Quienes pasamos los sesenta hemos vivido la evolución de la Semana Santa, que viene de un tiempo dedicado más a celebraciones religiosas, misas, procesiones, a como la celebramos hoy; más bien, tiempo de descanso, vacaciones, turismo, y aquí, además, con el abarrotamiento de carros en las carreteras, muchos accidentes por exceso de velocidad, conducción imprudente y agresiva, mal mantenimiento de los vehículos y el abuso en el consumo de alcohol.
En un desayuno esta semana, dijo alguien, si se sabe que habrá muchos accidentes, ¿por qué así como para las elecciones decretaron “ley seca”, no lo hacen para el fin de semana de salida y el de regreso? Se evitarían muchos accidentes y sus trágicos efectos colaterales.
Pero como el tema es la Semana Santa ayer y hoy pregunté a varios amigos qué recuerdos tienen de la Semana Santa en sus años jóvenes y, sorprendidos por mi pregunta, me respondieron: Recuerdo que el Domingo de Ramos iba con mi madre al parque a comprar los ramos, luego a misa a Catedral y antes de finalizarla, el sacerdote nos bendecía los ramos, que colocábamos en la casa en un lugar especial, sustituyendo al del año pasado.
Otro se acuerda del Vía Crucis bajo el sol y el calor de Semana Santa. Del jueves por la noche, la Procesión del Silencio, y del viernes, el Santo Entierro. Y a la par, de los mangos y los jocotes en miel, de las grandes sandías y melones del Lempa y los estrenos de pantalones, camisas y zapatos.
Otro se acordó de “Chunguito”, un ciego que iba delante con su tambor y su pito, anunciando la procesión. Y también de algunas personas, que cumpliendo sus promesas, hacían un tramo de la procesión de rodillas, rodeada por sus familiares que les ponían costales para reducir el daño de las rodillas. Pero también de los rellenos de pescado seco y las torrejas, el olor de los tamales pisques y admirar a las chicas guapas estrenando vestidos a la salida de la iglesia y paseando en el parque.
Yo guardo el recuerdo de la Procesión del Silencio, que recorría las calles en la penumbra. Los cargadores llevaban en un vaivén lento, la imagen de Jesucristo con un manto morado sobre los hombros, las manos atadas y los ojos vendados, y casi escucho las gruesas cadenas golpeándolas contra las piedras de la calle y el ruido seco de las matracas, que producíamos los muchachos que íbamos adelante, turnándonos, hasta que dolían las muñecas.
Pero entonces también había familias que se iban al mar por varios días y regresaban con la piel oscura por el fuerte sol de la costa.
Actualmente como muchas personas se han retirado de las iglesias, las procesiones ya no son tan concurridas ni largas como antaño, pero lo importante es que quienes continuamos, no perdamos la fe, sigamos participando en estas celebraciones y nos congratulemos de ser parte de la Iglesia Cristiana, en sus ramas Católica, Ortodoxa y Evangélica.
¿Y sabe desde cuándo se celebra Semana Santa? Leí que el año 325, el concilio de Nicea fijó la fecha de celebración de Pascua. A partir de entonces, cada país ha desarrollado sus formas de celebración. Desde muy religiosas en los pueblos pequeños hasta como eventos internacionales de algunas ciudades, que promueven el turismo religioso, con visitas a los lugares que se consideran santos, o la participación en las grandes procesiones, como las de Sevilla, Málaga, otras ciudades españolas y la Semana Santa Marinera, en mi querida Valencia.
Si hace tiempo que no visita su pueblo, quizás es momento de ir y recordar la Semana Santa de su juventud.
Ingeniero / pedroroque.net
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