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Venezuela: el nuevo tigre de papel de América Latina

Nicolás Maduro apuesta que está demasiado tarde y, tal como Daniel Ortega, está protegido por el “paraguas” ruso, al igual que los tiempos de la Guerra Fría.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

Nicolás Maduro se juramentó, el viernes 10 de enero pasado, para un nuevo mandato de seis años, en un acto que se aparenta a la validación de un “robo electoral”, demostrado por las actas hechas públicas por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado.

La ceremonia logró aparentarse a un momento de “comedia del arte”, folklórico si no estuviese dramático por las consecuencias que genera. 

Ya el mundo conoció regímenes que se quieren presentar como firmes, nutriéndose de una voluntad de “independencia” y justicia cuando no son más que abusivos y vulgares en el uso de una fuerza a sus órdenes. Recordémonos del Imperio Centroafricano de Bokassa I en los años 70, Idi Amín Dada en Uganda; Costa de Marfil con Laurent Gbagbo en 2010, Nicolae y Elena Ceacescu en Rumania en 1989: todos se apoderaron de los vestidos de una fuerza que se reveló postizo al final de la cuenta, en medio de una actualidad internacional sensible. 

Es este ambiente que aparece a raíz de la actualidad venezolana de la cual se debe entender la situación global. En el interior, a lo contrario de la juramentación afirmando que “este nuevo mandato presidencial será el de la paz, prosperidad, igualdad y nueva democracia”, la realidad se ha vuelto siniestro: Venezuela a raíz de sus riquezas naturales, de sus reservas de petróleo consideradas como de las más importantes en el mundo, debería ser una de las principales potencias regionales de América Latina. 

Además de una gobernabilidad que ha vuelto a raíz de los años caricatural, la ausencia de diversificación de la economía, la dependencia a materias primas cuyos precios alternan en función del mercado internacional, un clientelismo que aumento una fragmentación social y una división nacional, contribuyó a hacer de Venezuela “una isla en el continente” al lugar de volverlo elemento central de desarrollo. Sin duda este sentimiento de una forma de “aislamiento organizado” contribuyó a reforzar un régimen que dio vuelta a los valores, al sentido de las palabras para aparecer “y” de una “orden internacional” obviamente opresor y “fascista” como no paran en decirlo los dirigentes de un régimen que vive de un uso del golpe de fuerza permanente. 

En el exterior, Venezuela, que pretendía ser el líder de “una revolución bolivariana continental”, motor del ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) que pretendía difundir internacionalmente valores para un cambio de orden y seguridad, ha vuelto a lo mejor la punta de cabeza de sus aliados, dentro de los cuales Irán, Cuba y Nicaragua. Para Rusia es más complejo y a la vez resumido en una sola palabra: un satélite o un peón, en el tablero de ajedrez que está asumiendo Moscú hoy en día. En futuras negociaciones a raíz de la guerra en Ucrania, Rusia dispone de la “tarjeta” venezolana para discusiones que obligarán en ceder e intercambiar sobre temas de seguridad.

Nicolás Maduro conoce los riesgos de su posición. Pero no le queda de otra que seguir dando lo imagen de intransigencia que oculta la fragilidad de un tigre de papel como lo reveló la ceremonia de juramentación. Oscilaba entre un floklore exótico y la apariencia de una firmeza de un líder que intentaba demostrar su influencia internacional. A pocos días de la toma de posesión de Donald Trump, los presidentes Díaz-Canel y Daniel Ortega debían sentirse bastante solos. 

Los propios vecinos que reivindican convicciones humanistas y de izquierda como Luiz Inacio Lula da Silva de Brasil, Gabriel Boric de Chile, e incluso Gustavo Petro de Colombia no estuvieron presentes.

 Con prudencia en sus declaraciones, tampoco la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, estuvo presente cuando debería ser natural. Al contrario, aparte del eje Managua-La Habana-Saint John’s (Antigua y Barbuda), la mayoría de los presidentes latinoamericanos reconocieron a Edmundo González Urrutia como el presidente legítimo de Venezuela. Los europeos, Estados Unidos hicieron lo mismo, cuando China y Rusia mandaron representación. 

El presidente de la Duma rusa estuvo presente, revelando la realidad de las tensiones internacionales detrás de las cuales se protege Maduro. La denuncia del orden mundial, que surgió desde de la Victoria de 1945, a través de la creación de la ONU, y de las organizaciones financieras multilaterales (Banco mundial, FMI etc...) sirve de justificación a violaciones de unas prácticas consideradas como hostiles porque asociadas a “Occidente”. Ahora bien, la situación puede evolucionar con el próximo mandato de Donald Trump que entendió que América Latina había sido el continente abandonado y olvidado, de los Estados Unidos. A las relaciones internacionales no le gustan el vacío. China logro en pocos años, volver como el socio económico y comercial alternativo, invirtiendo en las infraestructuras, energía, movilidad, tanto como en la industria financiera y numérica.

Asociado a una visión global, favoreciendo una puesta de tela de juicio del orden mundial, se lleva a cabo un peligro para la influencia de nos Estados Unidos. Nombrando personas que conocen América Latina y, además fieles suyos, provenientes de Florida, Donald Trump sabe que América Latina será el continente de la batalla de la influencia mundial: Marco Rubio en el Departamento de Estado, Pam Bondi como procurador general, Michael Waltz en el Consejo de Seguridad Nacional, y Mauricio Claver-Carone como enviado especial van a contribuir en construir una nueva posición norteamericana a favor de un equilibrio que no sea hostil al orden mundial. 

Nicolás Maduro apuesta que está demasiado tarde y, tal como Daniel Ortega, está protegido por el “paraguas” ruso, al igual que los tiempos de la Guerra Fría. Hoy en día, con la determinación de María Corina Machado y    Edmundo González Urrutia y la visión de un equipo presidencial estadounidense conocedor de América Latina y de su posicionamiento en un ámbito internacional tensionado, nada está cierto para el régimen de facto, de Caracas cuyos líderes corren el riesgo de ser arrestado, gracias a informaciones que pueden pagar hasta 25 millones de dólares a sus fuentes.

 Acusados por la DEA de “conspiración de narcoterrorismo, conspiración para importación de cocaína”, los pilares de un cambio político a favor de una justicia para todos están bien lejos, transformados en “pueblos de Potemkine” para ocultar la triste realidad. 

Politólogo francés y especialista en temas internacionales.

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