"En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: “ ‘Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto…’ ”.
Parece que la lectura anterior va dirigida al pueblo salvadoreño, que ha dejado de adorar al Señor Dios para adorar los ídolos. Básicamente es el gozo personal exagerado que nubla el buen tino del salvadoreño, ídolos como el licor, el odio, la marginación, el insulto en las redes sociales, la falta de humanidad y solidaridad, la violencia y falsos pastores que predicando la palabra de Dios, lamentablemente toman a manos llenas las pocas monedas del que ofrenda.
Si el Señor tardó 40 años en sacar a su pueblo de Egipto, ¿será que viviremos eternamente en esta confrontación entre “buenos y malos?”.
Somos hombres y una sociedad de poca fe; parece que no entendemos que le fallamos a un Dios celoso, que castiga el pecado de padres, hijos, nietos y bisnietos; sin embargo, no nos damos cuenta de que nuestras túnicas pueden lucir cristalinas, pero si nos preguntásemos ¿dónde está nuestro corazón? ¿Está en nuestro pecho o somos capaces de darlo a nuestro hermano?
Tristemente la respuesta es que nuestro corazón bombea ego, ira, frustración, mentira, placeres y en esa confusión, son ídolos a quienes se adoran en nuestras tierras pues, el discernimiento ha desaparecido. No somos capaces de entender que el dolor del otro es mi dolor, es el dolor de Cristo en la cruz, que el hambre del otro es mi hambre, pero no vivimos de acuerdo al gozo de Dios sino que somos esclavos de nosotros mismos, vuelven los ritos externos a tomar relevancia: un Miércoles de Ceniza en que las iglesias no dan abasto para albergar a santos y pecadores, poco importa andar una cruz garabateada en nuestra frente, más parece que lo hacemos en función que otros nos miren, dar una falsa impresión de que “somos buenos católicos”; sin embargo, esa cruz debería ser marcada en nuestro corazón para que haya paz, justicia y solidaridad en nuestra sociedad, dejar por un momento el revanchismo y como nación hacer a un lado los ídolos y volvernos Cristo céntricos, vivir por y para Cristo.
“Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.
Pareciera que nos hablan, hemos convertido la casa de Dios en un mercado donde no entendemos que en cada eucaristía está Dios presente, sin embargo entre llegar tarde, saludar a otros y apenas dar unas monedas nos realizará o convertirá, poco importa que suene un celular e interrumpir tan santo momento; por suerte aún hay sacerdotes que expulsan a estos idólatras que creen que ellos son los dueños de las iglesias cuando son “católicos de “mentiritas” a los que poco importa seguir los pasos de Cristo, vivir como Cristo, sufrir como Cristo, amar como Cristo y es ahí donde podremos sentir el orgullo de ser hijos de Dios, y darle a la iglesia Su lugar.
A veces hay personas indigentes que piden una limosna a la salida de la misa; sin embargo, quizá nunca hemos reparado en sus nombres, en sus necesidades, aun, evitamos darles la paz. ¡Eso somos! Cuando sería una dicha entender que la mujer ciega que está pidiendo una limosna es Lázaro, que el joven en silla de ruedas que espera que nuestro corazón sea dadivoso es el Lázaro por los que vino Dios, no por nosotros.
Tenemos que ser libres, no esclavos, y eso solo lo seremos cuando realmente entendamos que la Iglesia es la casa de Dios, no un mercado ni un centro social. Tomemos nuestra Biblia y oremos para tener el discernimiento de que nuestra vida y obra sea lo que a Dios agrada y no al hombre. San Josemaría Escrivá en su libro camino nos dice en el punto de camino 364 ¡Ah, si te propusieras servir a Dios “seriamente”, con el mismo empeño que pones en servir tu ambición, tus vanidades, tu sensualidad!… nuestros Propósitos fueran mejores y por ende nuestro accionar.
Médico.