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Ciudades ¿Para quién?

Lugares como el Parque Cuscatlán, sus comunidades aledañas o la Nave Cine Metro representan fragmentos de una ciudad inclusiva que ofrece refugio.

Por Sofia Rivera García
Arquitecta

La expresión “ponerse las gafas violeta” nació como una forma coloquial para referirnos a adoptar la perspectiva de género: identificar las desigualdades, asumir una postura y proponer un cambio. Esta expresión se usa en el urbanismo para expresar la necesidad de transformar nuestras ciudades y volverlas más inclusivas, seguras y amigables. Esto implica identificar las desigualdades provocadas no solo por el género, sino también por la raza, edad, clase, orientación sexual, condición de discapacidad, condición migrante, entre otras características que, al no ser contempladas, restringen el disfrute y la apropiación de la ciudad.


Para el caso de San Salvador y desde la óptica de espacios públicos, la perspectiva de género es uno de los compromisos adoptados en la Política Metropolitana de Espacios Públicos (2020), desarrollada por el COAMSS/OPAMSS con el acompañamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y Glasswing International a través del proyecto IMAGINA. Las experiencias desarrolladas en las cercanías del Centro Histórico de San Salvador (CHSS) han demostrado que, si bien ponernos las gafas violeta no es tarea fácil, sí es posible incorporar la perspectiva de género para crear ciudades más inclusivas..

Un primer referente es el Parque Cuscatlán. Hasta hace unos años, el parque se caracteriza por transmitir a sus visitantes una sensación de inseguridad, peligro y abandono. En 2015, a través de un diagnóstico elaborado a partir de encuestas, entrevistas, grupos focales y seguimiento de usuarios, el proyecto IMAGINA desarrolló una propuesta que buscaba aprovechar la vegetación, mejorar la visibilidad, asegurar una adecuada iluminación, equipar con mobiliario adecuado y asegurar una adecuada gestión. Todo lo anterior ha permitido que el parque ahora sea considerado un área segura, apto para mujeres, niños, juventudes, personas mayores, entre otras minorías, quienes no solo lo visitan, sino que lo habitan.


Un segundo referente son precisamente las comunidades aledañas al Parque Cuscatlán. En el 2018, comenzó un proceso para vincular a ocho comunidades. Aunque incorporar la perspectiva de género no era uno de los objetivos iniciales, no pasó mucho tiempo para constatar que en estas comunidades el liderazgo tiene rostro de mujer. A través de talleres de consulta y participación ciudadana, las mujeres, la juventud y otros grupos minoritarios reclamaron el espacio público como suyo, aportando una mirada crítica sobre quién lo ocupa y para quién está diseñado.


Un tercer referente es la Nave Cine Metro, un espacio creado y gestionado por mujeres, que está generando esperanza en el CHSS. A partir de la intervención de urbanismo táctico en la Calle Delgado, IMAGINA inició una colaboración con la Nave (la Asociación Cultural El Azoro y La Cachada Teatro), quienes han abierto este espacio a las vendedoras, a sus hijas e hijos, haciendo del antiguo cine un espacio seguro en el cual pueden practicar teatro, pintura, baile, hip hop; además de descansar y encontrar refugio del sol. Este tipo de intervenciones nos recuerdan la importancia de poner al centro la vida, el cuidado y el disfrute.

Como vemos, ponernos las gafas violeta nos permite caminar hacia ciudades más inclusivas en las que la vida cotidiana se coloque al centro al momento de planificar. Si bien este es un primer paso, aún falta un largo camino por recorrer. Lugares como el Parque Cuscatlán, sus comunidades aledañas o la Nave Cine Metro representan fragmentos de una ciudad inclusiva que ofrece refugio. La participación ciudadana que caracteriza estas experiencias nos demuestra que las voces de las mujeres, juventudes y otras minorías deben ser siempre escuchadas.

Arquitecta, Magíster en Arquitectura y candidata a Doctora en Desarrollo Urbano y Regional. Actualmente colabora con Glasswing International.

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