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La imbatibilidad de la verdad

Para asegurar ubicarse del lado correcto de la historia tan solo hay que sostener la verdad, aquello que coincide con la realidad objetiva. Hay que escuchar mucho, comparar, contrastar, despojarse de todo sensacionalismo, buscar los elementos objetivos de cada razón, de cada afirmación. Haciéndolo así no se sufrirán daños, pues la verdad es el principio fundamental de todo.

Por Mario Vega

La verdad es la relación consecuente entre lo que se afirma y la realidad objetiva. Dentro del rango de sus significados incluye objetividad, validez, fidelidad, solidez y confiabilidad. La verdad expresa el estado genuino de un asunto en oposición a uno falso. En ese punto es donde reside la debilidad de la mentira. Entre la deshonestidad en lo que se dice y la realidad objetiva el discurso lleva las de perder, pues lo objetivo es lo que es y no puede ser alterado por las palabras. Una persona solo puede ser honesta con la realidad o, de otra manera, chocará con ella.

Cuando una persona habla la verdad se coloca en acuerdo con los hechos y la realidad. Por el contrario, cuando la tergiversa, se revela contra toda evidencia mostrando estar equivocada o mintiendo. Afirmar lo falso por desconocimiento o por error es ignorancia, pero hacerlo con el fin de alterar los hechos implica malignidad. La intención premeditada de engañar o manipular a los demás adquiere una dimensión ética negativa. Esa es la razón por la que Jesús tildó a los mentirosos de ser un engendro de Satanás: «Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Juan 8:44).

La expresión de la mentira en los dirigentes religiosos no solo se manifestaba en pronunciar palabras deshonestas sino también en rechazar las afirmaciones ciertas de Jesús. «Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis» (v. 45). La verdad de Jesús quedó demostrada cuando los hechos en torno a su persona evidenciaron coherencia con sus discursos. Por el contrario, las palabras de los religiosos se mostraron inconsistentes con la realidad. La verdad es invencible porque lo objetivo siempre la demuestra. Es solo cuestión de tiempo para que los discursos demuestren su verdadera naturaleza. La verdad puede ser suprimida y aplastada, pero se levantará de nuevo.

Cuando una persona es honesta y expresa lo que está apegado a la realidad objetiva, es rechazada y vilipendiada por aquellos que tienen el propósito expreso de engañar y manipular a los incautos. Pero el desplazamiento de las narrativas con relación a la realidad solo puede ser temporal. La mentira, por su propia naturaleza, no puede vivir para siempre. Requiere de mucho esfuerzo el que las personas no perciban la realidad y, aun cuando ese esfuerzo se sostenga, terminará por agotarse. Entonces los demás descubrirán que las cosas no fueron las que se les dijeron y, para eso, allí estará lo objetivo, lo seguro, dando fe sobre quién mintió y sobre quién dijo la verdad. La última palabra se encuentra en la realidad, esa es la verdad.

Son las personas honestas las que, llegado ese momento, aceptan el engaño del que fueron víctimas y reaccionan enmendando sus errores. Si en su irreflexión llegaron al extremo de ofender y atacar a quienes siempre les dijeron la verdad, pasan a disculparse y a ser más prudentes en el futuro. La verdad nunca daña una causa que es justa, de manera que si necesita recurrir a la mentira es porque se trata de una canallada. La historia humana muestra que el camino de la verdad siempre ha vencido. El arco del universo moral es largo, pero se inclina siempre hacia la verdad. Ha habido mentirosos, manipuladores, tiranos y corruptos que por un tiempo parecieron invencibles, pero al final, siempre cayeron derrotados. Siempre, sin excepciones. Es la imbatibilidad de la verdad.

Para asegurar ubicarse del lado correcto de la historia tan solo hay que sostener la verdad, aquello que coincide con la realidad objetiva. Hay que escuchar mucho, comparar, contrastar, despojarse de todo sensacionalismo, buscar los elementos objetivos de cada razón, de cada afirmación. Haciéndolo así no se sufrirán daños, pues la verdad es el principio fundamental de todo. Se debe cultivar la altura moral que corresponde a las personas honradas, aquellas que, aunque en detrimento propio, siempre optan por lo cierto. Lograr tal altura no es fácil y tampoco cómodo, pero es la única garantía de integridad.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Opinión

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