Con la frase "pura vida" -según un estudio reciente de las investigadoras de marca Eco Market Research y Kapital Simbólico - se identifican 9 de cada 10 costarricenses, quienes la perciben y sienten con significado -valga la redundancia- a sus propias vidas.
Pero hay otras identificaciones singulares de los costarricenses.
El repudio a Nayib Bukele sirvió también como barómetro: poniendo por alto los principios y valores democráticos; el rechazo a Bukele trazó un arco desde los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, pasando por la Asamblea Legislativa hasta reconocidos gremios, académicos, catedráticos universitarios, periodistas y la gente común y corriente.
La "pura vida" es constitutiva de su democracia que también costó una guerra civil sólo que cuatro décadas antes que El Salvador.
El presidente Chaves se quedó sólo con Bukele y a falta de ideas conectadas al mundo real se inventaron el disparate de una "Liga de Naciones".
Pero hay dos asuntos normalizados en la destrucción institucional que Bukele ejecuta en El Salvador que son incompatibles en Costa Rica: la imposición de la Orden Nacional Juan Mora Fernández -primer Jefe de Estado de Costa Rica y Senador de aquella República Federal de Centroamérica del Siglo XIX- y el ingreso de tropas salvadoreñas.
El Estatuto de la Orden Mora -establecida en 1991- determina que se otorgará a extranjeros "a quienes Costa Rica desea honrar por motivos de conveniencia pública o por sus servicios distinguidos al país, particularmente en la actividad diplomática o en materia de relaciones exteriores". Bukele no cumple ninguna de las calificaciones.
En cuestión de horas, mientras transcurría la visita de Bukele, se amplificó la conciencia de que Costa Rica ni con Chaves ni con nadie debe ir por el "modelo Bukele": transgredir la Constitución para reelegirse ilegal e ilegítimamente, violar las libertades y garantías fundamentales de decenas de miles de personas inocentes sin nexos criminales ni antecedentes penales, y menos instaurar un reino de corrupción.
No en balde fue recordado el primer condecorado: Su Majestad Juan Carlos de España. Abogados indican que al otorgar la Orden Mora a Bukele, Chaves desnaturalizó la condecoración.
La entrada de soldados salvadoreños es un asunto jurídico y político aún más grave. Primero, por la abolición del ejército tras la guerra civil de 1948, consagrada en el Art. 12 de la Constitución. El antimilitarismo y antiautoritarismo en Costa Rica es de profundas raíces y se transmiten de generación en generación en las aulas escolares. Pero segundo, y peor para Chaves, el numeral 5) del Art. 121, otorga la facultad exclusiva al Órgano Legislativo para "Dar o no su asentimiento para el ingreso de tropas extranjeras al territorio nacional".
Es un asentimiento sin adjetivos. Chaves, en pocas palabras, ha roto la soberanía costarricense.
Inmediatamente, Chaves trató de explicarle a los legisladores que los salvadoreños que ingresaron eran en su mayoría rescatistas y bomberos, y sólo un número limitado de efectivos militares, pero el propio Ministerio de Defensa de El Salvador que aún sostiene a Bukele hundió a Chaves al hacer abundante publicidad sobre el envío de por lo menos 75 elementos.
Abrumado por la falta de reconocimiento internacional -y por las dos balas que Trump le disparó durante la campaña electoral con las que ató a Bukele a la excarcelación de líderes de la MS-13 y su envío ilegal a EE. UU. en vez de extraditarlos bajo la cooperación judicial- Bukele busca ser recibido en el exterior a toda costa.
La visita a Argentina fue un fracaso rotundo, marcado por la gran interrogante pública aún más reiterada en Costa Rica: ¿de qué le sirve al país la relación con Bukele? De nada sirve, es la conclusión generalizada.
Mientras, Milei -sin aparente esfuerzo- se reúne en las horas presentes con Trump en su residencia personal de Florida donde fue encontrado con documentos clasificados que nunca debieron salir de la Casa Blanca. Milei incluso ha ido más allá al afirmar que es Trump quien le copiará sus medidas para desregularizar la economía argentina.
Tampoco a El Salvador le sirve el despilfarro de Bukele. No sin razón está siendo cuestionado por ofrecer afuera los recursos que niega dentro del país, donde hospitales y la atención primaria -y demás servicios públicos- están por los suelos, y el mal trato a nuestros trabajadores de la salud -agravado con el fin del escalafón- no tiene precedente.
La no aceptación del gobierno de España a un "avión lleno" de insumos y con 300 efectivos, ofrecido por la catástrofe en Valencia, es la negativa de un serio gobierno europeo a prestarse a la multimillonaria propaganda de Bukele, pero a la vez el límite de la comunidad democrática a regímenes de facto urgidos de lucrarse políticamente con el sufrimiento ajeno mientras perpetran el dolor del propio pueblo.