Sucedió hace casi quince años, pero recuerdo muy bien lo que vi, ya que me sorprendió mucho y me hizo meditar por largo tiempo. Estaba yo de viaje en Halifax, Canadá, con motivo de un congreso médico.
Una tarde que teníamos libre decidí ir a un centro comercial. Un empleado del hotel me recomendó uno y me dijo que llegar hasta él era fácil ya que bastaba tomar un bus que paraba a dos cuadras de donde estábamos. Seguí su recomendación. En el trayecto el bus hizo tres largas paradas, de aproximadamente cinco minutos cada una, supongo que para sincronizarse al itinerario pues los buses en ese país llegan a las paradas con perfecta exactitud. En cada parada ví que el chofer, un hombre barbado de unos sesenta y cinco años, apagaba el motor y permaneciendo en su asiento, tomaba un libro de un depósito y se ponía a leer.
Al llegar al centro comercial casi la mitad de los pasajeros bajamos mientras el chofer nos despedía sonriendo cordialmente. No pude evitar hacer una comparación con mi país, donde jamás he visto choferes de bus leyendo mientras hacen paradas largas. Por el contrario, se ven como tensos, presionando el acelerador sin necesidad, y deseando que el tiempo pase rápido para salir disparados. ¡Qué diferencia! Halifax no es un pueblito, lo que pudiera explicar la tranquilidad del conductor, es una ciudad grande y moderna, la más importante de la provincia de Nueva Escocia. Hay tráfico como en cualquier ciudad.
La diferencia es la educación de las personas y la lectura es un medio y una manifestación de cómo han llegado los canadienses a ese nivel de educación. Los conductores de vehículos privados son iguales, basta que uno ponga un pie en la calle para que se paren y lo dejen pasar. Es el nivel cultural de la población general. En nuestro medio es peligroso conducir y aún más peligroso ser peatón. La mayoría de conductores no se han dado cuenta que es el peatón el que tiene todo el derecho, y que los conductores se movilizan por un privilegio que el peatón les ha dado y que deben respetar. Este respeto raramente se ve, y no lo tienen ni los conductores de buses ni los de vehículos particulares.
Me enteré por las noticias de que sólo este día dos peatones fueron atropellados y que uno murió. Una estadística más, se dirá. Pero no es una estadística más, son unos niños que ya no volverán a ver a su padre o que lo verán en el hospital. Son esposas que ya no contarán con el apoyo de sus parejas y que tendrán un camino difícil para criar a sus hijos.
Tengo la impresión de que la mayoría de estas tragedias se deben a la actitud de los conductores, una actitud prepotente y egoísta. Conducen como diciendo "aquí mando yo, y qué si me meto en contrasentido, y si tengo que subirme a la acera lo hago y qué". Conducir a la defensiva debería de ser la regla y no la excepción, ya que uno se transporta en un medio potencialmente letal. No sé cuál es el factor principal que contribuye a esta actitud. No es el nivel social pues se observa en todo tipo de vehículos. Una buena posibilidad es el nivel de educación, que no es lo mismo que el nivel social. Tal vez es el hecho de que pocos conductores lean.
Médico Psiquiatra.