Pareciera que el covid-19 se resiste a abandonar el mundo. Cuando todos creían que el virus estaba herido de muerte y que sólo era cuestión de tiempo para que se extinguiera por completo aparecen variantes nuevas de Ómicron, la BQ 1 y la BQ 1.1. Muchas noticias alarmantes han aparecido en las redes sociales, noticias que hay que tomar con mucha precaución y discernimiento.
A pesar de que las variantes emergentes sí han aumentado la incidencia de infecciones no se ha determinado que sean más peligrosas que el Ómicron ya conocido, lo que en Epidemiología se llama virulencia. Los nombres de “Perro del Infierno”, “Sabueso Infernal” o “Cerbero”, con que se ha apodado a la variante BQ 1.1 son aterradores, pero no provienen de ningún organismo oficial. Aparentemente son denominaciones que surgieron de algunos internautas afiebrados, creyentes en teorías de conspiración y que tienen por pasatiempo producir terror a los ingenuos. Los nombres que se les dan a las cepas emergentes no son al azar, siguen un protocolo y hay organismos de salud que se encargan de bautizarlas de acuerdo con diferentes características, algo así como los huracanes que se nombran con nombres de personas de acuerdo con un orden alfabético. A ninguno de estas instituciones científicas se le ocurriría nombrar “Perro del Infierno” a una variante.
Con el inminente inicio del invierno en Norteamérica y Europa se ha observado un aumento de las infecciones respiratorias. De especial mención son la influenza y la infección por virus sincitial respiratorio. La influenza afecta principalmente a poblaciones vulnerables como ancianos o enfermos crónicos, y el virus sincitial a los bebés y niños pequeños.
Lo explicado anteriormente no pretende indicar que no existe peligro. Siempre existe el riesgo del aparecimiento de variantes virulentas. Los virus tienden a mutar con el fin de sobrevivir, es su conducta normal. En su búsqueda de la sobrevivencia no les conviene ser tan letales pues se suicidarían; pero tampoco les conviene disminuir su virulencia de forma extrema, pues una persona infectada sin síntomas, por ejemplo sin tos, no serviría como medio de transporte para infectar a otras personas. Mientras más personas se infecten el riesgo de mutación aumenta, y mientras más mutaciones mayor riesgo de que aparezca una cepa más letal.
La conducta humana no tiene un efecto pasivo; por el contrario, contribuye a la propagación del virus. A las personas les aburre o molesta usar mascarillas, les gusta asistir a fiestas y a bares y hablar en voz alta, les gusta besarse al saludar y dar la mano. De alguna manera esto lo entienden los virus y utilizan estas características humanas para propagarse. Cuando en el imaginario colectivo disminuyó el temor a una infección grave la tendencia fue abandonar las medidas de bioseguridad. Ahí están las consecuencias. Si las medidas se hubiesen mantenido en todo el mundo de acuerdo con cómo lo recomendaban los organismos de salud la pandemia hace ya tiempo habría acabado. Ahora tendremos que pasar las fiestas de fin de año con mascarillas.
Por el momento las nuevas variantes se han visto en Europa y Norteamérica. Pero es una temporada en que vienen muchos visitantes precisamente de estas zonas. Traerán en virus. Las recomendaciones son seguir usando mascarillas cuando estemos fuera de casa, lavado de manos frecuente, evitar en lo posible asistir a lugares muy concurridos. Todos deben completar su esquema de vacunas anti covid-19, y también vacunarse contra la neumonía y la influenza.
Médico Psiquiatra.