Historias que importan, gracias a lectores como tú

El periodismo que hacemos requiere tiempo, esfuerzo y pasión. Cada reportaje es para mantener informado y contar historias que marcan la diferencia

Sucríbete y obtén acceso a contenido exclusivo

  
Suscribirme
EPAPER Donald Trump|Miss Universo|Diáspora salvadoreña|Pensiones|Torneo Apertura 2024

El remordimiento de Herodes

El recuerdo de Juan no lo dejaba tranquilo, en los milagros de Jesús lo veía resucitar para atormentarlo con su mensaje censurador.

Por Mario Vega

Herodes había ordenado la muerte de Juan el Bautista presionado por su nueva esposa Herodías y por la necesidad de guardar su reputación delante de sus amistades. Herodes estaba convencido de que Juan era un hombre justo, alguien a quien nunca habría querido hacer daño. Pero vencido por la sensualidad de su hijastra tuvo que dar la orden de su decapitación. Usar la cadena de mando para ejecutar al profeta ayudó a Herodes a no sentirse directamente responsable del asesinato. Las cadenas de mando crean una distancia entre el poderoso y su víctima. El poderoso puede ordenar que se hagan cosas que dañen a otros sin sentirse directamente responsable porque no ve el sufrimiento que inflige.

Pero a pesar de la distancia que tomó de su víctima, Herodes no pudo dejar de experimentar pesar y remordimiento. Siempre tuvo muy en claro que el pueblo tenía a Juan por profeta y que era él quien lo había ejecutado por conveniencia. Cuando la fama de Jesús comenzó a crecer, su culpa salió a flote. Herodes supo de la fama de Jesús «porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes… Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos» (Marcos 6:14, 16). El recuerdo de Juan no lo dejaba tranquilo, en los milagros de Jesús lo veía resucitar para atormentarlo con su mensaje censurador.

La culpabilidad de Herodes aumentó con los acontecimientos políticos que siguieron al asesinato de Juan. El divorcio de Herodes enfureció a su antiguo suegro, el rey de Nabatea, quien lo atacó con su ejército. En la batalla las fuerzas de Herodes fueron derrotadas contundentemente. La derrota fue tanto más grave por cuanto los judíos la consideraron un castigo divino por haber ejecutado a Juan. Así lo relata el historiador Flavio Josefo: «Ahora bien, algunos de los judíos pensaban que la destrucción del ejército de Herodes procedía de Dios, y eso muy justamente, como castigo de lo que hizo contra Juan, que se llamaba el Bautista» (Antigüedades 2:116).

Desesperado por su fracaso militar, Herodes pidió ayuda al emperador Tiberio, quien ordenó a Vitelio, gobernador romano de Siria, que capturara al rey de Nabatea vivo o muerto. Pero para mayor desgracia de Herodes la expedición de Vitelio apenas había comenzado cuando el emperador Tiberio murió en el año 37 d.C. Muerto el emperador, Vitelio, que no era gran amigo de Herodes, detuvo el ataque y decidió esperar instrucciones del nuevo emperador Cayo. Pero éste, tenía planes diferentes. Lo primero que hizo fue otorgar a Agripa, sobrino de Herodes, el título de rey. Llevado por su perenne ambición y aspiraciones de grandeza, Herodes se sintió animado a solicitar el mismo título que había recibido su sobrino.

Se cree que Herodías, quien era hermana de Agripa, jugó un papel importante en espolear a Herodes a solicitar el título real, lo cual le otorgaría a ella el de reina. Herodes se embarcó rumbo a Roma para presentar su petición, pero, maldito por la sangre inocente de Juan, al mismo tiempo llegaron a Italia enviados de Agripa para acusarlo de traición. Se trataba de una manipulación habilidosa que Agripa hacía con el propósito de deshacerse de su tío Herodes.

El emperador Cayo creyó a las acusaciones. Un elemento que pesó en esa decisión fue el hecho de que Herodes había acumulado una gran cantidad de armas que, supuestamente, usaría en contra de los romanos, aunque Herodes siempre argumentó que eran para su guerra contra Nabatea. Como resultado, el emperador destituyó a Herodes, su territorio se lo anexionó al reino de Agripa y lo desterró lejos de sus antiguos territorios. El emperador quiso mostrar compasión a Herodías porque, al fin y al cabo, era hermana de su nuevo protegido Agripa. Pero Herodías rechazó el perdón imperial y decidió acompañar a Herodes al exilio. No hay seguridad de si fueron enviados a Lyon, hoy Francia, o al norte de España. El hecho es que Herodes y Herodías se pierden en la historia entre la vergüenza, la pobreza y la pérdida del poder que abusivamente usaron para sus intereses egoístas.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

KEYWORDS

Cristianismo Lucha Contra La Corrupción Opinión

Patrocinado por Taboola

Inicio de sesión

Inicia sesión con tus redes sociales o ingresa tu correo electrónico.

Iniciar sesión

Hola,

Bienvenido a elsalvador.com, nos alegra que estés de nuevo vistándonos

Utilizamos cookies para asegurarte la mejor experiencia
Cookies y política de privacidad