Iniciamos este nuevo año con esperanza, a pesar de saber a ciencia cierta que será un año difícil, complicado para el mundo entero y con muchos peligros para nuestro país. A cuatro semanas de unas elecciones que han nacido putrefactas desde todo punto de vista, pero que igualmente deberemos afrontar. Con un endeudamiento galopante y gigantesco. Con una agenda nacional patas arriba, en la que prevalece el entretenimiento y la fanfarria por encima de la salud y la educación. Con un listado inmenso de preguntas sin responder y responsabilidades de los funcionarios sin cumplir.
Menciono esto como un atarrayazo entre mil cosas más, solamente porque debemos tener los pies sobre la tierra y, desde allí, bien plantados, dedicarnos a cultivar la esperanza. No porque “la esperanza es lo último que se pierde”, sino porque somos personas con inteligencia y voluntad, perfectamente capaces de dirigir nuestro destino, con la ayuda de Dios, hacia donde deseamos y podemos. Con la esperanza de salir adelante, como lo hemos hecho en muchas ocasiones anteriores, aunque ninguna haya sido tan negra como la que nos amenaza. Con la esperanza de que, manteniéndonos firmes en el buen camino, podremos triunfar. Porque esa es una realidad: el bien, tarde o temprano, SIEMPRE triunfa sobre el mal.
Y mal haría en escribir sin esperanza, cuando este artículo será publicado precisamente el día de la Epifanía del Señor, ante la visita de los Reyes Magos. Y son ellos, esos personajes mencionados solamente por el Evangelista Mateo, sin especificar cuántos ni quiénes eran, quienes deben servirnos como ejemplo.
Los Reyes partieron de sus lejanísimas tierras buscando a un rey mundano. Y siguiendo la estrella que los guiaba, sin perder nunca el camino trazado, encontraron al Rey de Reyes, al mismo Dios encarnado en un bebé, atendido por sus padres y adorado por los pastores en la tierra y los ángeles en el cielo. Tres reyes, el ario, el negro y el oriental, el viejo, el maduro y el joven, representándonos a toda la humanidad. Tres reyes que tenían una creencia diferente pero que caen de rodillas al reconocer al verdadero Dios. Encontraron a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Sigamos ese ejemplo. Saber que el camino es largo, arduo, que será duro, que encontraremos inmensos escollos, pero que con la ayuda de Dios los venceremos y cada día podremos agradecer el mantener la fe, seguir en la lucha y procurar que nuestra familia esté lo mejor posible dentro de cada circunstancia.
No nos engañemos, leamos, analicemos, agradezcamos que nos abran los ojos y veamos claramente la realidad. Pero que eso no nos desespere, por el contrario, que sea el acicate para que nuestra esperanza por un mejor futuro, por lograr lo que nos proponemos y por ver a nuestro país de nuevo por la senda que le indica su lema, “Dios, Unión, Libertad”, se magnifique.
Es el momento de acrecentar nuestra fe en Dios. Recordemos que Él siempre actúa, pero lo hace hasta después de que cada uno hemos hecho todo lo que nos corresponde. Él no cundundea a los haraganes ni tampoco a los irresponsables. Así que cada uno a cumplir con nuestros deberes, según nos corresponda por nuestra situación particular.
Que 2024 sea el año de la gratitud, la esperanza y el deber cumplido.
Empresaria.