DEUTERONOMIO 8: 7-9: “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas de fuentes y de manantiales que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltara nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciaras, y bendecirás a Jehová tu Dios, por la buena tierra que te habrá dado”.
Definitivamente al meditar en estas preciosas promesas de la bendición que viene para Israel para cuando ellos heredaran la Tierra Prometida, Dios les dijo que sería una tierra que mana leche y miel, es decir, Nuestro Señor les dice que saldrían de la esclavitud, que al final ellos tendrían sus propiedades, sus propias parcelas, con abundancia de todo, para que enfocaran también todo su esfuerzo en alabar, bendecir y servir al Dios de los cielos.
Nuestro país, El Salvador, también será una tierra que fluya leche y miel con abundancia, con salud, seguridad y desarrollo en todos los ámbitos, tierra en la que todos tengan lo suficiente, con equidad y justicia, será una tierra donde todos desearán habitar, donde todos desearán invertir, de generación de empleos, tierra donde desaparezca la marginación de los más necesitados.
El Salvador será una tierra donde todos hombres, mujeres, niños y jóvenes y ancianos tengan acceso a la salud, alimentación balanceada, a la recreación y de igualdad de oportunidades.
El Salvador será una luz que marque el camino a muchas naciones, a muchos pueblos y sociedades, para salir del subdesarrollo a convertirse en una potencia económica mundial. Pero será posible todo lo anterior? Sí, es posible, porque, como nación tenemos a un DIOS todopoderoso que cumple sus promesas.
Históricamente el Señor no le fallado a nadie. Si hay alguien a quien Dios le haya fallado, que me escriba después de leer el presente artículo y porque al venir nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, a esta tierra, nos muestra su más grande amor: que entregó su vida en la cruz del Calvario y fue traspasado su costado por lanza del soldado romano, fluyendo al instante sangre y agua y devolviendo así todos los privilegios que el primer hombre, Adán, tuvo en el huerto del Edén. Y no solo eso, sí que nos dio eterna redención y nos perdonó de todos nuestros pecados.
Esto constituye la base de nuestra fe. Por eso este 23 de noviembre le hacemos un cordial llamado a todo El Salvador a que nos unamos en oración y clamor en el marco del Día Nacional de Oración, según decreto legislativo No. 163 de fecha 3 de octubre de 2003.
Estaremos clamando por todos nuestros gobernantes y autoridades en turno, para que nuestro Dios bendiga su gestión, les dé sabiduría y dirección para que seamos una tierra bendecida y deseable que fluya leche y miel; por la empresa privada e industria salvadoreña, por las familias salvadoreñas, por los migrantes, médicos, alcaldes, instituciones de seguridad (F:A y PNC ) por todos los empleados públicos y privados, por la paz mundial y para que seamos guardados de toda epidemia y desastre, plaga, calamidades terremotos e inundaciones. Unámonos todos a las 1200 horas por la cadena de radio ASDER y en los diferentes eventos de oración en las plazas, parques, calles y estadios a partir de las 4 p.m. a 7 p.m. A Dios sea la gloria.
Pastor y capellán