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Medardo Gómez: Pastor de fe, justicia y esperanza para los migrantes y los pobres

Su visión era clara: si no se generaban oportunidades dignas en el país, miles de salvadoreños seguirían emprendiendo caminos inciertos en busca de una vida mejor. Por ello, insistió en la necesidad de una economía solidaria, basada en la justicia y el bienestar común, donde las iglesias tuvieran un papel activo en la construcción de alternativas para quienes más lo necesitaban.

Por Cesar Rios

El Salvador despide a uno de sus más grandes líderes espirituales y defensores de los derechos humanos, el Obispo Medardo Gómez, pastor de la Iglesia Luterana y un incansable luchador por la paz y la dignidad del pueblo salvadoreño. Su legado trasciende lo religioso y se inscribe en la historia del país como un faro de esperanza, especialmente para los más vulnerables, incluyendo a los migrantes, desplazados y víctimas de la violencia.

Desde sus inicios en el ministerio pastoral, el Obispo Medardo Gómez entendió que la Iglesia debía estar presente en la vida cotidiana de quienes sufrían desigualdad y exclusión. Su compromiso con los más pobres lo llevó a trabajar en comunidades golpeadas por la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades.

Durante la Guerra Civil en El Salvador (1980-1992), su labor pastoral se convirtió en un acto de valentía. Su iglesia se convirtió en un refugio para miles de personas que huían de la represión y la guerra. Fue un defensor incansable de los derechos humanos, brindando ayuda humanitaria con medicinas y alimentos a quienes más lo necesitaban. Creía firmemente en que la fe debía traducirse en acciones concretas, recordando siempre la enseñanza: “Si has de orar por él, no lo dejes ir sin comer”.

En este contexto, también acompañó a muchas familias que enfrentaron el dolor de la migración forzada. Como pastor, entendió que la violencia, la falta de empleo y la desesperanza eran las principales razones que empujaban a los salvadoreños a buscar un futuro en otros países. No solo ofreció consuelo a quienes se quedaban, sino que también se convirtió en un defensor de los derechos de los migrantes, denunciando las injusticias que sufrían tanto en el camino como en sus destinos. Su voz fue clave en la defensa de quienes huían del conflicto, buscando siempre la protección de los derechos humanos más allá de las fronteras nacionales.

El Obispo Medardo Gómez no solo fue un defensor de la justicia en tiempos de guerra, sino que también trabajó incansablemente en la reconstrucción del tejido social tras los Acuerdos de Paz de 1992. Comprendió que la paz no solo se trataba de silenciar las armas, sino de generar oportunidades económicas y fortalecer el desarrollo de las comunidades.

Con esta visión, fundó el Foro ecuménico de Iglesias de El Salvador, una plataforma que promovía el desarrollo social y económico desde la fe, buscando alternativas para combatir la pobreza y generar oportunidades dignas para las comunidades. Su liderazgo en este espacio permitió fortalecer iniciativas de producción local, cooperativismo y solidaridad económica, como una forma de empoderar a las comunidades y evitar que la migración forzada siguiera desmembrando a las familias salvadoreñas.

Su visión era clara: si no se generaban oportunidades dignas en el país, miles de salvadoreños seguirían emprendiendo caminos inciertos en busca de una vida mejor. Por ello, insistió en la necesidad de una economía solidaria, basada en la justicia y el bienestar común, donde las iglesias tuvieran un papel activo en la construcción de alternativas para quienes más lo necesitaban.

Hoy, con su partida, El Salvador pierde a un líder, pero su legado sigue vivo. Su vida fue un testimonio de lucha inquebrantable por la justicia y la dignidad humana. Su trabajo en favor de los pobres, los migrantes y los excluidos dejó una huella imborrable en la historia del país.

Desde la Asociación Agenda Migrante y todas las organizaciones que compartieron su lucha, su nombre será recordado con gratitud y respeto. Descanse en paz, Obispo Medardo Gómez, un hombre de fe, de justicia y de amor incondicional por su pueblo.

Asociación Agenda Migrante 

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Cristianismo Inmigrantes Salvadoreños Opinión

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