Las palabras del profeta Elías habían sido durísimas en contra del rey. La maldad que había cometido manipulando a los jueces para que condenaran a un inocente, resultaba repugnante a los ojos del Señor. A mayor conocimiento, mayor responsabilidad. Como también es cierto que, a mayor poder, mayor demanda ética. Siendo los reyes absolutos, también es absoluta su responsabilidad por sus acciones. El rey Acab se había deshecho de un aldeano y se había apropiado de su viñedo sin necesidad de mancharse las manos, todo había sido hecho a través de sus aduladores. Pero, eso no evitó que el Señor lo supiera y lo condenara a correr una suerte similar a la que había infligido: en el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de su víctima, lamerían la de él.
Las duras palabras de Elías lo conmovieron profundamente. Al despertar a la realidad de su grave pecado rompió sus vestiduras reales, se vistió de luto y se dedicó a ayunar. Aún para dormir no se retiraba su ropa de luto y entró en una depresión. El rey, como se ha visto, era una persona emocional, pero sus rituales de dolor eran sinceros. Esto se sabe porque el Señor volvió a hablar al profeta Elías y le dijo: «¿Has notado cómo Acab se ha humillado ante mí? Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo».
Dios es misericordioso y compasivo, no desprecia a quien se arrepiente honestamente de sus pecados. A pesar de que «nunca hubo nadie tan malvado como Acab que, animado por Jezabel su esposa, se prestara para hacer lo que ofende al Señor», su acto de arrepentimiento y dolor le valió para que Dios le mostrara su bondad. Nunca es demasiado tarde para nadie, siempre hay oportunidad para que las personas reconozcan su egoísmo y decidan cambiar sus actuaciones. Acab estaba ahora muy consciente de que había actuado con prevalencia y ventaja para violentar a una persona sencilla. Pero aún en este caso extremo, quedaba espacio para la reflexión, el arrepentimiento y la reparación de los daños. Siempre hay un camino por el cual regresar a la civilidad y la justicia. Es en el hombre que queda la opción de empecinarse en su capricho o de volver en sí y aprovechar la nueva oportunidad. Cada persona tiene una voluntad propia y es esa cualidad la que le hace ser responsable.
Por sus muestras de arrepentimiento, el rey no vería la ruina que vendría sobre sus descendientes. Pero, la ruina siempre llegaría. No se trataba de una cancelación del castigo, porque en ese caso la justicia quedaría burlada. Era solo una posposición. La vida del justo debía ser vindicada y lo sería cuando la descendencia del rey cosechara lo que él sembró.
Otro aspecto importante es que, esta vez, el mensaje de Dios para Elías no llegó a oídos del rey. No hubo para el rey ninguna palabra de esperanza o alivio. Para el rey el Señor guardó silencio, pero para su profeta hubo una explicación de la razón de la posposición. Esto era importante para que Elías pudiera interpretar correctamente lo que, de otra manera, parecería una dilación. El rompimiento entre Dios y el rey era absoluto; desde hacía mucho tiempo Acab había actuado intencionalmente en contra del Señor y sus profetas. El carácter del rey estaba más que demostrado. Pero, aun así, la justicia de Dios era tan grande que no pasó por alto la contrición que el rey mostraba. Para el Señor no es difícil establecer un balance entre justicia y compasión.
El arrepentimiento del rey no caló lo suficientemente hondo y tampoco le duró mucho tiempo. Los hechos que habrían de sucederse mostrarían que volvería a actuar de manera prepotente, mintiendo y comprando voluntades. Esta vez, la de los llamados «profetas del Señor».
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.