Una de las grandes maravillas naturales en el trayecto del itinerario de conquista en el S. XVI era Cuatán y lo que ahora es el Lago de Coatepeque.
El oidor licenciado Diego García de Palacio describía con especial respeto sobre este paradisiaco lugar por ser una puerta ancestral a lo desconocido (además el acceso al adoratorio estaba restringido por los Huehues y sacerdotes ), específicamente porque dentro de la cosmogonía nahua esos lugares eran de culto y conexión, portal de comunicación de las grandes deidades con su pueblo especialmente la hermosa serpiente emplumada Quetzalcóatl, su especial conexión con el volcán Ilamatepec desde sus entrañas en la corteza terrestre e infiltración subterránea. Exuberante e impenetrable selva de todo su cono (labrado según los geólogos 8,000 años A.C.)
Esto hacía una expedición muy peligrosa y sorprendente que llevaba a las sagradas y apacibles aguas, a los adoratorios de los nahuas, donde se encontraba el Macro monolito de Itzcueye. Selva de maderas preciosas, primates, exuberantes aves, guacamayas, tucanes, serpientes, el oidor García de Palacio afirma que existían caimanes de gran tamaño; sin embargo, expertos afirman que se trataban de garrobos e iguanas. Otras crónicas relatan sobre una aldea muy cercana a la laguna, que era de negros, esclavos de los españoles, que se habían asentado ahí. Y que ayudaron a un grupo de exploradores y frailes a llegar a Teopán, donde se encontraba el lugar sagrado de Itzcueye a desmantelarlo en pos de la catequesis cristiana sobre los pipiles y comprobarles que no pasaba nada ante sus creencias e ilusiones sobre lo que sobrevendría al intentar usurpar las aguas y Teopán (La Isla).
Coatepeque, presea natural, histórica, científicamente es una cuenca endorreica (del griego: endo, interior; rhein, fluir), es decir, una concentración de agua que no tiene salida o drenaje, y la posibilidad de hacerlo es por la infiltración y evaporación, la única forma también es a través de un drenaje interno o conexión.
Un biólogo y científico de Funda COATEPEQUE sustenta esta afirmación y asegura que cuando el lago de Coatepeque se torna turquesa también sucede lo mismo en la Laguna de Chanmico, a unos cuantos kilómetros del lago. Dicha conexión entraría en sintonía con la misma espiritualidad nahua de la conexión de Güija, Coatepeque, Chanmico e Ilopango. Lo que el turismo le hace a Coatepeque es verdaderamente cruel, pese al grito en el cielo de biólogos, científicos, expertos en sostenibilidad y ambientalistas; la contaminación en sus aguas de combustible, heces fecales, grasas, plásticos, etc. Es espantoso.
Que el sentimiento de culpa no nos asalte. Vemos a Coatepeque morir ante nuestros ojos, sus aguas son una inmensa piscina que no cuenta con un filtro y que por esa razón al ensuciarlo se convierte en un inmenso inodoro. Como compensación, empresas turísticas debería someterse a la certificación ambiental, restaurantes y hoteles que poseen plantas de tratamiento, acciones de reciclaje y preparar a la comunidad en ese tema, vinculados también los dueños de propiedades en el lago.
Publicista y ambientalista/Chmendia