A primera vista, parecería extraño que el primer milagro de Jesús narrado por el evangelista san Juan sea la multiplicación del vino en una fiesta de bodas. Uno esperaría curaciones de ciegos, leprosos, paralíticos, o resucitar algún muerto.
¿Qué hacía Jesús en una fiesta de bodas? ¿Qué hacía María, la madre de Jesús en una fiesta de bodas? Este solo hecho bastaría para asustar a quienes imaginan la vida cristiana alejada de las realidades festivas de la vida.
Hay que recordar que el evangelista Juan es amigo de los símbolos. El vino, en el Antiguo Testamente, es símbolo de alegría Una fiesta de bodas sin vino sería una triste fiesta. Jesús y María y todos sus discípulos allí presentes simbolizan la fiesta de la vida.
Al contrario de lo que algunos imaginan, Dios no es enemigo de la alegría. Su presencia alegra el corazón. Porque la alegría engendra vida, mientras que la tristeza conduce a la muerte. El cielo de los bienaventurados será una fiesta sin fin. Y esa fiesta ya comenzó porque Cristo es nuestro invitado.
Jesús se define a sí mismo como camino, verdad y vida. Él es la luz que ilumina gozosamente nuestras vidas y elimina las tinieblas deprimentes.
Jesús multiplica con exagerada abundancia el vino de la alegría. En comunión con él nuestra vida será un regocijo desbordante. Muestra de ello son los santos, que se identificaron con Jesús. María, la Madre de Jesús, pudo exclamar: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Una religiosidad quejumbrosa, tristona es una caricatura de la genuina espiritualidad evangélica. “He venido para que ustedes tengan vida, y abundante”, dice Jesús.
Invitar a Jesús a nuestra existencia es dejar entrar la alegría. En contraste, la ausencia de Jesús da paso a la proliferación del mal y sus consecuencias dañinas: tristeza, egoísmo, violencia y toda forma de maldad venenosa.
La narración de la boda de Caná comienza con la expresión “al tercer día”. Puede ser entendido como una alusión a la resurrección de Jesús acontecida al tercer día de su muerte. Es el Cristo glorioso que vence el mal, recupera su vida plena y la dispensará a quienes crean en él.
No por nada la celebración de la eucaristía es fundamentalmente fiesta Celebramos con alegría el hecho de haber sido invitados por Jesús a la fiesta de bodas de Cristo con iglesia Participamos en esa iglesia, no porque estamos obligados por un mandamiento, sino porque da gusto celebrar en comunidad la presencia permanente de un Dios que nos ama tanto como para que nuestro corazón desborde de alegría.
Sacerdote salesiano.