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Navidad: ¿paréntesis ilusorio o esperanza radical?

No hay derecho a resignarnos a las tristezas del mal. Jesús baja a lo más profundo de esta humanidad humillada y enferma de pecado para ofrecerle la posibilidad de una vida nueva con sabor de santidad

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

El entorno de la Navidad es un contagio de alegría expresada de mil modos: pesebres, árboles de navidad, ángeles, villancicos, regalos, festejos familiares, juegos pirotécnicos, comidas sabrosas y muchas sonrisas, besos y abrazos. Las iglesias se llenan de fieles que exhalan paz y alegría.

¿Será la fiesta de Navidad una pausa romántica para cerrar los ojos a la cruda realidad de las numerosas guerras, catástrofes ambientales, pobreza desnuda y crisis de todo tipo que siembran dolor y desesperanza?

Cuando se apague ese júbilo que nos devuelve el candor de nuestra niñez lejana, ¿volveremos de nuevo a la monótona realidad teñida de preocupaciones económicas y tensiones domésticas o nacionales? ¿Habrá sido la Navidad una evasión agradable pero efímera?

Habría que escarbar un poquito sobre la genuina Navidad, aquella del Niño que nació de padres fugitivos en un corral desamparado. El Hijo de Dios que se solidariza con una humanidad azotada por la violencia. Solidaridad activa, pues trae un brote de salvación. Es la encarnación de la esperanza para una humanidad afligida por los estragos del pecado.

Será Jesús de Nazaret quien nos ofrece la posibilidad de una vida nueva teñida de paz y alegría. No una oferta romántica, sino totalmente real. El amor de Dios que se ofrece sanante a corazones heridos. Gloria a Dios en la tierra y paz a los hombres amados por Dios.

No hay derecho a resignarnos a las tristezas del mal. Jesús baja a lo más profundo de esta humanidad humillada y enferma de pecado para ofrecerle la posibilidad de una vida nueva con sabor de santidad. El Hijo de Dios hecho hombre es la oferta real de que podemos vivir en plenitud, liberados del mal y constructores de bien. La esperanza cristiana no es un sueño ilusorio. Es la energía dinámica de nuestro hermano Jesús que abre caminos nuevos para la humanidad.

Se esfumarán los villancicos y se apagarán los farolitos navideños. Pero Jesús nuestro Señor queda con nosotros acompañando nuestros frágiles pasos en un camino nuevo. La esperanza se reafirma con la convicción de que Dios nos ama. Con Jesús en el corazón podemos emprender confiados la tarea de construir cielos nuevos y nueva tierra, donde eche raíces el amor que nos transforme en hermanos.

Las fuerzas del mal seguirán activas y amenazantes. Pero en nuestros corazones arderá el amor divino que vence al mal y posibilita una vida anclada en Dios.

Sacerdote salesiano y periodista.

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Cristianismo Opinión

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