El mensaje de Jesús fue una propuesta contracultural osada. Su enseñanza produjo una ruptura radical con la manera cómo las personas entendían la vida en su tiempo. Sus posturas fueron tan disruptivas que le supusieron rechazo, incomprensión, odio y muerte.
Entre otras cosas, despreció los rituales religiosos de purificación para exigir la pureza del corazón. Condenó a los religiosos ostentadores y alabó la fe humilde que se practica en privado. Rechazó la ambición y recomendó el servicio. Colocó a la persona humana por arriba de lo que la gente consideraba sagrado. Su insistencia mayor fue la del amor.
El Sermón del Monte es una de las colecciones más impactantes e inolvidables de las enseñanzas de Jesús. En una sociedad en donde la compasión se consideraba una debilidad poco varonil, fue enfático en la necesidad de perdonar y no vengarse. «Si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno». No hay muchas diferencias entre la sociedad de Jesús y la nuestra. Vivimos en un ambiente de agresividad e irrespeto espeluznantes. Se alienta el odio y los insultos en contra de personas a quienes ni siquiera se conoce y, todo, por parte de una población que se dice abrumadoramente creyente y seguidora de Jesús.
Si no existe la capacidad de seguir una instrucción tan sencilla como la de no insultar a nadie, mucho menos se pondrán en práctica enseñanzas que fueron más allá de eso. Mientras se recomendaba la venganza sobre la base del «ojo por ojo, y diente por diente», Jesús estableció: «No resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla. Si te demandan ante el tribunal y te quitan la camisa, dales también tu abrigo. Si un soldado te exige que lleves su equipo por un kilómetro, llévalo dos». Las exigencias de Jesús resultan inconcebibles para el sentido común, pero son la evidencia de un auténtico cristianismo.
Sin tregua ninguna, Jesús añadió como culmen de su enseñanza: «¡Ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen! De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual. Si sólo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo. Si eres amable sólo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo. Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto». Quien no sea capaz de perdonar y amar en lugar odiar, podrá aparentar ser creyente o religioso, pero estará muy lejos del Dios de Jesús.
Lo que Jesús condenó con mayor firmeza fue la hipocresía. Aquella que finge religiosidad o temor de Dios, pero al mismo tiempo se ensaña contra los pobres usándolos en beneficio propio. «¡Y cómo les encanta ocupar los asientos de honor en las sinagogas y sentarse a la mesa principal en los banquetes! Sin embargo, estafan descaradamente a las viudas para apoderarse de sus propiedades y luego pretenden ser piadosos haciendo largas oraciones en público. Por eso serán castigados con más severidad». Ay de aquellos que instrumentalizan el sufrimiento ajeno para parecer benefactores, cuando en realidad solo les interesa lo que los demás piensen de ellos. Almas mezquinas y miserables que se encuentran lejos de la luz, hundidos en una vergüenza que los verdaderos cristianos descubren sin dificultad.
«Cuando le des a alguien que pasa necesidad, no hagas lo que hacen los hipócritas que tocan la trompeta en las sinagogas y en las calles para llamar la atención a sus actos de caridad. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que ésa». Hoy, como ayer, Jesús sigue incomodando. La agudeza de sus enseñanzas mantiene vigencia permanente. Por esa razón, hoy, como ayer, se continúa odiando a quienes lo representan y son fieles a su mensaje.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.