Mucha gente me pregunta por qué escribo tanto basado en la Biblia. Bueno, yo soy devota de los mártires salvadoreños, no tengo que ir a otras tierras para buscar santos. Mi favorito, el P. Rutilio Grande, decía que “al Evangelio hay que ponerle patas, hay que ponerlo a trabajar”, pues sólo el Evangelio puede cambiar la sociedad.
Escribo este artículo el día que la Iglesia Católica celebra la conversión de San Pablo. Para los que no conocen la historia (y los que la conocen) se las cuento en términos modernos. Saulo era miembro de los fariseos, en un tiempo que Israel era gobernado (mayormente religiosa, pero políticamente también) por fariseos y saduceos. Era ciudadano romano, pero él se definía como “fariseo de fariseos”. Discípulo del gran maestro Gamaliel, Saulo tenía peso. Por eso cuando lapidaron a Esteban, uno de los diáconos de la Iglesia primitiva y su primer mártir, Saulo estuvo de acuerdo. Tan de acuerdo que pidió cartas y empezó a perseguir a los cristianos dónde estuvieran. Tanto era su celo (y su odio) que una versión de la Biblia dice que respiraba amenazas contra los cristianos. ¿Era malo Pablo? Para mí, estaba, sinceramente, equivocado creyendo hacer lo correcto.
Y se creó una buena reputación como un defensor de SU fe, era temido, hasta que el Jesús al que el perseguía lo botó del caballo y, ciego, tuvo que esperar que uno de esos cristianos a los que quería matar, orara para que recobrara la vista.
¿Y después? Bueno, Saulo empezó a predicar el evangelio que antes había perseguido. No mucho que confiaban en él. Pero, al final, su cambio de vida lo llamó a ser el apóstol de los gentiles, a cambiar su nombre a Pablo y a enfrentar mil y un sufrimientos cómo prisionero del mismísimo César, mientras escribía cartas a todas las iglesias que fundó a lo largo del mundo antiguo.
Sea que crean en la Biblia ciegamente, o esto les parezca una fábula bonita, la verdad es esta: el mundo necesita Pablos. Y no hablo de predicadores (de eso, cualquiera), hablo de hombres y mujeres que estén dispuestos a dar un giro de 180 grados cuando se dan cuenta que están equivocados, no importa cuán sincera sea la equivocación. Y antes que (de nuevo) politicen el asunto, piensen en TODO lo que necesita ser cambiado en la sociedad, que “supuestamente” es correcto.
Por ejemplo, el pago puntual de las cuotas del seguro social es secundario a las ganancias.
Por ejemplo, el trato digno para las trabajadoras del hogar es un tema escandaloso porque al final no quieren trabajar
Por ejemplo, no mentir para fregar al vecino, porque se puede destruir una vida con un chambre, con asumir y hablar sólo por hablar. O peor, en venganza o despecho.
Ser como. Pablo es una decisión personal que cambia la sociedad. Es la decisión de vivir una vida correcta y justa aunque todo mundo diga que lo que vale es ser vivo. Es la decisión de comprometerse con el pobre, no sólo ir a tirar juguetes en rebaja a un orfanato durante la Navidad para sentirse bien.
Y lo más difícil, es la decisión de admitir los errores del pasado y del presente, y pedir perdón a quien hemos ofendido o dañado, de decir la verdad con caridad en lugar de ser odioso o creer que me las puedo todas, de dejar de engañar a la mujer, o de ya no fingir por ser aceptada socialmente mientras oculto quien soy a pura tarjeta de crédito. Somos un país muy religioso, pero desafortunadamente nos gusta perseguir igual que Pablo. Bueno, eso en realidad, ocurrió a través de la historia. Y si bien ahora no matamos el cuerpo, lo hacemos con la mentira y el odio generalizado que cargamos.
Y somos necios. Díganme si no nos han intentado de botar del caballo más de una vez, pero si hemos tocado el suelo, preferimos mil veces seguir ciegos. Y, ¡ay Dios que pidamos ayuda de quienes son “menos” que nosotros, o que no comulgan con nuestra línea política o religiosa! Señores, si hasta ir a la iglesia es un tema clasista en este país.
Necesitamos Pablos. Pablos que se paren y vivan su vida bajo verdaderos valores evangélicos: hambre y sed de justicia, pobreza de espíritu, deseos de crear una cultura de paz, misericordia. Necesitamos Pablos que busquen ser ejemplos. Necesitamos Pablos que estén dispuestos a ser perseguidos “por causa del Evangelio”, porque en este mundo secularizado, cualquier cosa que no sea el poder, el dinero y la cirugía plástica no tiene ningún valor, y quien no luche por uno de los tres, es un bicho raro y de quien van a hablar a sus espaldas.
URGEN Pablos. ¿No creen? La gran pregunta es si hay valientes dispuestos a ponerle patas al evangelio y hacerlo trabajar.
Educadora.