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Decepción con Dios

El sábado por la noche celebramos la Vigilia Pascual, esto es, al Señor Resucitado. El domingo fue Domingo de Resurrección. Quizás, como Margarita o como yo, se sienta decepcionado o decepcionada de Dios, y está bien. Pero yo lo animo a que exprese  todo lo que tiene adentro, aun lo que da miedo decir. Experimentar la Resurrección es lograr conocer a Jesús en medio de nuestras dudas, temores y frustraciones.

Por Carmen Maron
Educadora

       Durante la Pandemia, un amigo me facilitó un curso de Tanatología y Duelo.  Una  de las personas con las que trabajé estaba luchando con encontrar cómo sentirse ante la inminente muerte de su madre a raíz de una enfermedad terminal. La madre estaba consciente que eran sus últimos días.  Una de las cosas más difíciles al tratar con el tema de la muerte es hacer entender al doliente que esa frase de "nos volveremos a ver" es algo vago. Aún en los casos en que puedo partir de la fé, es difícil para las personas entender que en la otra vida, no vamos a platicar como lo hacemos en esta. Lo que pasa después de la muerte es un gran misterio.


    Margarita (nombre ficticio de quien me permitió compartir su historia) estaba luchando con dos sentimientos. El primero era una profunda desilusión con Dios, y el segundo, el dolor de perder justamente esa relación de día a día con su madre. Aunque anteriormente había ido dónde un sacerdote muy sabio, que había validado sus sentimientos, todavía se sentía culpable. "Me siento," me decía, "decepcionada de Dios".


    La experiencia con el Señor Resucitado, por alguna extraña razón, no nos cala a los seres humanos. Podemos de alguna manera identificarnos con el Niño de Belén, podemos de alguna manera (aunque en menor grado) identificarnos con la Pasión. Pero ¿cuántas películas han visto que traten de la Resurrección? Y no hablo de alguien que volvió del cielo, sino de la Resurrección del Señor. Los mismos discípulos no lo creyeron. Es más, hubo dos que entraron en una crisis tal que decidieron regresar a su pueblo, probablemente buscando olvidar. En el camino iban hablando cuando se les unió otro hombre, que aparentemente no sabía toda la tragedia de Jesús. ¡El único que no la sabía! El único que no entendía que "¡nosotros esperábamos que él sería el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto." y nada había pasado. ¡Qué decepción! ¡Qué pérdida de tiempo seguir a un Mesías que había hecho milagros pero había muerto!


     El hombre "comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas," les explicó que el Mesías tenía que padecer. Y la conversación estaba tan buena que cayó la tarde. "Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba," le rogaron. Y allí, en esa mesa, en ese pueblito de Emaús, el extraño tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio, y cuándo se dieron cuenta que era el Señor, desapareció de su vista. De la decepción a encontrarse con el Señor. Una historia que se repite y se repite miles de veces en la vida de miles de personas. 


       Si leemos los Evangelios, Jesús, después de la Resurrección, aparece y desaparece. Ya no está con los discípulos a tiempo completo. Y ellos, aún sabiendo que ha resucitado, no tienen muy claro que hacer. Los vemos reunidos, y también pescando. Y los vemos, hasta el final, preguntándole a Jesús si va a instituir un reino terrenal. 


     La fe en el Jesús Resucitado es fe justamente porque no entendemos como obra en nuestro presente, y muchos menos en nuestro futuro próximo, por no decir fuera de esta vida. Si me preguntan si le tengo miedo a la muerte, mi respuesta es que sí. ¿Quién no le tiene miedo a lo desconocido? Pero también le tengo miedo a muchas cosas en la vida. Y muchas veces, en medio de esos temores y dudas me siento decepcionada y frustrada. Señor...he orado veinte años por esto y Tú como que te obstinas en no contestarme. Señor...¿no eras Tú el que me iba a dar hijos? Señor...¿cómo es posible que haya tanta injusticia?. Señor...Señor...


   "Yo esperaba", me dijo Margarita, "que mi mamá me viera casada. Nunca ocurrió". Se echó a llorar. "Cuando pienso en su muerte, egoístamente pienso en todo lo que nunca pasó. En lo que nunca pudimos hacer. Me enojo con Dios. Y me siento decepcionada al ver que otras mujeres tuvieron lo que yo no tuve. ¿Me entiende?".


     Perfectamente. Y sé que muchos lectores también. Con diferentes palabras, en diferentes circunstancias. Nos han enseñado que sentirse enojado o decepcionado con Dios es... malo. Y esa decepción y ese enojo crecen y crecen y se vierten hacia la "religión organizada" y eventualmente llegamos a la conclusión que "mejor no meterse en la religión", o peor, seguimos en la "religión" y acallamos esos sentimientos hasta ya no sentir nada. Pocos nos aconsejan en nuestros momentos de dolor y frustración que lo más sabio es esperar, aunque sea tarde y el día se acabe.


      Con Margarita, trabajamos en priorizar el tiempo que le quedaba con su madre. Llegaron a poder hablar de su partida tranquilamente. Decidieron hacer del tiempo que les quedaba algo que ambas recordaran. Primero, se hicieron un photoshoot. Luego, acompañadas de una enfermera, viajaron a la Basílica de Guadalupe "algo hermoso y doloroso a la vez", como me dijo Margarita. Cuando ya su madre estaba en silla de ruedas, comenzaron a invitar a parientes y amigos para despedirse. "No todos quisieron venir, muchos no pudieron manejar la idea de tomar café con una enferma terminal para decir adiós." Margarita pidió a los que fueron que le llevaran flores a su madre si querían llevarle algo. Las últimas semanas de la señora estuvieron llenas de arreglos florales, e incontables fotografías con amigos y parientes. Un sacerdote llegaba a verla todas las semanas, y también una psicóloga. 


      La madre de Margarita murió dormida mientras tomaba una siesta después de almorzar. "A pesar de todo, y del dolor que siento, nuestros últimos meses juntas fueron felices. Esa mañana, justamente, había llegado el sacerdote a verla, yo no tuve nada que hacer, así que pasé con ella casi toda la mañana. Nunca tuve que enfrentar mis peores temores, como verla entubada. Y a través de todo el proceso, mi decepción realmente se tornó en gratitud por esos últimos meses, más cuándo su último día fue tan providencial".


      El sábado por la noche celebramos la Vigilia Pascual, esto es, al Señor Resucitado. El domingo fue Domingo de Resurrección. Quizás, como Margarita o como yo, se sienta decepcionado o decepcionada de Dios, y está bien. Pero yo lo animo a que exprese  todo lo que tiene adentro, aun lo que da miedo decir. Experimentar la Resurrección es lograr conocer a Jesús en medio de nuestras dudas, temores y frustraciones. Es decirle que se quede con nosotros aunque parece que se hace tarde y termina el día. Es reconocerlo en nuestro Emaús.

Educadora.

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Cristianismo Opinión

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