Por Más que una película que debe generar ingresos astronómicos, se ha puesto el dedo en la llaga, pues el tráfico de niños supera en réditos económicos al mismísimo tráfico de drogas. Por lo tanto, esta película nos debe servir para que como sociedad entendamos que la niñez es el futuro de una nación y que es un imperativo el cuido de nuestros niños.
Esto último parece una cosa sencilla, pero la sociedad salvadoreña está fragmentada y básicamente la palabra “familia” que es el sostén de la sociedad se puede decir que cada vez se debilita más, predomina la familia disfuncional y, según las estadísticas, los principales agresores de los niños son las personas más cercanas, son miembros de la misma familia.
Lo que deja ver esta película no es nada nuevo en el mundo. La niñez ha sido vulnerada por propios y extraños a través de la historia y mientras no revisemos concienzudamente nuestra forma de ver a la niñez y a la adolescencia, será difícil erradicar tal flagelo.
En un mundo tan polarizado, en el otro extremo tenemos la película “Barbie”, que enaltece todo lo que va en contra de la niñez; sin embargo, cada quien decide qué película ver, pues así como a algunos nos importa la salud física y mental de un niño, así habrá personas que no quieren o evitan conocer la dura realidad que implica el tráfico de niños y orientan su gusto por una película que no ofrece nada, absolutamente nada.
El abuso infantil no es propio de clase social alguna; sucede en las élites económicas y en las áreas más pobres donde crecer en tales ambientes es ya un reto para una niña o un niño.
Nuestra sociedad se ha visto sacudida por atroces casos de abuso infantil; sin embargo, nada perturba a los responsables de tan terribles actos.
No puedo dar una respuesta o decir esta o aquella es la solución. No. Es cada hogar con sus altos y bajos los que deben apostar por cuidar a la niñez entendiendo que son nuestro futuro. Si no se hace de esta forma, el niño que ha sido abusado será fácilmente en la adultez un abusador y nunca se romperá el círculo de maldad.
Pero como mencioné anteriormente, no es fácil. Si nos metemos en la intimidad de un hogar de escasos recursos donde la madre es la cabeza de la familia y es ella la que sale a trabajar, no tiene dinero para pagar el cuido de sus niños, a veces quedan bajo la protección del hermano mayor o algún pariente, esa es la realidad. Esa mujer que lucha por llevar el sustento a sus hijos poco puede hacer para involucrarse en el cuido de sus hijos, de estar cerca de ellos. Así como el tráfico de niños para fines eminentemente sexuales es una pandemia y una aberración, también lo es el abuso que sufre un niño que no tiene qué comer, que apenas viste con ropas raídas, que debe ir a la cantarera a traer agua para su hogar.
Todo lo anterior nos dice que ya sea el tráfico de niños, el hambre, la falta a la educación, el difícil acceso a la salud son formas de abuso infantil que en el mayor silencio la sociedad tolera, se hace la del ojo pacho cuando son los niños, los enfermos y los ancianos los preferidos de Dios.
Poco se escucha a las diferentes iglesias sentar una postura que defienda la inocencia de nuestra niñez. ¿Es que en El Salvador la inocencia se pierde in útero, niños que llevarán sus vidas cuesta arriba, mientras tenemos en el otro extremo a una sociedad que prefiere ver una película tan alejada de la vida dura, de la realidad?
Creo que eso dice el mal camino que transita nuestra sociedad. Debemos detener la marcha y la sociedad salvadoreña debe revisar cuán importante debe ser velar por la salud física y mental de nuestra niñez y adolescencia, especialmente en estos tiempos donde se tiene toda la información en la palma de la mano con solo dar click.
Médico.