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A cinco años del apocalipsis

Cinco años después del estallido de la pandemia la comunidad científica sigue con el dedo en el renglón mientras la comunidad política, y ya no se diga la pléyade de informadores, tanto de medios de comunicación formales como los de la informalidad, que principalmente se mueve en el mundo de las redes sociales, han olvidado el SARS-CoV-2…

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

Las epidemias que han asolado el mundo son compañeras inseparables de la humanidad a lo largo de su historia. La peste negra en el siglo XIV mató la mitad de la población de Europa en un lapso de seis años. La viruela hizo estragos entre los habitantes de las Indias occidentales cuando los europeos pusieron un pie en nuestras tierras. El cólera, la gripe española y el VIH han cobrado más de cien millones de vidas humanas… y de esto hace tan solo unos cien años.

Los asombrosos, e innegables, progresos de la ciencia médica nos hicieron creer que todo lo anterior habría quedado en el pasado, y que una epidemia mundial vendría a ser algo, sencillamente, “superado”. Hasta que apareció la Covid, y el mundo, todo el mundo, colapsó.

De repente, epidemia, pandemia, sanitización, cuarentena, vacunación, mutación, coronavirus, etc., se volvieron palabras habituales en el vocabulario de toda la gente. Y durante unos meses el mundo se puso en off.

Con la aparición de las vacunas y, principalmente, con la inmunización por contagio, la enfermedad fue remitiendo, y paulatinamente el mundo entero fue volviendo a la normalidad, o -mejor dicho- a la cotidianeidad.

Las cifras son impactantes, pero se habla poco de ellas (al menos en los medios de comunicación): “desde el inicio de la pandemia hasta el 15 de diciembre de 2024 se han comunicado a la OMS 777,07 millones de casos confirmados [lo que implica, aproximadamente, un diez por ciento de la población munidal] y 7,08 millones de defunciones confirmadas en 234 países, zonas y territorios. El promedio semanal de casos notificados disminuyó a partir de mediados de 2022, gracias a las vacunas y a la inmunización por contagio, pero también por la reducción significativa de las pruebas diagnósticas y del número de países que informaban. Aun así, a principios de 2023, los casos semanales notificados a la OMS eran de unos 1,3 millones y de 70.000 a principios de 2024”.

Cifras que habrá que matizar diciendo que los expertos calculan que en lugar de siete millones de muertos la Covid-19 habría causado unos veinte millones de decesos, con una alta tasa de incidencia entre las personas mayores de sesenta y cinco años.

Como sea… la inmunidad por contagio terminó siendo, como siempre, el verdadero factor causal de la disminución de la mortalidad. Pues, sin importar las mutaciones del virus, el sistema inmunológico de los seres humanos pudo superar los ataques del coronavirus Alpha, Beta, Gamma y hasta Omicron (por no consignar aquí el galimatías de las variaciones o mutaciones de cada una de esas variantes).

Cinco años después del estallido de la pandemia la comunidad científica sigue con el dedo en el renglón mientras la comunidad política, y ya no se diga la pléyade de informadores, tanto de medios de comunicación formales como los de la informalidad, que principalmente se mueve en el mundo de las redes sociales, han olvidado el SARS-CoV-2…

Unos pocos abordan temas como la eficacia de los confinamientos en la contención de la enfermedad, los sepelios en aislamiento de los muertos por Covid, las mascarillas, las pruebas masivas de contagio, las vacunas (el tema más polémico) y la fumigación de los vehículos a la entrada de las comunidades… mientras la mayoría nos dedicamos a vivir la vida, convivir y haber relegado al olvido la famosa distancia social que nos impedía acercarnos físicamente unos a otros a menos de un par de metros de distancia. 

A día de hoy, con excepción de los enfermos crónicos de covid, que los hay, y los contagios que se siguen dando pero que las autoridades sanitarias catalogan dentro del grupo de enfermedades respiratorias “normales”, la pandemia ha quedado para contar anécdotas en las reuniones sociales y para pensar en ella como un tiempo que, Dios mediante, no deseamos que vuelva a presentarse.

Ingeniero/@carlosmayorare

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