"Adventus” deriva del latín y significa “Venida”. Para nosotros los cristianos, representa la llegada de Jesucristo. Es el tiempo que precede a la Navidad, dando una oportunidad para el arrepentimiento y la esperanza en la llegada de Jesús.
El Adviento lleva a recordar el pasado, viviendo intensamente el presente para lograr un futuro lleno de fe y esperanza. El morado representa el color litúrgico del Adviento, dándole el significado de penitencia.
Estamos a días de esperar la “venida” de Jesús, sin embargo, debería ser cada día que nuestra alma espere y esté preparada para recibir a Jesús.
El Adviento es un tiempo memorable; sin embargo, si nos quedamos en apenas ritos externos poco o nada se ha logrado y mucho menos si el color morado toma tal importancia para solo un momento en el calendario religioso, pero debemos respondernos ¿qué significado tiene cada domingo de Adviento?
Es una tradición muy significativa en algunas religiones, para preparar el nacimiento de Jesús e iluminar el camino por la llegada de Dios. El inicio del Adviento ocurre cuatro domingos antes del Día de Navidad, el 25 de diciembre, y marca un periodo de reflexión y preparación para las fechas navideñas; sin embargo, si escarbamos en lo más profundo de nuestro ser será que realmente preparamos el camino para recibir a Cristo o sencillamente es una fecha más, una tediosa tradición donde impera más la opípara cena y los excesos de esa época que en nada cambia nuestra esencia.
No es aceptable que la calumnia, el desprecio por el prójimo la indiferencia ante el dolor y el frío que socava al anciano abandonado sea el pan nuestro de cada día y por un par de semanas, creemos que con buscar la piedad en nuestro rostro, todo esos pecados quedarán perdonados.
El país necesita todo tipo de líderes religiosos, civiles, políticos, sociales, gremiales; sin embargo, sería un error catastrófico no asumir la responsabilidad que cada padre representa para un hogar, para sus hijos, para ser un ejemplo y de ser ese “Jesús de la casa” que con su comportamiento que agrada a Dios es un digno emisario del amor del Reino para con los suyos.
El Adviento debería ser cada día de nuestras vidas y buscar la santidad en el diario vivir, en lo cotidiano en esa santificación en el trabajo que enseñó San Josemaría Escrivá de Balaguer, el santo de lo ordinario, no esperar que sea la visita a un templo lo que nos dé ese cambio, o creer que la imagen del Niño Dios más antigua es más milagrosa pero que en el actuar de tu vida sea llevarse lo que sea y a quien sea por lograr un objetivo, un cargo, un ascenso que te crees dueño y heredero. No es eso.
También el Adviento se celebra entre la relación respetuosa entre el médico y su paciente, abogado y cliente, entre el conductor y el transeúnte, entre el que dispone y el que necesita.
El objetivo es quizá preguntarnos qué pasaría si la muerte nos visita y sabedores de que no hicimos nada de lo que agrada a Dios nos conformamos con simples ritos externos, algo normal entre nosotros.
Que sea el Adviento la pureza de nuestras oraciones traducidos en el trato al otro, en que la verdad prime, que sean los niños, los pobres, enfermos y ancianos los que sean nuestras luces, que sean ellos los que nos preparan el camino, que nos iluminen esa vidas oscuras, sombras en el tiempo, sepulcros blanqueados que somos incapaces de dar calor y color a nuestros hermanos.
Quisiera creer que en la lista de productos alimenticios para preparar la cena navideña se encuentre al inicio de tal lista el ingrediente que bendeciría tales primicias como fuera “Darle de comer al pobre”, “dar un aguinaldo justo a nuestros trabajadores” y solo entonces podremos decir que hemos cumplido el Adviento, que más que fechas y colores, lo que cuenta es el amor de Dios reflejado en nuestro diario obrar. Que este tiempo de Adviento nos dé la oportunidad de crecer y mejorar como seres humanos.
Médico.