba de perder su trabajo, de ese Jesús que apenas tiene para comer, ese Jesús que agoniza en el hospital y así, entender que no son los ritos los que nos llevarán al cielo sino nuestro trabajo en la tierra en busca del olvidado el que, nos redimirá ante Dios.
El país y el mundo entero viven en tensión y es aquí donde todos, sin importar la religión que se profese, seamos verdaderos agentes de cambio, aunque pertenezcamos a otra religión. No hay tiempo que perder.
Si todos avanzamos hacia un punto en común, es el país el que gana, es la niñez y la juventud las que saldrán bendecidas y, por ende, empezaremos a romper esas cadenas de odio, de envidia, de maldad. Debemos ser acuciosos a escuchar a nuestro prójimo y siquiera por una vez, dejar rivalidades sin sentido para que El Salvador sea ese país que todos deseamos que Dios nos bendiga en esta Pascua de Resurrección y que la Iglesia Católica retome las palabras del Papa Francisco: abrir las puertas de las iglesias de par en par y cada sacerdote sea un hombre feliz, alegre que contagie e invite al feligrés y que busque la iglesia y no como lo que viví con dos sacerdotes de Sonsonate. Ojalá nuestro cardenal y el arzobispo lean esta columna.
Médico.