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La Thérése...

“Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos a un alma escondida..En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona”.

Por Carmen Maron
Educadora

¿Qué pensarían de una niña que le dice a su madre que desea que se muera para que se vaya al cielo? Eso fue lo primero que me llamó la atención de mi amiga Thérése Martin. Lo dijo, explicó ella, porque sólo si su madre moría, podía gozar de las glorias del cielo. Y como que Dios la escuchó, porque casi al año y medio su madre murió de cáncer de la mama.


Menos mal que la familia de la Thérése era bien unida. Tenía cuatro hermanas: Paulina, María, Leonia y Celina. Su padre, Luis, era súper devoto, de esos que van a rezar todos los días a la Iglesia y llevan a las hijas. Pero después que su mamá murió, la Thérése tuvo serios problemas emocionales. Lloraba por todo. La tuvieron que meter a homeschool porque era víctima de bullying en el colegio. Y cuando la Paulina decidió hacerse monja carmelita de clausura, miren, fue horrible. Cayó en una su depresión casi catatónica, literal. Ella dice que la Virgen le sonrió y la sanó, tanto que después el día de su Primera Comunión dijo: “Cuán dulce fue el primer beso de Jesús en mi alma”. Y menos mal, porque la María entró también a ser carmelita, y la Leonia a ser clarisa. Es que les digo, la religión se respiraba en esa casa.


Pues ella dice que dejó de ser llorona una noche de Navidad y se le metió que quería ser carmelita también, a los QUINCE años. Si era una niña por Dios. Pero fue a hablar con el obispo toda peinada de moño y, como el obispo le dijo que no, se fue en una peregrinación. ¿Y qué creen? No se lo ha ido a pedir al mismo Papa. Yo no sé que hizo, pero entró al Carmelo a los quince años.


Y se murió a los veinticuatro. Sí, súper joven, no sin antes ver que su última hermana (Celina) se hacía monja tambien y ver a su padre padecer de demencia antes de verlo morir. Pero muchas veces cuando estaba viva dijo que ella iba a ser una gran santa, porque Dios no inspira deseos irrealizables. Muchas veces también dijo que ella era una niña chiquita que se abandonaba en manos de su Padre.


Lo que siempre me encantó de la Thérése es que todo era chiquito en ella y estaba bien. No pudo ir a las misiones, le escribía a sacerdotes. No podía hacer cosas heroicas, hacia de manera sencilla las más ordinarias. Nunca se achicó porque se dormía en medio de las oraciones. Así era la Thérése…


…Y hablo de ella hoy, en este octubre, Mes del Niño, porque se celebra a mi gran amiga, aunque murió el 30 de septiembre. Mi párroco me ha enseñado que uno tiene que hacerse amigo de los santos y conocer a unos cuantos bien. Otros dicen que los santos nos escogen. Yo sólo sé que Santa Teresita del Niño Jesús (nacida Thérése Martin) se convirtió en mi amiga desde que leí su autobiografía “Historia de un Alma” cuando tenía siete años y nunca dejó de ser mi amiga, aun cuando me alejé de la Iglesia.


Tenía miles de temas en mi lista para escribir mi artículo de hoy: educación, niñez, escuelas, las nuevas legislaciones. Pero se me ocurrió irme a lo sencillo y hablar de la Thérése. En medio de un país lleno de odio, resentimiento, división y ansias de poder, donde parece que todos han defraudado a todos, es bueno recordar que no todo lo que vale esta aquí en la tierra, y que, a veces, las acciones más sencillas y ocultas son las que cambian muchas vidas. Mi Thérése es copatrona de las Misiones de la Iglesia Católica, aunque nunca salió de su convento. Es Doctora de la Iglesia, aunque nunca escribió un tratado teológico, sólo su autobiografía donde insiste que “de los niños es el Reino de los Cielos”.
Una gran responsabilidad legislar para la niñez, porque bien dice el Evangelio que quien haga caer a uno de esos pequeños, debería atarse una piedra de molino en el cuello y echarse al mar. Una gran responsabilidad educar a los niños en la justicia. Y una gran responsabilidad cumplir con lo que decía Jesús: ser cómo niños. El niño ve el mundo en absolutos: lo bueno es bueno; lo malo, malo. ¡Cuán distinta sería la sociedad si lo meditáramos!


Pero sobre todo, el niño entiende que no puede caminar solo. Necesita de papá, y de mamá, y de todos. Por eso, el llanto de un niño (y más de uno privado de padre o madre) es tan desgarrador. Pero los grandes (o los que pensamos que lo somos) siempre creemos que podemos hacerla solos. Sin embargo, como diría la Thérése: “Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos a un alma escondida..En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona”.


Aplica para la tierra también.


¡Felíz Mes del Niño a todos! Que Dios pueda consolar a aquellos que están huérfanos y solos. Y que Dios nos mueva a que busquemos ser humildes, sencillos, sinceros como ellos.


Educadora

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Cristianismo Opinión

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