…de que entres a mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarle”. Al entrar en Cafarnaum, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará para curarle”. Vale la pena poner como ejemplo al centurión que, en su indestructible fe, sabe que basta tan solo una palabra para que sanen a su sirviente; con tal ejemplo debemos preguntarnos quiénes somos: ¿El sirviente, el centurión o una sociedad que rebalsa de una religiosidad hipócrita y se aleja poco a poco de una verdadera espiritualidad?
Estamos en el Miércoles de Ceniza, cuando somos marcados con la cruz en nuestra frente. A veces más parece otro rito donde nos importa más que el otro nos vea como hombres de fe.
El Miércoles de Ceniza debe ser una fecha que se debe vivir con toda intensidad cada día de nuestras vidas con conversión, arrepentimiento, oración, penitencia y misericordia y solidaridad con nuestros hermanos, sabedores de que es nuestro corazón el que, marcado por la ceniza, nos lleva a un modelo de vida en que es nuestro ejemplo es Cristo.
Sin embargo, parece que El Salvador, a pesar de ser uno de los países más cristianos en Latino América, no se aprende la lección. Podemos preguntarnos ¿por qué pasan tantas tragedias en la sociedad salvadoreña?
Queda demostrado, que somos una sociedad de ritos externos. Mientras las iglesias se abarrotan de gente y llevamos una cruz garabateada en la frente, esa cruz debe estar marcada en nuestro corazón, en nuestros pensamientos, en nuestra manera de vivir.
El Miércoles de Ceniza es un día especial en el cual se debe poner en práctica el ayuno y el arrepentimiento, para dar inicio a los 40 días de penitencia en los cuales los católicos buscamos purgar nuestros pecados y dedicar tiempo a Dios. Vale preguntarnos ¿a qué abstinencia se refiere? ¿A ser verdaderos hijos de Cristo o a vivir de ritos paganos? ¿Ayunamos de pecados o solamente es otra fecha a celebrar?
Cada quién debe responderse. ¡Dios es poderoso y omnipresente! Los ausentes somos nosotros, un puñado de infieles que si cambiáramos de verdad, pensáramos, actuáramos y viviéramos como a Dios le goza.
Debemos hacer una verdadera introspección sobre si hacemos lo que agrada a Cristo o ni por cerca tenemos la fe del centurión. No se trata de lucir una cruz en la frente. Esa cruz debe ser marcada en nuestra forma de vida, de cómo nos referimos al otro, en la manera de seguir las huellas que Cristo va dejando por árido o difícil que parezca el terreno y dejar de buscar veredas que no nos llevan a nada, más que a un engaño del que tristemente los únicos engañados somos nosotros porque Dios sabe nuestras verdaderas intenciones.
Este Miércoles de Ceniza da inicio a la cuaresma, pero nuestro modelo de vida se inclina hacia dar rienda suelta a los placeres terrenales. Y_en la Semana Santa es cuando las iglesias lucen más vacías pues el “católico” abandona la casa de Dios para volcarse a ríos, lagos, montañas y mares, todo depende del dinero que se disponga. Pero Dios nos llama a ser centuriones, tener esa enorme fe para jamás amilanarnos, sino que, como buenos soldados de Cristo, vivir en gracia con Él.
Nuestra casa no debe ser una casa construida con ladrillos y cemento sino que una fortificación rodeada de fe, esperanza y caridad; lista para defender la Palabra de Dios, una casa llena de ejemplos de vida; por supuesto que no todo resulta fácil, pero es ahí, en esa dificultad que está Dios. ¿Quién ha dicho que ser un verdadero cristiano es fácil? Sabemos que entre más cerca estemos de Dios, las pruebas serán más difíciles y será el momento en que seremos verdaderos centuriones.
Dejemos de darnos golpes de pecho ante la leche derramada; debemos ser ejemplos de vida como agrada a Dios, luchar por la justicia, porque nuestra vida sea quizá sencilla pero cristalina, límpida; donde podamos decir con regocijo: “Señor, sí soy digno de que entres a mi casa”; ser verdaderos robles, finos caobas y no apenas chiriviscos de la fe.
Médico.