¡Un último paso para una mejor experiencia!

Para brindarte un servicio más ágil y personalizado, necesitamos que completes tu información de facturación.

Actualizar mis datos

Historias que importan, gracias a lectores como tú

El periodismo que hacemos requiere tiempo, esfuerzo y pasión. Cada reportaje es para mantener informado y contar historias que marcan la diferencia

Sucríbete y obtén acceso a contenido exclusivo

  
Suscribirme
EPAPER Papa Francisco|Donald Trump|CECOT|Torneo Clausura 2025|Espectáculos

El fin del paradigma GRAS y la sobreconfianza de la industria alimentaria

El aparente fin del paradigma GRAS puede marcar un antes y un después para la industria alimentaria, no solo en Estados Unidos, sino a nivel global.

Por Edward Wollants
Médico y abogado

Durante décadas, la industria de alimentos y bebidas en Estados Unidos ha operado bajo un modelo de autorregulación basado en la designación de ingredientes como "Generalmente Reconocidos como Seguros" (GRAS, por sus siglas en inglés). Este sistema permitía que las empresas determinaran la seguridad de los aditivos sin necesidad de un proceso regulatorio exhaustivo por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Esto se apega a los principios que Estados Unidos ha venido poniendo en práctica -con no poco éxito- a partir de los grandes teóricos del liberalismo económico: como Adam Smith y su "mano invisible" que regula la economía mejor que la intervención estatal; John Stuart Mill, defensor del libre comercio y la limitación del poder del Estado sobre los individuos; Friedrich Hayek, con su argumentó que la planificación centralizada lleva al totalitarismo y que solo el libre mercado puede garantizar la prosperidad y la libertad individual; por mencionar los más sobresalientes.

Sin embargo, la reciente orden de cambio en dicha política (GRAS), por parte de Robert Kennedy Jr., con la reciente orden a FDA, ha puesto en entredicho esta política, marcando un aparente giro hacia un modelo de mayor intervención estatal.

Este cambio ha tomado por sorpresa a muchos ejecutivos de la industria alimentaria, quienes confiaban en que el cambio de gobierno estadounidense retornaría al modelo económico liberal estadounidense y protegería la flexibilidad y rapidez con la que operan. Es más, no solo en Estados Unidos, sino también en América Latina, la creencia de que un gobierno de corte empresarial, como el de Donald Trump, serviría como un freno a las presiones regulatorias que en las dos últimas décadas ha venido liderando la OMS/OPS, ha llevado a la industria a, posiblemente, subestimar una opción totalmente diferente en la orientación de la política sanitaria estadounidense.

Cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, muchas empresas del sector alimentario vieron en su enfoque antiglobalista y en su ruptura con la Organización Mundial de la Salud (OMS) una señal de que la intervención regulatoria disminuiría, creando lo que podemos llamar “el espejismo de la desregulación”. Sin embargo, aunque su administración propende a favorecer una reducción de regulaciones en varias áreas, la agenda de salud pública y los cuestionamientos a la industria de los alimentos continúan avanzando. Pero es importante, en este punto, determinar cómo y quién es responsable de tal espejismo: el problema del espejismo radica principalmente en los factores ambientales (las diferentes capas de calor) que generan la ilusión, pero su percepción e interpretación pueden estar influenciadas por el ojo -y por tanto cerebro- humano y, en menor medida, por expectativas o deseos preconcebidos. Es una fascinante interacción entre la física y la percepción humana. Haga el lector su propio análisis, poniendo el “calor político” como factor ambiental, el sesgo de interpretación de los afectados y, como detonante los deseos que generan un conocimiento fundamentado en la imaginación y no en la razón. 

El error estratégico de muchos ejecutivos fue creer que una administración pro-empresa significaría automáticamente una protección absoluta contra cambios regulatorios en un entorno donde el escrutinio sobre la industria alimentaria ha ido en aumento. 

En las últimas dos décadas, organismos internacionales como la OMS, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y diversas ONG han impulsado una agenda cada vez más estricta contra los alimentos provenientes de la industria, enfocándose en el etiquetado de advertencia, restricciones publicitarias y mayores controles sobre los ingredientes utilizados. Países de América Latina han sido terreno fértil para estas medidas, con regulaciones estrictas en Chile, México y Argentina -ya derogada- que han obligado a la industria a reformular productos y cambiar estrategias de comercialización. Aunque, eso sí, sin un verdadero efecto sobre la Salud Pública, porque el enfoque es equivocado...pero eso es motivo de otra discusión.

Lo que muchos en la industria no previeron fue que esta presión internacional eventualmente influiría en Estados Unidos, un país donde tradicionalmente el sector privado ha gozado de mayor autonomía. El cambio en la política GRAS es solo un ejemplo de cómo, a pesar de la dura crítica que el propio presidente Trump ha hecho -argumentativa y fácticamente- a la OMS, la agenda regulatoria sigue avanzando con el argumento de la protección de la salud pública. Porque subyace aquí la cuestión de un nacionalismo político.

El aparente fin del paradigma GRAS puede marcar un antes y un después para la industria alimentaria, no solo en Estados Unidos, sino a nivel global. La sobreconfianza en la permanencia de un sistema basado en la autorregulación ha llevado a muchas empresas a reaccionar tarde ante estos cambios. Ahora, la pregunta lógica es ¿Estamos ante un gobierno de derecha que reniega de los principios del liberalismo económico? Pues sin ser economista, pero si con el suficiente conocimiento sobre el tema de salud, nutrición y políticas públicas, puedo decir en base a la lectura de los teóricos del liberalismo económico, que: Adam Smith reconocía la necesidad de que el Estado interviniera en casos donde el mercado no pudiera proporcionar bienes públicos esenciales, como la seguridad sanitaria; John Stuart Mill, mediante su política del daño, estaba a favor de que el gobierno protegiera a los individuos de daños externos, lo que podría incluir regulaciones en salud pública; incluso Friederick Hayes expresó que debía establecerse un marco legal sólido que permitiera el funcionamiento eficiente de los mercados y protegiera a los individuos de desbalances externos.

Ahora bien, definitivamente que este "giro de timón" en cuanto a política pública, si bien parece alejado del modelo económico esperado por los conservadores en cuanto a un gobierno como el de Donald Trump, no parece alejado, para nada, del enfoque general sobre "Make America Great Again", al cual se apega la política sanitaria de Robert Kennedy Jr. de "Make America Healthy Again". 

Entonces, la pregunta del millón parece ser, a la hora de poner en la balanza los temas económicos que ha prometido el presidente Trump, versus estos cambios aparentemente anti-sistema de la administración sanitaria: ¿Qué pesará más para hacer America Great Again?

Médico Nutriólogo y Abogado

KEYWORDS

Control De Los Alimentos Opinión Producción De Alimentos

Patrocinado por Taboola

Lo más leído

Utilizamos cookies para asegurarte la mejor experiencia
Cookies y política de privacidad