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El padre de la mentira

La desinformación es una forma de mentira a gran escala que contribuye a tensiones y conflictos que eventualmente pueden conducir a grandes crisis. Aunque la relación entre una mentira individual y una crisis en particular puede ser compleja y difícil de probar, es un hecho que ha sucedido repetidas veces en la historia humana. La mentira en el ámbito de la política y la diplomacia a menudo juega un papel preponderante en la génesis de los conflictos sociales.

Por Mario Vega

Decir la verdad nunca daña a una causa justa. Pero si se necesita mentir, de ninguna manera se puede pensar que la tal causa sea justa como tampoco las personas que la impulsan. Decir la verdad y ser honesto consigo mismo es siempre el camino correcto. Mentir implica una falta de sinceridad y una intención premeditada de engañar o inducir a confusión a otra persona. La mentira siempre lleva implícita una intención maligna e irrespetuosa. Es producto de una carencia de entereza e integridad. Quien miente lo hace para manipular a otros y protegerse de las consecuencias de su mal proceder. En lugar de reconocer la mala actuación y repararla, prefiere mentir para proyectar una imagen falsa y, así, evitar consecuencias negativas.

La mentira siempre es creciente. El pastor Marthin Luther King dijo: «La mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve». Quien comenzó engañando se ve en la necesidad de decir nuevas mentiras para evitar que las anteriores sean descubiertas. El mentiroso se vuelve un malabarista que debe sostener en el aire más y más engaños de manera simultánea. No hay quien tenga tanta habilidad para mantener mentiras tan recurrentes y, muchas veces, innecesarias. Cuando la situación se vuelve inmanejable la verdad sale a relucir y la persona pierde la confianza de los demás. Su credibilidad se derrumba y llega al punto en que, aunque lo que diga sea cierto, ya no hay nadie que le quiera creer. Las relaciones interpersonales se dañan gravemente y en ciertos casos pueden conllevar repercusiones legales.

La ansiedad siempre acompaña a quien miente. La proximidad de la verdad es su tormento constante. Por esa razón, el mentiroso es inseguro, su autoestima está afectada negativamente y desconfía de quienes lo rodean. En su inseguridad trata de controlar todas las variables, pero al ser imposible, se llena de ira y reacciona desproporcionadamente. Pero el peor de los males es que el mentiroso empedernido, a fin de cuentas, termina creyendo su mentira. Cuando alguien repite tantas veces una falsedad, comienza a aceptarla como verdad para aliviar la incomodidad de la culpa que va asociada con el engaño. Al autoengañarse, el mentiroso pierde el contacto con lo real y comienza a desvariar.

Siendo la mentira un desafío a principios como el de la honestidad y la integridad, su reiteración produce una erosión de los cimientos éticos. Así, el mentiroso ve disminuida o perdida del todo su percepción de lo correcto e incorrecto. Una vez esas fronteras se han difuminado, la persona es capaz de cualquier estafa, delito o barbarie. Existen muchos ejemplos en la historia de personas que acompañaron sus mentiras de la crueldad, el robo, la inhumanidad y el crimen. No hay perverso que no eche mano de la mentira y quien miente, de una manera u otra, ha iniciado el camino hacia la maldad y los abusos.

La desinformación es una forma de mentira a gran escala que contribuye a tensiones y conflictos que eventualmente pueden conducir a grandes crisis. Aunque la relación entre una mentira individual y una crisis en particular puede ser compleja y difícil de probar, es un hecho que ha sucedido repetidas veces en la historia humana. La mentira en el ámbito de la política y la diplomacia a menudo juega un papel preponderante en la génesis de los conflictos sociales.

Razón suficiente tuvo Jesús al definir el origen de la mentira como diabólica: «El diablo… no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» (Juan 8:44). Nadie que pretenda fe en Dios puede practicar la mentira. Quien lo hace, demuestra de quién verdaderamente es hijo.

La desaprobación de la mentira es una constante en las Escrituras. El Noveno Mandamiento prohíbe dar falso testimonio contra cualquiera, subrayando la importancia de la honestidad en las relaciones humanas. Mentir es una falta de respeto y una desconsideración y su práctica es condenada como una práctica incompatible con los principios éticos y morales que Dios establece para sus seguidores. Lo que se espera de un creyente sincero es verdad y honestidad en todas sus interacciones humanas.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Opinión

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