Yo sé que muchos van a pensar “hoy sí se disparó”. Ténganme paciencia. Hay lógica detrás de esta (aparente) locura.
El año pasado, a media cuaresma, me fui a meter al almacén donde creo que todos vemos los huevos, conejos, patos y etc. de Pascua. De pronto, tuve como un tipo de Epifanía. Me recordé que, unos meses antes, había llenado una carretilla entera con toda clase de “chunches” para Navidad y había armado todo un “concepto” de luces, “chongas” y, por supuesto, el árbol.
Pero Navidad, estimados lectores cristianos, no es LA fiesta de nuestra fe. La fiesta de nuestra fe es la Pascua de Resurrección. Sí, es un misterio que Jesús haya nacido en Belén, pero es un misterio aún más glorioso que Jesús haya muerto, resucitado y esté vivo.
Ese día salí con mi carretilla llena de huevos: huevos de plástico, focos con forma de huevo, dulces con forma de huevo y un cirio para pintar, porque sabía que el huevo era significado de vida, y el conejo y los patos eran el equivalente a Santa Claus en Navidad. Cuando llegué a casa, busqué en Google, Pinterest y etc. qué hacer con los benditos huevos. Y me salió el Österbaum, o Árbol de Pascua.
El Österbaum es un árbol decorado con huevos y listones, muy tradicional en Alemania, Austria y otros países. Muchas veces se decoran los árboles que están fuera de la casa. Pensé en sacar el árbol de Navidad, pero no quería una versión Pascua de la misma cosa, así que, cuando en Pinterest vi uno hecho con un “chirivisco”, llamé a una amiga florista para que me ayudara.
Para entonces yo estaba emocionada con mi decoración para Pascua. Sin embargo, justo antes de la Semana Mayor, un amigo sacerdote me la dejó caer.
“¿Y para la Resurrección qué tiene?”.
Así que volví a Google, Pinterest y demás y descubrí el Jardín de Resurrección, que es, básicamente, una maceta grande con una maceta invertida a la cual se le pone una piedra simulando la tumba de Jesús. El vendedor del vivero me vio con cara de “vieja loca” cuando llegué el Jueves Santo a pedirles que me ayudaran a armarla, y le pregunté si tenían una piedra para vender (¿le regalo una, señora?).
Yo nunca me había hallado en dos momentos de la Semana Santa: en la tarde del viernes y la mañana del sábado. Las instrucciones son que la Iglesia guarda silencio en oración, pero siempre me fue difícil hacer eso. Así que el año pasado, al regresar de los oficios, le encontré lugar a mi jardín de resurrección y “cerré” la tumba. Luego me quedé viendo el atardecer, después boté el amor seco que uso durante la cuaresma en mi casa y me fui a dormir.
El sábado por la mañana saqué el Osterbaum, y lo puse en la mesa del comedor. Arreglé los famosos huevos en mi cocina y puse los foquitos en un plato. Y, para terminar, pinté mi cirio. Sin querer queriendo, todo esto me hizo meditar en el hecho de que Jesús está vivo. Al regresar de la Vigilia Pascual encendí mis foquitos, abrí la “tumba” de mi jardincito y encendí la velita que tenía adentro. El Señor, en verdad, había resucitado.
El Österbaum estuvo decorando mi mesa casi un mes. Todas las noches lo encendía, al igual que los huevitos. El jardín de Resurrección sí lo tuve que mover antes porque se me estaban marchitando las plantas. Pero, independientemente, cosas tan sencillas y que aparentemente nada que ver me recordaron que Jesús está vivo y le hicieron mucho bien a mi alma y corazón. Además, me recordaron que la Pascua no termina el Domingo de Resurrección y menos el Viernes Santo, sino que son cincuenta gloriosos días hasta Pentecostés. Y, cuando venían invitados y veían el árbol con huevos, la historia de la Pascua volvía a ser compartida. ¡Jesucristo ha resucitado, en verdad ha resucitado!
Fue una experiencia tan enriquecedora que este año la planifiqué “con concepto”. Encontré unos caminos de mesa que dicen “Él ha Resucitado” para poner en mi mesa. Decidí que en lugar del Jardín de Resurrección, iba a hacer un centro de mesa con el Cordero y la Cruz para mi mesa de la sala, justo dónde pongo mi nacimiento en Navidad. Mi mesa del comedor va a tener un centro de flores. Compré huevos blancos y pienso decorarlos con palabras tales como “Fe y Esperanza”. El Árbol de Pascua iba a crecer, pero decidí quedarme con el mismo, poniéndolo en un lugar más estratégico. Y si, esta vez la meta son los cincuenta días.
Mientras que no puedo quitarle el valor que tiene el Viacrucis como religiosidad popular para meditar en el sufrimiento de Jesús por amor a nosotros, debemos darnos cuenta de que la vida de Jesús no terminó el Viernes Santo y, por ende, el Viacrucís no es el momento culmen de la Semana Santa. El momento culmen es cuándo se canta el Aleluya en la Vigilia Pascual porque Cristo resucitó y sigue vivo. Y es una celebración a la que los cristianos debemos darle más y más énfasis, porque nuestra fe se basa en la experiencia con el Jesús Resucitado. El decorar para Pascua es una manera de recordarlo y de darle a este tiempo santo la importancia que merece.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Educadora.