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Responsables con el cuidado de la creación

En la defensa de los bosques los cristianos no solo protegen a los demás sino que cumplen con el mandato inicial del cuidado de la Creación.

Por Mario Vega


Calles inundadas, derrumbes y nuevas cárcavas son acontecimientos que aparecen en las noticias cada vez que llueve. Las olas de calor de mayo y junio fueron más intensas que en los últimos veinticinco años. ¿Son estos sucesos una incomodidad que los cristianos deben afrontar o son una oportunidad para su labor misionera? Para responder a esa pregunta se necesita primero dilucidar lo que se debe entender por labor misionera. Si se entiende como un enfoque exclusivo en «salvar almas», podría verse como una distracción. Pero si la base de la misión es el amor al prójimo, no es posible que los cristianos se desentiendan de las víctimas de la crisis climática.


El movimiento de Lausana, el congreso evangélico más significativo y amplio de la historia reciente, afirma en su Compromiso de Ciudad del Cabo: «Si Jesús es Señor de toda la tierra, no podemos separar nuestra relación con Cristo de la manera en que actuamos con relación a la tierra. Porque proclamar el evangelio que dice “Jesús es Señor” es proclamar el evangelio que incluye a la tierra, dado que el señorío de Cristo es sobre toda la creación. El cuidado de la creación es, por lo tanto, un tema del evangelio dentro del señorío de Cristo» (CCC I-7). En consecuencia, si el cuidado de la creación es una cuestión del evangelio bajo el señorío de Cristo, ¿cómo deben los creyentes responder ante las amenazas del cambio climático?


La Iglesia debe considerar las cuestiones climáticas dentro del relato bíblico de la creación y la redención. El cuidado del planeta no es un añadido de última hora hecho por ambientalistas al ministerio cristiano. De hecho, es la primera misión del pueblo de Dios, cuando la pareja primigenia recibió la responsabilidad de cuidar la tierra. Cuidar de la creación forma parte del andar con Jesús y los líderes cristianos son los primeros que deberían dar el ejemplo. Se puede comenzar con pasos prácticos como, por ejemplo, comprender más sobre el tema. Si bien la basura es un componente de la problemática, es el de menor relevancia. El hecho es que cada vez tendremos lluvias más torrenciales, más sequías y más calor. Los sistemas de alcantarillados deben ser rediseñados a las nuevas realidades. Sobre todo, se debe poner un alto inmediato a la despiadada tala de árboles que incrementa las escorrentías e inunda nuevas áreas por limpias que estén.


Los ministros del evangelio deben leer libros y artículos sobre la teología y práctica del cuidado de la creación. Deben enterarse de lo que dicen los científicos para no ser manipulados por los manejos propagandísticos del tema. Son personas las afectadas y vidas la que se pierden. Muchas de ellas de las mismas congregaciones. Vivir de manera justa, humilde y misericordiosa exige reconocer el propio egoísmo, adoptar nuevos hábitos y vivir en contra de la norma consumista. ¿Estamos preparados para hacerlo? Claro que es casi imposible llevar un estilo de vida perfecto, justo y respetuoso con el medio ambiente, porque somos personas heridas por el pecado viviendo en un mundo imperfecto; pero los valores del evangelio nos obligan a hacer todo lo posible.


Las iglesias deberían adaptarse y ejemplificar cómo vivió Jesús, cuidando de los demás y viviendo con sencillez. Se puede comenzar revisando la vida dentro de las mismas iglesias y luego pasando a las necesidades prácticas de la comunidad inmediata. Se debe evaluar cómo las propias prácticas pueden dañar el medio ambiente. Se debe apoyar a los agricultores locales consumiendo productos de temporada. Muchos de ellos necesitan apoyo y quien les acompañe en la defensa de sus tierras condenadas a ser encementadas. Como iglesias y parte de las comunidades, se requiere de una incidencia en defensa de las tierras con vocación agrícola para que sean preservadas como tales.


En la defensa de los bosques los cristianos no solo protegen a los demás sino que cumplen con el mandato inicial del cuidado de la Creación. Esa fue la primera de las comisiones dadas al ser humano y que nunca fue abrogada. Las condiciones climáticas actuales son la demostración evidente de la desidia cristiana. Ante tan penosa cosecha se debe reaccionar con actitud humilde para marcar la diferencia en un mundo contralado por egoístas irresponsables.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Medio Ambiente Opinión

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