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Dios es alegre

Dios es alegre. El profeta Sofonías lo expresa poéticamente. Se hace portavoz de Yavé para el pueblo elegido. Seré rey en medio de ti: Yavé Dios ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos.

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

Es una pena que en la tradición cristiana se haya cultivado la tendencia a una imaginería dolorosa de Dios. Si acaso, majestuoso, serio. Cuando Jesús propuso el código ético para sus seguidores, cada proposición iba encabezada con el término “bienaventurados”. Lo que es igual a “dichosos”, “felices”. Es decir, aceptar ser discípulo de Jesús es como ganarse la lotería. No se trata de que aquí vamos por la vía dolorosa y, después de muertos, empezará la fiesta celestial. La promesa es “ahora”.

Navidad es la fiesta de la alegría. Bella fiesta que alegra a chicos y grades. La envoltura es hermosa: villancicos, regalos, pólvora, reuniones familiares… La realidad es más honda: Dios nos ama. Verdad indiscutible. Dios se hace uno de nosotros. Viene a liberarnos del mal, la peor tragedia que nos puede suceder. Viene a proponernos un estilo de vida en la que son clave el amor y la paz del corazón

Hay salmos que son un estallido de alegría. El evangelio abunda en pasajes de encuentros felices de Jesús con toda clase de personas: afligidos por el mal que se transforman en seres liberados, felices, amigos de Jesús.

Una de las escenas más tiernas del evangelio es el encuentro de la jovencita María con su anciana Parente Isabel Cuando María, que ha concebido a Jesús, es informada por el ángel Gabriel que Isabel espera un hijo (Juan Bautist9, se pone en marcha presurosa para asistirla en el parto. Ese encuentro de las dos mujeres es conmovedor. Abundan las exclamaciones gozosas y los cánticos proféticos. Y ambos niños en los vientres de sus madres saltan de gozo.

Ese e el clima de todo encuentro con Jesús. Alegría, gozo, felicidad. Nada de “valle de lágrimas”. La alegría que trae Jesús no se disipa al pasar la Navidad Cuando Jesús propone las bienaventuranzas como estilo de vida ofrece un modo de vivir transformado en positivo. Hasta los mismo dolores y penas quedan transfigurados, alguna vez hasta eliminados.

En las narraciones del apóstol san Lucas, hay dos relatos antitéticos: el anciano Zacarías recibe el mensaje del nacimiento de su hijo Juan (el bautista), no creyó y quedó temporalmente mudo. A la joven Virgen María el ángel le anuncia el nacimiento de su hijo Jesús y creyó y de su corazón brotó uno de los más recordados himnos, el Magnificat.

O nos comportamos como Zacarías o como María ante el don que nos ofrece Dios. Su posible rechazo será una oportunidad perdida. Su aceptación agradecida será comienzo de una vida nueva abundante en paz y alegría.

Dios es alegre. El profeta Sofonías lo expresa poéticamente. Se hace portavoz de Yavé para el pueblo elegido. Seré rey en medio de ti: Yavé Dios ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos.

Que las personas que tengan la suerte de cruzar sus caminos con los nuestros lean el evangelio viviente en nuestras vidas, gracias a la paz profunda y el gozo que transmitimos, ya que, como María, somos portadores de Dios.

Sacerdote salesiano y periodista.

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