Las “ciencias del comportamiento” buscan comprender las decisiones humanas, y se basan en supuestos de la psicología, las ciencias cognitivas, las ciencias sociales y las ciencias económicas, para descifrar la relación entre nuestras cualidades humanas innatas y el contexto en el que vivimos, a fin de alentar e inhibir el comportamiento.
Cada día, en muchos momentos de la vida tenemos que decidir o seleccionar opciones, frente a diversos hechos y circunstancias; nuestro cerebro predice y selecciona constantemente, y generalmente muchas de estas decisiones son casi automáticas, y otras, las menos, son razonadas.
Cada mañana cumplimos rutinas, y decidimos qué hacer primero. Hacer una elección consiste en el proceso mental de juzgar los méritos de múltiples opciones y seleccionar una o más de entre ellas. Mientras una elección puede hacerse entre opciones imaginarias («¿qué pasaría si...?»), normalmente se hace entre opciones reales y seguidas de la correspondiente acción.
En teoría, hay cuatro grandes tipos de decisiones; aunque pueden expresarse de varias formas, Brian Tracy, las divide en: 1) elecciones de orden; 2) elecciones delegadas; 3) elecciones a evitar; y 4) elecciones sin razón. Otros autores las clasifican así: Decisiones racionales; Decisiones intuitivas; Decisiones basadas en el reconocimiento; Decisiones combinadas.
En un plano ideal, el proceso orgánico de elegir supondría los siguientes pasos: Identificar la decisión; Reunir la información pertinente; Identificar las alternativas; Analizar la evidencia; Elegir entre las alternativas; Actuar; y Revisar tu decisión. Pero en la práctica no suele ser así; hay una automaticidad en las rutinas; aunque podríamos establecer un rango de “importancia o urgencia” en términos de:
1.- Decisiones de rutina: por ejemplo: ¿Me cepillo los dientes o contesto el teléfono?; 2.- Esta decisión puede esperar: Planifico y decido cuando (procrastinar); 3.- Decisiones en orden de responsabilidad: Tengo que llegar a tiempo a la oficina; 4.- Esta decisión es crítica: Decido conscientemente y actúo; y 5.- Decisiones vitales: ¿Qué carrera voy a estudiar?
Algo importante destaca por su relevancia, interés o impacto. Lo urgente se caracteriza por su necesidad inmediata o las consecuencias de no atenderlo a tiempo. Separar estas dos categorías suele ser sencillo, pero la complicación surge cuando se entrelazan.
Urgente e Importante: Estas tareas requieren atención inmediata y prioritaria. Urgente pero NO Importante: Idealmente, estas tareas deben delegarse. Importante pero NO Urgente: Programa estas tareas para más adelante, pero no las postergues indefinidamente. Ni Importante Ni Urgente: Estas actividades suelen ser prescindibles.
Decisiones, ansiedad e inteligencias múltiples:¿Qué sucede cuando se toman decisiones estando sometidos a altos niveles de ansiedad? ¿Cómo influye esa ansiedad en la espera de los resultados? Más aún, ¿por qué, cuando decidimos algo en estado de ansiedad, tenemos tendencia a elegir una de las peores opciones?
Un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience, realizada por un equipo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley y de la Universidad de Oxford intenta aclarar estos interrogantes. Este estudio sugiere que los altos niveles de ansiedad pueden interferir en el proceso de toma de decisiones.
La ansiedad y el estrés tienen una serie de efectos indeseables que pueden interferir en la realización de muchos tipos de tareas, incluso hacer que las tareas diarias sean un auténtico desafío. Esto incluye la tarea de tomar decisiones en un contexto de incertidumbre. Y es que las personas que experimentan altos niveles de estrés y ansiedad tienden a fijarse en lo negativo, e incluso a pensar de manera catastrófica o hacer que pequeños problemas sean enormes amenazas.
Las investigaciones incluyeron seguimiento ocular (Eyetracking) para detectar dilatación de la pupila, un indicador de que el cerebro ha lanzado norepinefrina, que ayuda a enviar señales a múltiples regiones del cerebro para aumentar la vigilancia y la disposición a actuar.
Las neurociencias, particularmente Levine y Gardner, han dado cuenta de que los seres humanos tenemos muchas más capacidades o inteligencias que aquellas para resolver una ecuación o hilar frases. En efecto, cada inteligencia supone un modo distinto de actuar y de decidir.
Un premio Nóbel de Física (inteligencia lógico-matemática) tiene una inteligencia distinta a un deportista élite de la NBA o FIFA (inteligencia corporal o cinestésica) o de un director de orquesta (inteligencia musical) . Cada quien tiene habilidades cognitivas muy distintas. Pero aún hay más, porque en los últimos tiempos se está trabajando mucho en el concepto de inteligencia intuitiva. Esta teoría se refiere a la manera en que tomamos nuestras decisiones.
Somos seres enfrentados a dilemas permanentes, tenemos que elegir, decidir, optar; incluso, parafraseando a Desmond Tutu: Si eliges una posición neutral en situaciones críticas o de injusticia significa que has elegido el lado negativo u opresor.
Las elecciones o decisiones, en no pocos casos, definen y configuran el futuro; una mala decisión puede tener un impacto crucial en nuestras vidas. Muchos de nosotros al revisar el pasado caemos en la cuenta de los errores y aciertos en las decisiones tomadas, y de sus consecuencias. Inclusive, algunas de estas decisiones se basaron en consejos que les pedimos a otros o en experiencias similares.
La recomendación de diversos pensadores, consejeros psicólogos o tutores es pensar bien antes de decidir ante situaciones relevantes o críticas; poner todas las opciones sobre la mesa, incluyendo los riesgos y seguridades; plantearse escenarios teóricos, y volver a pensar.
Elegir una carrera, casarse, tener un hijo, migrar a otro país, incluso robar, mentir o delinquir, son parte del inventario de decisiones límites que tomamos los seres humanos y que seguramente impactarán en nuestro futuro. Cada quien debería ser: The master of my fate, The captain of my soul (el amo de mi destino, el capitán de mi alma); frases del poeta William Ernest Henley en su poema “Invictus”, utilizada por Nelson Mandela para no derrumbarse.
Debemos ser dueños de nuestras decisiones e intentar elegir bien, no sólo pensando en nosotros mismos sino también en los demás; en efecto, hay decisiones que impactan emocional o físicamente a otros. Decidir con criterio ético, buscando los equilibrios y alejándose del fanatismo y de los extremos.
Podríamos cerrar esta reflexión con una buena herramienta: la Prueba Cuádruple Rotaria de Herbert J. Taylor (1932): De lo que se piensa, se dice o se hace: ¿Es la verdad?; ¿Es equitativo para todos los interesados?; ¿Creará buena voluntad y mejores amistades?; ¿Será beneficioso para todos los interesados? Si lo aplicamos, seguro elegiremos mejor…
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu