Es una pena que la moral no tenga buena aceptación en la cultura en general. Se asocia ese término a caras largas, miradas apocadas, personas reprimidas. Como si estuvieran perdiendo lo mejor de la vida.
Tal vez no sea tan gratuita esta consideración caricaturesca. Es que por ahí andan esas personas que no matan una mosca, pero que les falta la chispa de la vida. Hasta puede que se crean lo mejor del mundo. Y miran casi con rencor a la otra parte de la humanidad, los cínicos que se pasan gozando la vida sin remordimientos.
Esta caricatura no deja de tener una pizca de realidad. Hemos descalificado la moral en el intento de glorificarla.
Qué tal si le damos vuelta a la página, y por un momento imaginamos la moral como el arte de vivir una vida humana de calidad. Vida que se traduce en alegría, paz, optimismo, generosidad. Vivir con el corazón y los brazos abiertos a todo ser humano porque lo aceptamos como hermano, hermana. Radiantes de felicidad a lo san Francisco de Asís.
¿Utopía soñada? ¿Cinismo ante una realidad cruel, plagada de gente enferma del alma, seres dañinos de los que hay que estar en guardia para no resultar despellejados física, moral o espiritualmente?
Jesús anduvo entre lobos. Pero soñó con transformarlos en corderos. “Mi paz les dejo doy, mi les doy paz; pero no como la da el mundo.” Esa es la clave para entender por dónde nos lleva Jesús.
Vivir una vida sana es un arte. Y una disciplina. Basta preguntarle a un atleta deportivo. Cuántas privaciones exigentes y ejercicios duros le toca asumir para acercarse a la perfección. Que tu paso por el pequeño mundo en que te ha tocado vivir signifique haberlo dejado mejor de como lo encontraste. Esa es tu recompensa valiosa, mejor que los aplausos o diplomas.
Tú vales mucho. No desperdicies esa hermosa oportunidad de hacer mejores a los demás porque tuvieron la suerte de convivir contigo.
Si quieres despedazar tu vida, entra con paso firme por el camino de la francachela, del odio, de la codicia, del desorden sexual, de un larguísimo etcétera. Alimenta tus sentimientos de envidia o venganza y cosecharás una vida envenenada.
El arte de vivir es otra cosa. Entrénate en un exigente programa que incluya bondad, generosidad, alegría, solidaridad. Haz felices a los demás, y esa felicidad se revertirá sobre ti.
Si te inhibes ante el mal por miedo a un posible castigo o pena, eres un cobarde. Tu moral es postiza. Elegir la integridad de vida es una opción de fondo, un estilo de vida. No esperes recompensas o castigos exteriores. Tu castigo es la ruina de tu persona. Tu premio eres tú mismo.
Sacerdote salesiano y periodista.